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Aquel banquete tan esperado por la victoria de la última batalla en contra de Borsn los tenía a todos espectantes pues allí al fin se conocería el rostro del misterioso caballero que había dado fin a aquella batalla que por alguna razón desconocida había captado su interés.

Algunos caballeros cuando regresaban a casa solían relatar pequeñas anecdotas de este hombre que desde hace unos años se hacía un nombre en el mundo, despertando la admiración de algunos e infundiendo el terror en otros.

No sabían si era del todo cierto si asistiría pero era un rumor que estaba rondando bastante fuerte en aquella gran ciudad desde hace varios días.

Los hombres y las damas de la noblesa que estaban en aquel salón conversaban sin preocupaciones mientras disfrutaban la fiesta de su rey en celebración de su última victoria.

De un momento a otro todo el lugar quedó en silencio al ser testigos de como la puerta se abría dejando entrar a la tan esperada persona, pero para el desagrado de algunos aún portaba su armadura y traía consigo su espada guardada en la funda que estaba en un cinturón atado a su cintura.

Con paso firme caminó en silencio por aquel salón hacia donde estaba sentado el rey, que observaba con gran atención sus acciones siendo visto por todos los demás.

A unos 40 pasos de distancia del rey se detiene colocando sus manos de acuerdo al protocolo para saludar a la realeza y hace una leve reverencia como saludo. Luego procede a quitarse el casco que cubría por completo su rostro dejando a la vista un cabello negro algo descuidado por estar con el casco mucho tiempo, un rostro que si bien tenía algunas cicatrices no era ni muy joven ni muy viejo y esos ojos azules que expresaban tantas cosas a pesar de verse apagados miraban fríamente a la realeza frente a el.

– Su majestad – Pronuncia – Lamentablemente no he venido a celebrar con usted y su gente a pesar de la cortéz invitación que me ha hecho –

Unos leves murmullos són escuchados por el lugar pero no tardan mucho en ser apagados por la tensión que se sentía en el aire luego de aquella declaración.

– ¿Puedo saber la razón por la que hayas rechazado mi invitación directa? – Interroga algo molesto el emperador.

– Solo devolvía un favor a estás tierras que me criaron por un par de años mientras estaba de paso – Comenta mientras volvía a ponerse el casco – Pero ahora ya no más, le pido por favor que no me cierre el paso a mi y a mis caballeros o no dudaremos en entrar en guerra con usted señor –

– ¡¿ME ESTAS AMENAZANDO?! ¡BASTARDO INSOLENTE! – Le grita al ver cómo se daba la vuelta y se marchaba – ¡GUARDIAS ATRAPENLO Y ENCIERRENLO PARA DARLE UN CASTIGO POR SU INSOLÈNCIA! –

De un momento a otro varios guardias rodean al caballero el cual no duda en sacar su espada de su funda, y en unos simples movimientos los guardias no tardan en caer muertos en el lugar generando gritos de horror y pánico en los presentes.

– No doy segundas oportunidades su majestad – Dice lo suficientemente alto mientras volteaba a verlo un momento – Si dice o hace algo a la próxima le prometo por mi honor que no dudaré en cortarle la cabeza –

Reanuda su paso luego de hablar marchandose de aquel lugar al que no pertenecía.

No mucho después los nobles del lugar no tardan en retirarse a sus hogares con ese recuerdo en sus mentes que difícilmente podrían olvidar.

El Séptimo Contratista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora