Capítulo 5

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«Amnesia»
(Parte dos)

Nathan.

Cuando eres hijo de uno de los cabecillas más importantes dentro de éste régimen: tu palabra, opinión y presencia en cualquier lugar tienen mucho peso al momento de tomar decisiones. Yo, Nathan Valentine soy uno de los hijos de John Valentine: líder del grupo British Yardies y socio importante de Vasiliás.

Desde mis dos años ejercí mis habilidades en artes marciales, manejo de armas y me han preparado tanto física como psicológicamente para enfrentar cualquier situación que se me presentase. He asesinado a más personas de las que puedo contar. Algunas por obligación y otras por diversión. Jamás fui un subordinado, ni siquiera de mis hermanos mayores, Ethan o Eagan. Soy un hombre al que no le importaría destruir a personas insignificantes con tal de proteger a los suyos, y a pesar de mi corta edad; soy uno de los criminales más temidos y nombrados por las inútiles jerarquías que durante tantos años han intentado acabarnos, y sin embargo, no han podido...

Y heme aquí, siendo un estúpido niñero embobado frente a la belleza de una adolescente a la cual conocí anoche. Teniendo una paciencia increíble frente a esta niña que actúa como una loca desquiciada, debido a la droga que Dylan me persuadió que le echase en su comida. Si fuese otra; ya le habría disparado. Pero ¡diablos! ¿Cómo podría? Era jodidamente hermosa, y me atrevía a decir que jamás había visto un ser tan bello en toda mi vida.

—Nathan...

—¿Qué pasa? —Llevé toda mi atención hacia el idiota de Dylan, que entraba a la habitación donde Queenzel y yo estábamos.

—¿Dónde está tu protegida?

—¿Eres ciego o qué? Ella está... —señalo la cama vacía— dormida...

—Ajá... —se cruza de brazos—, dormida en cualquier lugar menos donde debería.

Me paré abruptamente del escritorio en donde me la pasé gran parte de la tarde vigilándola. El pelinegro bufó con fastidio, y la expresión seria de su rostro no cambió cuando segundos después, escuchamos un gran estruendo que provenía del pasillo. Nos miramos, y rápidamente nos encaminamos hacia el lugar.

—¡Juro que hace dos segundos estaba aquí! Fui de lo más atento respecto a ella.

—Se nota muchísimo.

Entramos a una de las habitaciones, encontrándonos con una imagen desastrosa: los muebles tirados, la cama desordenada, una ventana rota, vidrios dispersos en el suelo y dos chicas tiradas boca abajo.

—¡¿Qué carajos pasó?! —emití, corriendo a auxiliar a las muchachas. Dylan me ayudó a acomodarlas en la cama.

Una de ellas habla.

—Una loca saltaba infantilmente en mi cama, le dije que se bajara y se fuera, pero se enojó y me lanzó la lámpara en la cabeza. —Muestra la herida que sangraba—. Luego llegó ella —apunta a su compañera—, intentó ayudarme, pero también ligó un golpe con el florero.

—Joder —rezongué—, ¿sabes hacia dónde se fue?

—La verdad es que el golpe me dejó algo aturdida..., pero creo haber escuchado al ascensor abrirse...

Dylan y yo nos marchamos. Ellas no eran mi prioridad en éste momento. Si Queenzel seguía suelta; causaría más desastres y barullos entre las muchachas, provocando que todo lo ocurrido llegase a oídos de Hans..., o Ethan...

—Revisa las cámaras de seguridad a través de tu teléfono —ordeno, corriendo hacia el ascensor—, en algún lado la encontraremos. —Entramos.

—Hay literalmente ciento veinte cámaras en todo el edificio... —recrimina entre dientes.

DONCELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora