Capítulo 1

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Desde que fui a urgencias porque se me quedó un condón atorado en el culo, ya no le tengo fe ni a mi propia vida. La mala suerte me acompaña, sin duda alguna.

Y ya te imaginas lo vergonzoso que fue salir del closet al decirle a mi mamá que se me había quedado un condón dentro, así que sí, ella tuvo que enterarse que lo más cercano que tendría a un nieto sería a mi perrita Marlina, mientras yo lloraba que me perdonaran y mi papá suspiraba diciendo algo tipo: "Pues ya qué chingados voy a hacer, ya te tuve, pendejo, ni modo, me la pelé".

Así que sí, he perdido muchas cosas, pero de entre todas las miserables cosas que pude tener, la mejor fue mi dignidad. Y había perdido la mitad en urgencias, y entonces, ¿en dónde quedó la otra mitad? Pues, según yo, me la guardé bien bajo el sobaco, como el buen infortunado que soy, pero, no, en cambio, la acabo de botar a la basura enterita, así como me la metía mi ex los fines de semana, porque no sé en dónde estoy, pero sé que me encuentro parado en algún escenario, mientras incontables pares de ojos me miran exasperados por mi demora.

—Tú... ¿Vas a bailar?

Sí, ¿qué podría pasarme, además de salir del closet por culpa de un condón en el culo y terminar vomitando hasta el bilis cuando me emborraché por mezclar mezcal con vino tinto? Según yo: Nada.

Y por lo visto me equivoqué, porque en la vida se viene a triunfar o fracasar, y yo estoy en la segunda categoría por nacimiento.

Tras vivir miserablemente como un insecto, de esos de los que no te quieres encontrar ni muertos, decidí que perder mi vida en drogas y alcohol era algo que ni en sueños podía costear, apenas y me daban 20 pesos por día y con eso no me alcanzaba ni para unos takis fuego con un chesco. Por eso busqué una profesión decente que me ayudara a sobrevivir en el mundo.

Y estoy bastante seguro de que ahora mismo estaba estudiando para mi examen de anatomía, por lo que no entiendo qué porongas es esto.

—¿No vas a responder...?

¿Qué se supone que voy a responder? Estoy confundido.

Hay una luz que me encandila, me siento nervioso, sudado, como si hubiera corrido de pronto hasta aquí y subido sin ningún plan en mente. Sé que debió de haber sido así por la forma en la que un señor me hace señas, tan furioso que quizá y le dé un infarto.

Pero la música suena. Es un idioma que no conozco, ¿español? ¿Inglés? ¿Japonés o francés? No lo sé parece una combinación de todos los idiomas.

—¿Qué le pasa a ese bailarín humano?

—¿Es parte del espectáculo?

—Quizá le ganaron los nervios.

¿Qué es esto...?

No sé qué está pasando, pero ese señor me hace señas para que haga algo. Creo que van a matarme si no muevo el culo. Tiene un cuchillo en la mano y de la nada me jala del brazo, puedo ver la filosa hoja brillar bajo el escenario y trago saliva.

—Voy a matarte si me dejas en ridículo, ¿entiendes? ¡Baila!

Mi cabeza me duele un poco y la luz no me ayuda, pero estiro mis brazos, intento mover mi cuerpo al ritmo de la música, es una clase de música árabe, con cierto toque de reggaeton, quizá música china, no lo sé. Jamás había oído este ritmo tan pegajoso.

Pero sé moverme, quiero decir, soy latino, mami.

Mi cuerpo sabe lo que hace

Los espectadores se acomodan en sus asientos, mirándose unos a otros, como si no supieran qué demonios hago, y yo tampoco lo sé.

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