Capítulo 6

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Quiero aclarar una cosa antes de continuar con esta historia sacada de alguna mente inestable y trastornada.

Sí, le pedí perdón a Lekke.

Y sí, me siento miserable porque el zorro no me dirige la palabra.

Y sí, tengo tres días viviendo en el Palacio, sin poder salir de mi cuarto, y sin noticias sobre Ruji, a la deriva, esperando no terminar muerto porque, a quien sea que me mandó aquí, se le ocurra un final aparentemente perfecto, que implica muerte, destrucción y caos.

Ahora, sí, podemos continuar.

Alguien me trae a primera hora de la mañana mi comida, no toca la puerta, solo veo que la comida aparece en mi escritorio y listo, no suelo ver a nadie. Hoy me dan una clase de guiso, se ve rico, pero a los elfos les encanta comer cochinadas relacionadas con el maná que a mí me causan dolor de panza, así que, tras comprobar que esto es comida de elfo, lo dejo a un lado y me tiro a la cama.

Nadie se preocupa por preguntar por qué no como, sólo se llevan la comida pasando una hora y no me traen nada más hasta las dos de la tarde, pero no como una vez más. Llevo tres días así, a estas alturas mi estómago está lleno de jugo gástrico que me causa reflujo e insomnio. Los retorcijones al inicio son tolerables, pero hoy se sienten como si fueran puñaladas. Quiero llorar.

—Comida humana —me paro en la puerta, alguien está ahí, pero no me dice nada—. Por favor... Si como esto me duele el estómago y...

El elfo que está en la puerta se va sin decir nada. Suspiro, ya no puedo más. Me acerco para comer un poco, despacio y lento, no he comido nada, así que posiblemente mi estómago se vuelva un caos. Y así es, tan pronto y doy el cuarto bocado, las náuseas me invaden y corro al baño, donde vomito en aesthetic: mi vómito brilla y parece slime.

Después viene lo peor, mi estómago duele.

Pero esta vez es insoportable, el dolor es mucho, demasiado para ser un simple dolor. Cuando vomito de nuevo, esta vez es sangre lo que sale de mi boca y mis ojos se llenan de lágrimas, ¿voy a morir de esta forma tan fea...?

Más sangre, ya no puedo llamarle vómito a eso.

—Mierda... esto duele mucho...

[...]

—Estos días no te había visto, ¿ya se te pasó el berrinche?

El porte del Zorro Lunar era único este día: Cansado.

Una Deidad era una Deidad, alabados desde su nacimiento, era casi inusual que alguien osara pelear con ellas y saliera ileso. Lekke y Kaisan eran la prueba de que sí se podía.

El Rey de Elfora sólo podía observar la situación sin poder interferir mucho, pero se preocupaba por Lekke, quien se la había pasado deprimido desde que ese humano le gritó de esa forma.

—Lo salvé y él... me dijo que prefería morir.

—Los humanos son malagradecidos cuando no les das lo que quieren, Lekke. Deberías saberlo mejor que nadie.

—¿Y de quién es la culpa?

—Me acusas como si yo fuese su creador.

Lekke se enfureció, pero el Rey de Elfora no tenía relación alguna con el temperamento natural de un humano, es más, poco eran de su gracia y prefería tenerlos lejos.

—Es tu culpa.

—Bien, en vista de que, además de ser el Rey de Elfora, también soy creador de los humanos, ¿gustas que ordene su aniquilación?

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