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Capítulo 6: ¿Quién dijo que solo son vampiros?


Los ojos de Miel se abren lentamente, cansados, como su adolorido cuerpo. Se sintió aliviada de sentir cómo respiraba, eso indicaba que no había muerto. Sus recuerdos eran tan vagos que no los podía distinguir con claridad más que la abrumadora oscuridad en la que se había visto envuelta en garras de una criatura desconocida para ella. Entonces, sus manos navegaron a su cuerpo para levantar las sábanas y notar que estaba desnuda con un amplio vendaje expuesto sobre su abdomen. La zona más dolorida de su cuerpo. Fue cuando tiritó al recordar cómo esa bestia la rasguñó. 
¿Qué más había ocurrido esa misma noche? Estaba respirando, con dificultad, pero lo hacía. Y suspiró aliviada cuando escuchó tenues murmullos acercándose. Más bien, reconoció esa voz demandante: Atenea ingresó con un recipiente con agua purificada en hierbas y vendas blancas. 


—Oh... has despertado —murmura Atenea sin mostrar tanto asombro y cierra la puerta tras ella. —¿Cómo te sientes?

—B-bien, supongo —intentó incorporarse pero todos sus esfuerzos fueron en vano.

—Ni lo intentes —la tomó de los hombros para mantenerla acostada —. Aun estas débil. Y... —encamina una mano hasta su frente —bueno, la fiebre va bajando.

—¿Tengo fiebre? —preguntaba Miel embobada.

—Sí, inconsciente has estado peor —afirmó colocando una húmeda tela fresca en sus ojos y frente.

—¿Cuánto tiempo llevo... así? 

—Doce horas —responde inmediatamente, como si controlara el tiempo desde que me he desmayado.

—¿Qué fue lo que pasó? —se anima a preguntar la joven confundida.

Atenea resopla con molestia, como si no quisiera responder mas preguntas pero lo hace: —Estuvimos bajo el ataque de unos hombres lobo. 

—¿Existen los...? —ni siquiera llegó a completar la frase.

—Claro —asegura Atenea —, existen diversas razas nocturnas y diurnas que se encuentran ocultas ante la mirada humana. Los vampiros y los hombres lobo forman parte de la raza nocturna ya que es donde su fuerza y cualidades sobrehumanas son más notorias. Formamos clanes y comunidades para crear estructuras más civilizadas. 


Miel no formuló ninguna palabra. Apenas si podía digerir la información que  le brindaba Atenea. Y sus dudas surgían a brote como si se rebalsaran las olas del mar a las orillas. Sus curiosidades querían salir a flote pero ¿dónde comenzar? 
Entonces, su mente recordó drásticamente el cuerpo sin vida con el que se resbaló. ¿Cuántos humanos mueren en garras de seres como lo es un vampiro o un hombre lobo? Ella misma traga saliva grueso dejando que su mente se perturbe con pensamientos horrorosos de muertes espantosas y dolorosas. No naturales. Su mente la trasladaba de pregunta en pregunta que ni siquiera pudo notar cuando Atenea la había abandonado nuevamente sin emitir alguna despedida. 
Mientras su ser divagaba en los suburbios de imaginar criaturas malévolas, con sus ojos cubiertas por la tela ya tibia, escuchó que alguien se adentró a su habitación. Lo supo por cómo sonó al abrirse y cerrar la puerta y unos pasos acercándose a ella. Inmediatamente, descartó que sería Atenea porque hubiera escuchado su malhumor desde el pasillo. ¿Annie, tal vez? ¿O el señor Vittorino preocupado por su salud?

Sí, claro

¿Y si es...?

Entonces, Miel experimentó la suavidad de unas melosas caricias sobre sus piernas a través de las sabanas que la cubrían con cautela. Su ambición de saber quién tenía exquisita mano para hacerla sentir en el cielo la carcomían enteramente. Esas misteriosas manos masculinas navegaron hasta su entrepierna pero continuaron su camino ahora con la yema de los dedos para detenerse en la clavícula de Miel. Esa figura secreta ahora se acerca a Miel, donde sus respiraciones chocaban. Los labios del hombre se posan casi sobre el cuello de la mujer de cabellos azabache con destellos brillosos resoplando sobre este y causándole un leve cosquilleo. Ese mismo cosquilleo se aprisionó en el bajo vientre de la mujer y aquello la estremeció. El vampiro dio una media sonrisa a boca cerrada contemplando los resecos labios de Miel. 

Sí, Simón era el infiltrado que hostigaba a Miel. Continuó acariciándola bajando desde su clavícula hasta su abdomen vendado y volvía a subir con movimientos circulares y tranquilos. Se recuesta a su lado y Miel permanecía inmóvil disfrutando de aquellas sensaciones primorosas. Tan... relajantes. 


—S—Simon —susurró débil imaginando al vampiro.


No hubo respuesta. Él continuaba observándola. A ella.


—¿Simon...? —volvió a insistir con un toque de duda ahora sobre sus palabras —¿Eres tú? 


La mano de Simon que costeaba la cabeza de Miel para mejor comodidad se inclinó como si la abrazara a la distancia y la mano que acariciaba el cuerpo de la humana se dirigió hacia sus labios, como si quisiera que no preguntara más aquello. Su dedo índice se posó unos cuantos eternos segundos en sus labios. Y asimismo, un frío se apoderó de Miel cuando sintió que la persona que se encontraba junto a ella, desapareció así, sin más.

Desesperada, se quita de inmediato la tela de sus ojos y notó cómo su vista nublada volvía poco a poco a centrarse a su alrededor y ver que nadie había allí. Recobró fuerzas necesarias para sentarse y eso ha costado bastante. Con mucho esfuerzo, lo había logrado. Sus dedos tocan sus labios aun manteniendo presente la sensación de ese hombre misterioso tocandola. Ella tenía una corazonada de que se trataba de Simon, y así lo era.

Cuando apoyó sus pies en el suelo cubriéndose con las sábanas, el señor Vittorino ingresa, asustando a Miel por su llegada tan inoportuna y... ¿desesperada?


—S—señor Vittorino —titubeó Miel y se mordió la lengua.

—Miel... —murmuró preparando sus futuras palabras —¿cómo estás?

—Me encuentro mejor —admitía aún sintiendo adolorido su cuerpo. —¿Le puedo ayudar en algo?

—Quiero ser lo más certero. Y esta vez quiero explicartelo bien —anuncio confundiendo a Miel —. Con el imprevisto ataque de unos hombres lobo que irrumpieron en mi ausencia, atacaron al personal de esta mansión y a Simon.

El corazón de Miel dio un brinco imprevisto: —¿Él cómo está? —apenas pudo preguntar. 

—Quiero ser honesto contigo, Miel —aseveró Michel —. Solo tu sangre puede curar sus heridas ahora mismo. ¿Crees que tienes fuerzas para ir con él ahora mismo? 

—¿Me daría unos minutos para cambiarme? —suplicó Miel.

—Oh —Michel recién se percataba de que Miel estaba desnuda —, sí. Siento irrumpir de modo irrespetuoso en su espacio. La espero fuera de la habitación.


Entonces, Miel recobra fuerzas y una amplia bocanada de aire. 






Buenas, vampiros de la oscuridad 🤍

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Buenas, vampiros de la oscuridad 🤍

Espero que anden muy bien. Les pido disculpas la tardanza en actualizar pero prometo que los siguientes capítulos se van a poner muy fogosos, confusos y apasionados. SI SI SI. Además, Simón tendrá un rival, claro está !!!


Gracias por leer y darle una oportunidad 🥀

Unidos por la sangre y un pasado (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora