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Capítulo 5: Un ataque imprevisto


Cuando estuvo lista, Miel tomó una bata limpia del baño perteneciente a Simón Otosuki y salió aún con su cabello húmedo, largo y azabache oscuro. Como lo supuso la muchacha, Simon la estaba aguardando en la cama, sentado tan paciente y sereno. Sin disimulo, desvió su mirada a hacer un recorrido de ella de pies a cabeza. Esta misma acción hizo que Miel se ruborizara levemente pero no pasó inadvertido por el vampiro.
Hizo una seña con su cabeza para indicarle que se acercara y la mujer procedió a caminar hacia delante a pasos lentos y dudosos. Su pesadez corporal demostraba que temía de la postura de aquel hombre con su semblante frío como el hielo. Se acercó lo suficiente pero este insistió en que diera unos pasos más acortando aquella distancia. 

Ella obedeció.

Cuando estaban a escasos centímetros de distancia, él habló:


—¿Y? —arqueó una ceja demandante —¿Vas a curarme?

—S—sí.


Miel tomó unas vendas que se ubican sobre la mesa de luz y él la tomó con violencia de la muñeca, encaminando su boca hasta sus notorias venas de la misma mano que sujetaba. Ella saltó del repentino temblor ante el susto que esto le provocó y sin darse cuenta, se aferró a este. Tomando una postura sumisa, se acercó a él esperando a que el señor Otosuki la mordiera. ¿Acaso... dolerá?, pensaba temerosa. 
Simon hizo notar sus colmillos que curiosamente, se escondían pero aparecian cuando oponían su voluntad ante su sed de sangre. Al principio, el vampiro estaba decidido de beber de ella. No obstante, cuando se topó con sus ojos y ese brillo demostrando vitalidad, se arrepintió. 


—¿Me tienes miedo? —preguntó Simon separándose de sus venas.

—Es... extraño convivir con un vampiro y— 

—No es lo que pregunté, Miel —interrumpió.

—No lo se, señor —suspiró Miel exhausta.

—¿Sabes qué puedo escuchar los latidos de tu corazón? —hizo saber él mirando a la muchacha —. Escucho cuando estos aceleran. Y eso pasa cuando estás cerca de mí. Siento cuando te toco —su mano acarició su rostro —como te contraes y— se agachó hasta su altura teniéndola a su merced —cada vello se eriza como si estuvieras alerta. Si... —suspiro posicionándose encima de ella, sobre el suelo —así como ahora.

—S—señor Otosuki, espere. 

—Necesito que me digas que deseas —musitó Otosuki —. ¿Qué deseas, Miel? 

—Yo...


Cuando Miel estaba por responder, él se incorporó.


—Siento los pasos de Michel —dijo Simon —. Anda, necesito hablar con él. 

—Con su permiso —enunció la mujer.


Tal como lo había predicho el vampiro, a los pocos pasos que dio Miel saliendo del cuarto de Simón, vio acercándose a Michel Vittorino quien la saludó con un leve asentimiento de cabeza y continuó su camino hasta encerrarse junto a su hermano.
Al ingresar, Simon lo esperaba sentado sobre el sofá estando sereno y pensativo. Este se acercó y se sentó frente a él, sobre la cama. Le extendió una carpeta.

Unidos por la sangre y un pasado (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora