1. TENTACIÓN (NamixSanji)

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Travesía del Sunny hacia en nuevo mundo.

Narra Nami

Habían pasado dos años con sus días y sus noches. No nos habíamos ni abrazado y ya estábamos metidos en otro lío. Todavía nos recuperábamos de los acontecimientos vividos en la isla Gyojing y solo deseaba un momento de clama para aclarar mis ideas.

Suspiré, masajeándome las sienes. Los había echado tanto de menos...Por suerte, teníamos unos días de tranquilidad por delante antes de llegar a nuestro próximo destino.

Me permití disfrutar del sol mientras veía lo que hacían mis nakamas. Luffy descansaba sobre la cabeza del león con una sonrisa satisfecha. Ussopp y Franky, probaban un nuevo invento y Robin, estaba ensimismada en uno de sus libros.

No vi ni a Zoro ni a Sanji. Supuse que el peliverde estaría entrenando y el rubio, preparando la comida.

Había dejado a medias un mapa, pero, no me apetecía seguir. Quería sentir el sol en mi cuerpo. Y el mar...Había echado tanto de menos el olor de la sal. Fui a nuestra habitación para cambiarme.

Me quité el pantalón y, anudándome un pareo a la cintura, cogí mis gafas de sol. Salí con una sonrisa y bajé las escaleras con entusiasmo. Me senté en una de las tumbonas que le había pedido a Franky que pusiese cerca de mi jardín. Me desaté el pareo y me puse cómoda.

El ruido de las conversaciones se fue volviendo un murmullo hasta apagarse en un silencio neutral. Bajé las gafas de sol por el puente de mi nariz en cuanto escuché la risita discreta de mi amiga.

¿Qué estaba pasando? Sorprendida, vi como Ussopp y Franky recorrían mi cuerpo con asombro en una inequívoca señal de aprobación. Me crucé de brazos y les miré, arqueando una ceja. Miré a Robin, que se encogía de hombros con diversión. Sonreí, y volví a subir mis gafas de sol.

— Os cobraré 200.000 Berries, a cada uno, por mirar...—Les advertí, sacándoles la lengua.

El peliverde cruzó la cubierta con el torso al descubierto y nos miró. Franky y Ussopp habían vuelto a su trabajo porque sabían perfectamente que era capaz de cumplir mi promesa.

— Deberías ponerte algo encima, bruja. Si el cocinero hemorragias te ve así. Vamos a tener que enterrarlo.—Me crucé de brazos ante la sonrisa burlona de Zoro.

— Ne, Zoro...—Dejé la frase a medias cuando vi como Sanji salía de la cocina. El rubio se acercó a Robin para entregarle su té. Todos me miraron con atención a medida que el cocinero se acercaba a mí. Rodé los ojos. Eran como niños pequeños. Sanji se dirigió a mí con una sonrisa mientras sujetaba una bandeja.

— ¡Nami-Swan! ¡Te he traído tu zumo de manda...— Alcé la vista para ver cómo el cocinero se ponía a mi lado. Su cara se había desfigurado y estaba completamente rojo— ¡Nami-Swan! ¡Eres más bella que el más hermoso de los atardeceres!—su mirada de adoración hizo que le sonriese divertida. Zoro me miró, de forma arrogante, esperando a que el cocinero se desmayase. Yo alcé una ceja. 

¿Eso era una apuesta? Me levanté, mostrándole todo mi cuerpo. Esperaba que en estos dos años hubiese ganado más resistencia. Pero, debía reconocer que me encantaba sentirme adorada por él.

— Gracias, Sanji-Kun.— le sonreí y cogí la copa de cristal que me ofrecía, rozando sus dedos. Chupé la pajita de forma coqueta y le miré entre mis pestañas. Vi como el rubio se ponía rígido y un hilo de sangre se deslizaba por su nariz. Me acerqué a él, en cuanto vi como se tambaleaba hacia delante. Preocupada, le agarré por los hombros cuando se desplomó sobre mi pecho—. ¡Sanji-Kun!

— Nami-San... ¿Acaso estoy en el cielo?— Al menos eso es lo que entendí, ya que su cara estaba enterrada entre mis pechos. Miré al resto, pidiendo ayuda.

100 Noches de PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora