3.

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Ellos no lo consideraban una relación, aunque para cualquiera que los viera (o escuchara) sin duda alguna la tenían. Lo que pasaba es que eran dos hombres orgullosos. Woo Young, acostumbrado a tener el control en varias zonas del sur, no aceptaría que nadie dijera que era controlado sexualmente por otro hombre. Podía llegar a ignorar que lo llamasen salvaje, pero no que se hablara de lo que San le hacía. O él se dejaba hacer. O él le hacía a San. Dependía del día.

Si no fuera porque San estaba acostumbrado a la forma en la que Woo Young le mordía y clavaba sus uñas donde fuera posible, viviría enfadado con él. Por otra parte, San tampoco era cuidadoso o gentil con Woo Young cuando tenían sexo. Esa vez, estando los dos en la tienda de San a las afueras de la ciudad, varios kilómetros desde el principio del bosque y rodeados por un número considerable de personas que hacían todo lo posible por no prestarle atención a los gemidos de Woo Young, estaban muy entretenidos en lo que hacían.

—Woo Young, Woo Young —le dijo San cerca de su oreja derecha en un susurro, haciendo temblar las piernas de Woo Young—, te eché mucho de menos.

Cuando Woo Young escuchaba eso, una pequeña sonrisa se dibujaba en su cara. En ese momento, abrió más sus piernas para que San no tuviera ninguna dificultad en moverse libremente sobre él. Cogió con fuerza los hombros del mayor y se dejó besar como hacía siempre, aguantando el dolor que solía sentir los primeros minutos. San levantó una pierna de Woo Young, poniéndola sobre su hombro izquierdo y apoyó su cabeza sobre la clavícula de Woo Young.

Pasados unos minutos, Woo Young le dio un pequeño empujón a San, indicándole que quería ponerse encima sin necesidad de decirle nada. San adoraba esa posición, así que siempre estaba de acuerdo. Él se sentó y Woo Young se puso encima, penetrándose él solo. Soltó un leve gemido.

—San, han llegado Min Gi y Yun Ho —escucharon ambos que un chico decía desde fuera.

—¡Yeo Sang, ahora no puedo! —exclamó San mientras apretaba el culo de Woo Young de tal manera que le dejaría marcas moradas durante unos días.

—¿Y qué les digo?

—¡Diles que estoy con un asunto importante y no tardaré en salir! —respondió. San miró a Woo Young encontrándose con su característica expresión de disgusto y enfado—. No te enfades conmigo, acabaremos —le dijo mientras le daba besos en distintas partes de la cara.

—¿Sólo una vez lo haremos? ¿Volvemos a tener quince años? —San le dio un leve mordisco en la mejilla intentando que Woo Young no se enfadara más y siguiera moviéndose. Woo Young soltó un suspiro largo y abrazó a San para continuar.


Min Gi y Yun Ho observaban a San y Woo Young intentando aguantarse la risa. Llevaban un rato con ellos y mirando el dibujo que Yeo Sang había hecho de cómo era la casa real por dentro según lo que les habían contado. San, que se había enterado de todo lo que pudo y más durante meses, comentaba la mejor manera de entrar por las distintas puertas.

—Tus felinos gigantes nos serán de gran ayuda, Woo Young —dijo Min Gi, y Woo Young asintió orgulloso.

—Las personas están bien, pero ¿mis gatos enormes? Ellos son lo mejor. Eso sí, no cualquiera los puede montar.

—Supongo que a San tampoco —respondió Min Gi, haciendo reír a su mejor amigo. Al final, la risa que llevaban un rato largo aguantando tuvo que salir de ambos. Woo Young se puso rojo en cuestión de segundos. San, por su lado, tuvo una terrible idea: continuar la broma de Min Gi.

—¿Quién te dijo eso, Min Gi? No es difícil conseguirlo.

Min Gi y Yun Ho se miraron. Su amigo acababa de soltar una barbaridad sin pensarlo antes. De hecho, de no ser por Yeo Sang, que le dio unas palmaditas en un hombro para que San lo mirara y así poder señalar a Woo Young con un movimiento leve de cabeza, habría tardado más en darse cuenta de lo que había provocado. Y lo que había provocado era a Woo Young con una mirada similar a la de cualquiera de sus felinos.

El sentimiento de estar vivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora