Hong Joong seguía caminando sin soltar el cinturón con el que había atado, con fuerza, las manos de Seong Hwa. Desde hacía horas lo único que hacían era vagar sin un rumbo fijo por el bosque. Hong Joong sentía que cada paso era más pesado que el anterior. Su cuerpo estaba cansado y lo aturdía la incertidumbre de su viaje a quién sabía dónde. A Hong Joong ya le daba igual que Seong Hwa notara su cansancio, él sólo pensaba en la sed y el hambre que tenía.
Sin embargo, en medio del cansancio, un sonido distante atravesó el espeso follaje hasta llegar a ellos: el suave susurro de un río.
Para Hong Joong, que había superado sus límites, el agua que podía escuchar fluir era un rayo de esperanza, así que cambió un poco el rumbo y tiró con más fuerza de Seong Hwa. Sabía que no podía permitirse el lujo de colapsar por el cansancio, no ahora, no cuando estaba tan cerca del alivio. Había amanecido, las primeras luces del adía pintaban el cielo en tonos dorados y rosados, señalando que sería un día caluroso. Hong Joong necesitaba beber y refrescarse.
Siguiendo el sonido, sus pasos cansados los llevaron a la orilla del río, donde el agua fluía perezosamente, lista para ofrecerle consuelo.
Pero el anhelo de Hong Joong por un respiro chocó son su deber de seguir manteniendo prisionero al príncipe de los vampiros, que seguía a su espalda, sabiendo que Hong Joong se moría por la mínima gota de agua.
Los dos estaban a un par de metros del río, sin moverse, esperando por una idea de Hong Joong. La frustración había nacido nuevamente en él: una vez más, llevar a Seong Hwa consigo no era más que un obstáculo. El impulso de confrontar y someter al príncipe para acabar con él de una vez lo atravesó.
Hong Joong pensó que podía desenvainar su espada, atravesarle el corazón decenas de veces, y dejarlo tirado en el suelo.
Seong Hwa era lo único que lo separaba de meterse en el agua y dejar descansar su cansado y sediento cuerpo.
Fue entonces cuando otra idea apareció en su mente: era una solución nacida de la necesidad y alimentada por su desesperación. No podía matar a Seong Hwa así, no tan fácilmente, pero tampoco podía abandonarlo porque sin duda alguna se iría o incluso se lo comería.
Por supuesto, Hong Joong no sabía la lealtad que había nacido en el pecho de Seong Hwa hacia él por haberlo liberado. Y aunque se lo dijera el joven príncipe, Hong Joong pensaría que era un engaño para atacarle cuando él bajara la guardia.
Hong Joong tiró nuevamente de las manos del príncipe y lo llevó hacia un árbol. Lo giró en un instante, apretando su frente contra el tronco.
—Esto es lo que vamos a hacer —dijo Hong Joong con voz firme y autoritaria—: yo te soltaré las manos y tú te desnudarás. Ante el mínimo movimiento que considere sospechoso, te corto la cabeza y te tiro al río.
Seong Hwa, confundido por las palabras de Hong Joong y sintiendo que su cabeza volvía a vibrar por su golpe contra el árbol, asintió. Hong Joong desató a Seong Hwa y se alejó, aunque sin quitarle ojo, unos pasos.
La chaqueta de Seong Hwa cayó sobre el césped. Después, con cuidado y las manos algo temblorosas, se desabrochó su camisa azul con sangre seca que llevaba. Hong Joong estaba detrás, sin estar totalmente seguro de si debía seguir mirando o no. Interiormente luchaba con una mezcla de vergüenza y justificación. Se aseguró a sí mismo que se trataba de un acto de supervivencia. Ambos eran hombres, y Hong Joong no se sentía atraído hacia ninguno, así que cualquier apariencia de curiosidad no existía. No estaba interesado en su espalda, su estrecha cintura o sus piernas largas y delgadas.
Simplemente no podía dejar al príncipe sin supervisión.
La peor parte para los dos fue cuando Seong Hwa se sacó la ropa interior. Ahí sí que Hong Joong apartó la vista. ¡Él era el más hombre de todos los hombres, pero había un límite para sus ojos cansados!
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El sentimiento de estar vivo.
FanfictionHong Joong no entendía que un cuerpo cuyo corazón no bombeaba sangre, sin glándulas que pudieran emanar una mínima gota de sudor por lo frío que estaba, pudiera verse tan sofocado ante él. ¿Era alguna especie de poder que tenían los humanos sobre lo...