Unos toquecitos en la puerta de su habitación le hicieron fruncir el ceño. Seong Hwa se preguntaba cómo era posible que después de tantos años aún nadie entendiera que no soportaba el ruido. Incluso la música que tanto disfrutaba de pequeño ahora la tenía que escuchar a un volumen tan bajo que un humano no sería capaz de escucharla.
—¿Su alteza? —escuchó—. Su alteza, es hora de cenar. ¿Hoy bajará?
Seong Hwa se levantó del sillón en el que estaba sentado y abrió la puerta. Miró a ese criado que lo observaba esperando una respuesta rápida y asintió. El otro sonrió y se dirigió rápido a las escaleras para dar la gran noticia que el príncipe cenaría con el resto de la familia.
El comportamiento solitario de Seong Hwa solía ser interpretado como desprecio a la compañía por las personas que no lo conocían o estuvieron cerca pocas veces, pero la verdad era que su familia era ruidosa. Ya fuera con una simple conversación, risas o discusiones, no podían hacerlo en un tono bajo. Seong Hwa entendía que ellos no tenían la culpa de lo que le pasaba, así que no les pedía ninguna clase de respeto cuando estaba con ellos, pero después ni siquiera era capaz de dormir por el dolor de cabeza.
Diez minutos exactos después, Seong Hwa entró al salón para encontrarse a sus hermanas hablando con sus padres de temas políticos actuales. Al menos no están gritando, pensó el príncipe.
—¡Rumores! ¡Todo son rumores! —exclamó el rey mientras le servían una mezcla de sangre y alcohol similar al vino en una copa—. Nosotros no los molestamos, así que no entiendo que ellos lo hagan. ¡Venga, que alguien me diga en qué momento hicimos algo contra ellos! —la hermana mayor de Seong Hwa, la primera princesa, Min Ji, levantó la copa que le acababan de servir, recibiendo así un pequeño gruñido de su padre—. ¿No matan ellos animales para comérselos? Min Ji, ¿cuál es la diferencia?
—Que los animales son animales y los humanos son humanos —respondió ella acercando la copa para beber.
—Pero no es como si los animales no sufrieran, ¿verdad, papá? —comentó la hermana pequeña de Seong Hwa, Yu Bin. El rey asintió.
—Exacto. A eso me refiero, Min Ji, que se alimentan de seres vivos, igual que nosotros —ella suspiró y asintió.
El silencio rodeaba el salón mientras cenaban. Sólo algún comentario sobre la cena podía surgir, pero intentaban mantener la calma ante la presencia de Seong Hwa, que procuraba que ni siquiera sus cubiertos rozaran el plato para no escuchar el sonido que hacían porque le resultaba muy desagradable.
—Pinturas —le dijo a su madre al acabar de comer.
—¿Qué? —preguntó ella inclinándose hacia él.
—¿Me podéis dar pinturas? —preguntó en un tono de voz muy bajo.
—¡Oh, pinturas! —exclamó ella alegre por escuchar otra vez la voz de su hijo. Al darse cuenta que había hablado demasiado alto, se tapó la boca unos segundos—. Claro que sí, pediré que me traigan pinturas y te las daré.
Seong Hwa sonrió por la respuesta de su madre y agachó un poco la cabeza en modo de agradecimiento, y sin decir nada más, se dirigió a las escaleras para volver a su habitación. Haber comido después de varios días le había subido un poco el ánimo.
Al volver a su habitación, se acercó a la ventana y se quedó unos minutos mirando. Podía ver las luces lejanas de la ciudad y las de su propio jardín que se extendía tanto que se podía llegar a cansar cuando aún era pequeño y corría. Después, se cambió y se acostó en su cama. Tenía la mirada clavada en el techo alto aunque su imaginación le hacía ver que era el protagonista de los libros que leía. Le hacía sentir libertad hasta que se quedaba dormido deseando tener sueños en los que estaba sano y feliz.
Sabían que era una enfermedad, pero no la conocían. Los vampiros, igual que cualquier ser vivo, podían enfermar. Sus cuerpos eran más resistentes y rara vez pasaba, pero no era imposible. De todas formas, al ser enfermedades específicas suyas, se podían tratar, haciendo que el vampiro en cuestión no tardase en estar bien. Pero nadie sabía lo que le pasaba a Seong Hwa. Había empezado unos cuarenta años antes. Al principio eran dolores casuales de cabeza a los que no les daba importancia, pero a medida que los años pasaban, esos dolores se hacían más fuertes y comunes. Su madre habló con una gran cantidad de médicos, tanto vampiros como humanos de confianza, pero nadie le daba una respuesta clara. Varios años después, empezó a sufrir desmayos y convulsiones que podían llegar a durar diez minutos. Podía tener convulsiones dormido, de manera que se mordía estando casi inconsciente y se ahogaba con la sangre que salía de esas heridas profundas en su boca. Su estado le había quitado incluso las ganas de ver a su familia o simplemente hablar y comer, así que no salía de su habitación a no ser que no pudiera soportar el hambre. En ese momento, Seong Hwa llevaba tres años sin salir de su casa. Rara vez abría la ventana para que algo de aire fresco entrara. No quería viajar porque sabía que no soportaría el ruido, por lo que no podía estar en ningún lugar lejano y más silencioso. Él sabía que su cabeza dolería de una forma horrible durante un viaje que podía llegar a durar días enteros. Seong Hwa lo único que hacía era leer o jugar con unos pequeños juguetes de madera que él mismo había hecho cuando aún era un niño muy activo y travieso que ponía muy nervioso a sus padres y su hermana mayor.
Había llegado un punto en el que no sólo se había encerrado en su habitación, también en sí mismo. Se imaginaba las conversaciones que podía tener con otros y se entretenía pensando en qué haría si de un día para otro, como por arte de magia, se curara.
Oh, ¿qué sería lo primero que haría si pudiera salir? Supongo que poner música todo lo alto que quisiera y bailar con Min Ji o Yu Bin. Min Ji lo odiaría, pero sé que al final aceptaría. Pisar el césped descalzo e ir por la ciudad a ver cosas. Podría volver a los teatros y ver espectáculos de magia. Mis padres podrían hacer fiestas y sería capaz de comer todos los días. Quiero reírme muy fuerte y hacer más muñecos pequeños con Yu Bin.
Comentario de la escritora:
Me hace gracia haber pintado a Seong Hwa como un ser despiadado en el primer capítulo al hablar de los recuerdos de Hong Joong, para después describirlo como un príncipe triste, epiléptico y que juega con legos. Me pregunto quién acabará siendo el personaje más terrible de la historia. Porque mi plan es que sea una historia oscura, pero incluso en la oscuridad más dolorosa y destructiva se puede encontrar una luz. Aunque sea lejana y parpadeante.

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El sentimiento de estar vivo.
Fiksi PenggemarHong Joong no entendía que un cuerpo cuyo corazón no bombeaba sangre, sin glándulas que pudieran emanar una mínima gota de sudor por lo frío que estaba, pudiera verse tan sofocado ante él. ¿Era alguna especie de poder que tenían los humanos sobre lo...