Capitulo 2

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El pequeño niño tarareaba y mecía sus piernas mientras era transportado a la cocina del templo. Se sentía tan feliz de poder comer algo después de no haber desayunado nada.

La tranquilidad del niño hizo cuestionar a Claude de si era buena idea llevarselo. Claro, fue por un breve instante. El trofeo de su victoria sería este niño, tal vez podría ponerlo como sirviente o compañero de juego de Athanasia, ya se vería.

Claude giró por un pasillo y solo entonces, Àngelo se alertó. Ese no era el camino hacia la cocina.

— Sacerdote, ¿A dónde vamos?

Espero unos minutos. Nada, el sacerdote no contestó y aún así seguía caminando tranquilamente. La preocupación lo inundo y se retorció incómodo, recibiendo un apretón de advertencia para quedarse quieto.

El menor tembló levemente al sentir el aura tan intensa. Ese no era el sacerdote.

Asustado, el pequeño lloró en silencio. El emperador parecía no importarle en lo absoluto los constantes hipos y sollozos suaves, lo ignoro para encaminarse hacia la salida rodeada de guardias imperiales.

Félix lo observó con neutralidad al pequeño. Hizo una leve mueca al verlo tan asustado, pero ¿Qué podría hacer el? Seguramente el pequeño sería vendido como esclavo, sirviente o juguete, si la mirada de su amigo significaba algo, la tercera opción era la correcta.

El emperador recorrió con su mirada al ejercito y levantó su espada en señal de triunfó.

La ovación no se hizo esperar.

El adorable niño lloró con más intensidad que antes. El olor a sangre lo estaba mareando, simplemente era demasiado fuerte para su delicado olfato. Termino por desmayarse en los brazos de su captor.

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— Oh, mírenlo. Esta tan sucio, pobrecito.

Suaves manos cubrieron la piel expuesta del angelical rostro. Las mujeres del palacio rubí de exaltaron ante el repentino salto de su compañera que tocaba el rostro del niño.

— ¡¿Qué sucede, Anika?!

— ¡La piel es muy suave! ¡Este niño tiene mejor piel que yo!

Las sirviendo bufaron irritadas, era entendible por ser la mujer más joven entre ellas, pero aún así era demasiado exagerada.

— Muy bien, suficiente. — la sirvienta principal ajusto sus lentes y despidió a la mayoría, dejando solo a dos de ellas. — Anika, Rose, se encargarán del niño. Le enseñaran todo lo que se necesita para servir a la princesa Athanasia.

Las mujeres asintieron sin mucho ánimo. La sirvienta principal frunció el ceño.

— Son órdenes de su majestad. Si no desean hacerlo serán castigadas con azotes.

— ¡Oh que va! ¡Sería increíble enseñarle a este lindo niño!

— ¡Si, si! ¡Un verdadero honor!

La mujer mayor asintió. — Así está mejor. El pequeño estará bajo su responsabilidad, si algo le sucede, bueno ya saben lo que pasará.

Ambas sirvientas asintieron rápidamente. No querían tener el mismo destino que la última sirvienta a cargo de la princesa Athanasia.

Al estar solas, suspiraron con pesadez. Estaba el niño inconciente, más no querían cambiarlo para no incomodarlo al despertar.

Anika miro a Rose y sonrió. — ¿Y si... Le ponemos un vestido?

— Ajá, házlo y verás como te odiara.

— No lo creó. Casi parece una niña.

— Si... — Rose asíntio y detallo el rostro del niño, deteniéndose en aquel adorno que cubría la mitad de su rostro. Era metálico y con una gran gema incrustada en el centro. — ¿Por qué tendrá eso en la cabeza?

Anika que estaba mirando fijamente la ventana, le prestó atención a su compañera. Se encontró de hombros y bostezó.

— Ni idea. ¿Vamos por bocadillos?

Rose suspiro. — Tu solo piensas en comida, concéntrate.

— Lo hago. — parpadeó aburrida. — Solo no deseo estar aquí parada, sin hacer nada y a la espera de que se despierte el niño.

Ambas discutieron un poco más hasta que por fin los argumentos de Anika ganaron.
Sin más, salieron de la habitación por un momento, cosa que notó el "dormido" niño. Las orejas puntiagudas se agitaron ante el sonido lejano de los zapatos.

El pequeño se incorporó y al notar sus alrededores soltó un hipo.

— Abuelito...— murmuró con dificultad. — tengo miedo.

Cubrió su rostro con las sábanas blancas y se permitió hacerse ovillo. Junto sus manos y rezo una y otra vez, implorando por su único pariente vivo. El único que parecía importarle su bienestar.

— P-por favor, por favor. — gruesas lágrimas mancharon la almohada. — Ven por mí, por favor.

Suplico, imploró, lloró el volver. Incluso si lo dejaban en aquel cuarto solitario del templo, el quería volver.

— Rápido Anika. ¡Y deja de comer los bocadillos! ¡No son para ti!

No había forma de salir de aquel lugar tan extraño.

Estaba sólo.

— Oh... Ya despertó.

El pequeño peli blanco apretó las sábanas.

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