3. Despistado.

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Terminó siendo cierto, Guillermo estaba con él ahora aunque al principio no lo creyó, haciendo que su amigo fuera recibido con lágrimas y un golpe en el brazo por no haberle avisado. Ahora eran cerca de las cuatro de la mañana y a pesar de que debía estar cansado por el viaje, ahí estaba pasándole Kleenex mientras escuchaba atentamente a su amigo que derramaba todas sus emociones entre lágrimas e hipidos.

—Es que te juro que no puedo, Guillermo —limpió su nariz con el papel, se sentía mal y no sabía si era más el dolor físico o el emocional, pero le dolía la cabeza de tanto llorar.

—Nunca sabrás si no lo intentas.

—No quiero intentarlo, no soy lo suficientemente fuerte para escuchar un rechazo, ¿no escuchaste que hoy me ignoró toda la tarde? A todos les habló, convivió con todos menos conmigo.

—Eso tiene que decirte algo, que hayas sido el único con el que no haya hablado —mencionó su amigo en medio de un bostezo.

—No sé, no quiero saber, odio esto, odio muchas cosas de mi.

—Hirving, no digas eso, tú sabes que no es así.

—No, tú no sabes nada, estoy cansado de esta mierda, Guillermo —Lozano se levantó de la cama y empezó caminar en círculos frente a él, estaba notoriamente molesto, más que molesto, se sentía frustrado y triste —no sabes lo horrible que es sentirte insuficiente al verte al espejo, no sabes lo horroroso que es que a pesar de que te arregles lo mejor que puedes hay gente que al natural pasa a tu lado y se ve mejor que tú, no lo sabes Ochoa, nunca lo sabrás —le gritó sacando todo de su corazón, vaciando su sentir frente a la única persona de confianza que sabía podía escucharlo.

—Y de todo corazón espero que nunca lo sepas, Memo. Que es un sentimiento que me carcome en cada momento. No sabes lo ridículo que me sentí hoy, ver al tal Kevin vestido con algo tan sencillo, pero que lo hacía lucir bien, si yo me pongo eso soy una blasfemia para la industria de la moda. ¿Porqué me pasa esto, Guillermo? ¿Acaso no soy digno de que alguien me quiera también?

De nuevo se soltó a llorar dejándose caer en el piso, el rizado rápidamente se puso de pie y le ayudó a subir a la cama, lo abrazó intentando reconfortarlo hasta que sintió la respiración del menor regularse.

Guillermo no dijo nada realmente porque sabía que su amigo solo necesitaba quien lo escuchara, a pesar de hablar seguido desde que se fue de Italia, la verdad es que no era lo mismo que verlo de frente y sostenerlo cada vez que se derrumbara, le daba miedo pensar cuantas veces tuvo que pasar esto solo. Mañana sería otro día y hablaría mejor con él, también para contarle de sus planes en México, por ahora, aprovecharía para dormir y dejar que el menor descansara.

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El timbre sonó a lo lejos varias veces, demasiado insistente, lamentablemente Memo tenía el sueño ligero, pero a pesar de que se escuchaba la insistencia, se tomó su tiempo para levantarse e ir a abrir.

—¡Hirving! Yo quería... —Carlos se detuvo abruptamente al ver a un completo desconocido frente a él, apenas era unos centímetros más bajo —Lo lamento, yo... Creo que me equivoqué de puerta.

—¿Quién eres tú, güey? ¿Qué quieres con mi Hirvingcito? —Ochoa lo recorrió con la mirada, como intentando analizar al chico frente a él.

—Soy Carlos, entonces, ¿si vive aquí?

—Ah, Carlos, no te equivocaste, sí, aquí vive Rodri, solo que ahora está dormido, ayer nos desvelamos.

Acevedo sentía que le hervía la sangre, no valía la pena hacerse pendejo cuando sabía que lo que sentía eran celos y miró dentro del departamento. ¿Qué eran esas mamadas de "Rodri"? Él quería partirle su madre al imbécil que tenía enfrente, no tenía ni idea de quién era, pero tan solo con verlo tan acoplado al contexto de Lozano lo hacía sentirse envidioso.

Chico De Portada [Lozavedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora