2. Consejos.

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Los meses seguían pasando demasiado rápido para Lozano, entre el trabajo, el acoplarse, el viajar algunas veces y sobre todo las salidas con sus amigos.

Mentiría sino dijera que durante el tiempo que no los tuvo en Italia los extrañó y le hicieron falta. Con Memo todo era tranquilo, con los demás era música, bailes, chismes y sobre todo Carlos.

Carlos, Carlos, Carlos.

Ese nombre se le había vuelto familiar en su lenguaje cotidiano. Guillermo incluso ya sabía de él. Que quería conocerlo decía.

Pero aún así, a pesar de que era consciente de que el originario de Coahuila empezaba a gustarle, no era capaz de hacer algo al respecto. Tenía miedo.

Después de un mes y de coincidir de nuevo en una reunión, el azabache de cabello largo le pidió intercambiar números así que ahora podía ver un poco sobre el mundo con el que él se desenvolvía, chicas y chicos guapos sacados directamente de las portadas de revista. Hirving estaba casi seguro de haber visto a uno que otro en algún anuncio de televisión. Él solamente era él, un chico sencillo y sin chiste que siempre era el último en todo, sobre todo en el amor.

Así que decidió hacer lo que había hecho en las pocas veces anteriores que alguien le gustaba: no hacer nada. Dejar pasar los días frente a sus ojos mirando como se iba lentamente la oportunidad de ganarse el corazón de alguien.

A pesar de que tenía a sus amigos aquí, no sentía la confianza de contarle a alguno de ellos sobre sus sentimientos hacia Carlos, porque tenía miedo de que lo delataran o que hiciera algo que incomodara al de Torreón y que terminara por alejarse.

No, no. Eso no quería.

Así que sólo le quedaba esperar a los fines de semana para desvelarse en videollamada con su amigo para contarle sus penas.

Tres meses después volvieron a coincidir en otra fiesta, esta vez en la casa de Javier, que él no llamaba fiesta, sino reunión de amigos, que probablemente terminarían pedos hasta el tuétano.

—Buenas noches, perdón por la tardanza pero... —se aclaró la garganta y divisó a Carlos sentado del otro lado conversando con un chico desconocido sin prestarle atención —pero tenía que terminar unos pendientes en el trabajo.

—No te preocupes, Chucky, ven acá hay pizza, refresco, botana y si quieres alcohol me avisas —le ofreció Edson.

—Hacía mucho que no me decían Chucky, no me acordaba de ese apodo.

—Fue con el que te conocí.

Ciertamente nunca le gustó ese apodo, pero apretó sus labios y tomó un pedazo de pizza y una lata de refresco.

Se sentó junto a Diego, un chico que apenas había conocido ahora que se instaló en México, era tranquilo y le gustaba platicar con él, aunque esta vez estaba distraído.

—¿Puedo sentarme?

Lainez lo miró y le sonrió asintiendo.

—Por supuesto.

—¿Tiene mucho que llegaste?

—No, apenas unos 20 minutos, por ahí, más o menos.

Lozano no supo que responder y empezó a comer el pedazo de pizza y a mover su pie al ritmo de la música que sonaba, evitando mirar a donde Carlos se encontraba platicando animadamente con el joven demasiado cerca.

Una cercanía que nunca tuvo con él.

De repente la pizza le supo amarga.

—Hirving, ¿puedo platicar contigo?

Chico De Portada [Lozavedo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora