Las cosas habían cambiado, al menos un poco.
Roier debía admitir que desde aquel primer almuerzo que compartió con Spreen, ya la compañía de el pelinegro no se sentía tan atemorizante como la primera vez que interactuaron, aún seguían existiendo las malas lenguas que decían miles de cosas sobre las terribles hazañas que realizaba el chico pero ahora comenzaba a dudar sobre de si lo que rumoreaban era verdad.
Es decir, había acompañado a Spreen en cada receso de la última semana y no había hecho nada criminal, ni raro como muchos especulaban que constantemente hacía, lo que le sorprendía mucho, la verdad. Él esperaba que el alto fuera un tipo puramente malvado por como se le ponía en la escuela, que desayunase odio y almorzase cocaína o algo parecido, pero en realidad Spreen parecía ser un chico... Agradable.
El pelinegro siempre le llevaba un detalle a la hora del almuerzo, ya sea una galleta o una manzana, o cualquier cosa para que degustase, una vez le había dicho que su jugo favorito era el de pera y al día siguiente le había regalado uno de ese mismo sabor. Él siempre lo escuchaba por más estupido que fuese el tema del que estuviese hablando y le seguía la conversación cuando veía que el otro pensaba que no le estaba prestando atención, alentandolo a seguir hablando sin mandarlo a callar como muchos constantemente hacían con el alegato de que hablaba demasiado.
Nunca lo diría en voz alta porque todos pensarían que estaba enloqueciendo, pero se sentía muy cómodo cuando estaba con Spreen, tal vez más de lo que debería.
Parece que de tanto pensar en él, lo termino por invocar, porque justo en ese momento pudo verlo asomarse por el marco de la puerta del salón en el que estaba. No pudo evitar asustarse un poco, ese día se había quedado hasta tarde para organizar lo que sería la nueva edición del periódico escolar, pensó que era el único que quedaba en la institución pero al parecer se había equivocado. Y a juzgar por las pequeñas manchas de pintura en las mejillas de Spreen, tal vez este se había quedado para terminar un cuadro en el taller de dibujo como la última vez que lo siguió a escondidas.
Sintió sus mejillas calentarse al recordar aquella vez.
– Holaa, ¿Qué te atrae por aquí? - Preguntó Roier dejando a un lado lo que estaba haciendo para prestarle atención al chico frente a él. – No creo que quieras unirte al club ahora. – Su voz salió con un tono burlón mientras le sonreía, ahora tenía la confianza como para decirle ese tipo de cosas sin miedo a recibir una paliza de su parte.
– Uh no, para nada wacho. Yo soy un poco... Dise- disléxico y además no soy muy bueno redactando, ni hablando con las personas, no podría unirme aunque quisiese. – Negó haciendo una pequeña mueca.– Solo venía a ver si ya terminaste, yo ya me voy así que pensé que podríamos irnos juntos.
Roier lo miro fijamente, aunque el rostro del pelinegro fuese totalmente serio e inexpresivo, podía notar un leve nerviosismo en sus ojos lo que le indicaba que había algo más que quería decirle, sin embargo, decidió no indagar más en eso.
– Claro, ya casi estoy por terminar así que si quieres puedes esperarme ahí. - Dijo señalando uno de los escritorios que estaban cerca del suyo, recibiendo un asentimiento por parte del chico antes de que sentase en dicho lugar.
– Ok, te espero entonces.
Luego de eso dieron la charla por terminada y Roier siguió con su trabajo, quedando así en un prolongado silencio que extrañamente no fue incómodo para el de cabellos castaños. Ambos estaban en sus mundos, sobretodo el supuesto delincuente que parecía más absorto en sus pensamientos que de costumbre, lo cual era mucho.
Aunque aquel silencio terminó, cuando él por fin se decidió de hablar.
– Roier, ¿Tienes algo que hacer este fin de semana? – Pregunto con su mirada fija en la única ventana del salón.
El nombrado paro de escribir para llevar una mano a su mentón, meditando su respuesta hasta que por fin la obtuvo.- Mhm creo que no, estoy libre ¿Por qué?
– Pues el domingo en la noche harán una feria en el parque con temática de la luna llena o algo así, es una boludez pero... – Tomó un poco de aire y cerro sus ojos antes de seguir con lo que diría.- De verdad me gustaría que fueses conmigo.
Aquello último lo había dicho con una rapidez digna de un rap de Eminem, pero aún así Roier lo logro entender, dejándolo helado.
Es decir, el mismísimo Spreen le estaba proponiendo salir un día no escolar, a mitad de la noche a una supuesta feria con una temática muy rara, cualquiera pensaría que aquello era una excusa para venderle los órganos o algo por el estilo, él mismo lo hubiese pensado de no ser porque en los últimos días se había acercado al pelinegro y había notado que no era tan malo como parecía.
¿Debería de entonces darle una oportunidad?
Las posibles consecuencias de aceptar eran mayores que las de si se negaba, pero tal vez debería de tomar el riesgo por primera vez en su vida y dejar de ser un cobarde. Total, ya no tenía tripita, un riñón menos no importaría tanto.
– Acepto, será divertido.
Y con esaa breves palabras, logro causar en Spreen una gran felicidad que fue muy notable para Roier que poco a poco lograba dominar el arte de entender las emociones del inexpresivo pelinegro.
– Good... ¿Ahora sí me darás tu número? – Dijo, pero de inmediato decidió agregar algo más pues se dio cuenta de que su pregunta sonó muy agresiva.– Para acordar que hora nos reuniremos y eso.
– ¿No te lo había dado antes? – Pregunto confundido, pero luego recordó que había inventado una tonta excusa al final y nunca se lo termino por dar.– Mierda, es cierto... Toma entonces.
Rápidamente escribió su número de teléfono en un papel que tenía cerca y se lo entrego al más alto, que en ese momento se levantó para tomar lo que le ofrecía.
– Gracias, capo.
– Perdón por no dártelo antes. – Rascó su nuca avergonzado, había actuado demasiado paranoico en ese momento como para creer que Spreen lo podría extorsionar por mensajes.
– No te preocupes, tranquilo. – Negó restándole importancia.– ¿Ya estás listo? Creo que el conserje nos va a correr de aquí.
Aquello lo había dicho mirado de reojo al hombre que se encontraba afuera de la puerta de brazos cruzados y con el ceño fruncido, no se veía nada feliz de tener que trabajar hasta tarde por culpa de unos mocosos raros.
Cuando lo vio Roier aguanto una risa y asintió.– Vamos, de todas manera esto lo puedo terminar mañana. – Dicho esto, guardo rápidamente todas sus cosas y se aseguró de que todo estuviese en orden, ya era algo tarde y él también quería irse a su casa a dormir.
Al terminar, ambos se tomaron de las manos y salieron de aquel lugar mientras se sonreían. Aquella costumbre la habían adquirido luego del primer almuerzo, a ningúno de los dos les parecía raro o incómodo así que lo siguieron haciendo aún inconscientemente.
Ahora solo se sentían felices y ansiosos de que llegase el domingo, ambos tenían un buen presentimiento de lo que sucedería ese día.
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Bad Reputation | Sproier
Fanfiction─┈ 𑁍 Spreen es el chico más temido de su clase, todos piensan que es un delincuente y un busca problemas. Roier es el nuevo presidente del club de periodismo al que le toca descubrir si los rumores sobre Spreen son reales o no. ‹ ship de cubito...