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Jin

Mi vida es jodidamente perfecta.

Definitivamente se sentía así cuando me acosté contra el pecho de RM, sus piernas a cada lado de mí mientras nos recostábamos en la terraza privada. Incluso en medio de la noche, el Sunset Strip seguía estando despierto, pero los tenues sonidos de la música y el tráfico que viajaban con la cálida brisa eran como una canción de cuna. Exhalé un largo rato y cerré los ojos, completamente contento de quedarme donde estaba por el resto de mi vida, y a juzgar por la perezosa forma en que RM trazó las puntas de sus dedos hacia arriba y hacia abajo de mi pecho, él sentía exactamente lo mismo.

No habíamos dicho mucho entre salir de nuestro dormitorio e instalarnos aquí en uno de los sillones reclinables. Pero mientras yacía allí, envuelto en los brazos de RM, la calma que nos rodeaba se sentía tan reconfortante como la bata que me había puesto.

Mágico. Así era cuando estaba con RM. Y la parte loca era que aunque todo esto desapareciera mañana, si todo el brillo y el glamour que venía de la mano de Ángel Caído se desvaneciera... seguiría sintiéndome como si mi vida fuera perfecta, y eso tenía todo que ver con el hombre del que me había enamorado tan profundamente. El hombre que nunca había visto venir.

—Un centavo por tus pensamientos —dijo RM, aún acariciando mi piel.

—Hmm. —Subí y bajé mis manos por sus muslos cubiertos con una bata—. ¿Sólo un centavo? ¿Por qué no 25 centavos? ¿O un dólar?

Podía sentir la sonora risa de RM desde donde mi cabeza yacía contra su pecho.

—Mil putos dólares por tus pensamientos, Ángel.

Me reí y cubrí su mano errante con la mía, llevándola hacia arriba para sostenerla sobre mi corazón. Mientras mi risa se desvanecía, miré hacia el cielo nocturno justo a tiempo para ver una estrella fugaz a través de la oscura extensión. Rápidamente pedí un deseo y luego llevé la mano de RM a mis labios, presionando un beso contra sus nudillos.

—¿Pediste un deseo? —le pregunté.

—¿Un deseo?

— A la estrella fugaz. ¿No lo has visto? Se supone que debes pedir un deseo cuando la ves.

—No miraba a nada más que a ti.— Las palabras de RM hicieron que mi estómago se volviera loco, y cuando me incliné para mirarlo, dijo— : ¿Qué deseas, Ángel?

—Esto —dije—. Que sea así para siempre.

RM se sentó y me obligó a hacer lo mismo, y me sostuvo la nuca mientras me traía para un beso tan apasionado que hizo que todo mi cuerpo se sintiera como un alambre vivo. No había nada mejor en el mundo que cuando los labios de RM estaban en los míos. No importa cuán locas se volvieran las cosas, un beso de él y yo estaba en casa.

天使³ [ NamJin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora