Un día de primavera, cuando tenía 20 años, Maya se fue a trabajar al café en el que llevaba trabajando casi un año para poder cubrir sus gastos. Ya estaba más que acostumbrada al ajetreo y bullicio de la hora punta de la tarde, que era el turno que le tocaba hoy.
Pero, apenas al empezarlo, supo que algo no estaba bien. Había bebido mucho té negro en casa y ahora tenía ganas de orinar.
En un día normal simplemente hubiera ido al baño, pero hoy era un día especialmente ajetreado, por lo que bajo ningún concepto podía dejar sola a su compañera Sarah, así que intentó ignorar las ganas y siguió trabajando, atendiendo a los numerosos clientes y esperando poder tener un respiro.
Pero este no llegaba y las ganas de orinar crecían y crecían. Empezó a cruzar las piernas y moverse de un pie a otro para aguantar e intentó distraerse cantando canciones en su cabeza, pero nada funcionaba muy bien.
Varias horas después la necesidad de Maya de ir al baño ya era insoportable, era como si tuviera un océano de orina en su vejiga. Estaba tan preocupada por no orinarse que empezó a cometer errores. Se equivocó con varios pedidos, parecía ignorar a la gente, apenas se la entendía cuando hablaba...
"Oye Maya, ¿estás bien?", le preguntó Sarah. "Hoy pareces muy distraída".
"Sí, n-no es nada, tranquila", contestó Maya, forzando una sonrisa y tratando de mantener su voz firme.
Pero no estaba bien. Sentía cómo su vejiga se contraía, intentando vaciarse. Sus piernas temblaban y su corazón latía rápido. Sabía que no podía esperar mucho más, pero había clientes esperando y no quería dejarle toda la responsabilidad del café a Sarah, ni siquiera por unos segundos. Estaba limitada a apretar sus piernas y retorcerse para poder seguir aguantando.
En unos minutos llegó a su límite, por lo que se excusó y corrió al baño, pero estaba ocupado. Se iba a quedar en la puerta hasta que pudiera entrar, pero la llamaron de la mesa que está al lado, por lo que fue a atenderla.
Seguía aguantando, pero ya no podía disimular. Cruzaba y apretaba sus piernas y entrepierna como si le fuera la vida en ello.
"Disculpe", llamó el hombre. "¿Está bien?", preguntó antes de hacer su pedido.
"S-sí, gracias por preguntar", respondió Maya con una sonrisa tensa. "Sólo tengo un... globo de té en el estómago. ¿Podría darse prisa con su pedido, por favor?", dijo tratando de dar pena.
Pero no sirvió de nada, el hombre parecía no ver su sufrimiento. De repente, Maya empezó a sentir cómo su orina empezaba a mojar completamente la zona inferior de su cuerpo y formaba un enorme charco alrededor de ella.
"¿De veras te estás meando encima?", dijo el hombre enfadado. "No mames".
"Lo siento mucho", dijo Maya tratando de mantener la compostura. "El baño estaba ocupado y ya no pude aguantar más..." agregó, queriendo desaparecer.
El cliente negó con la cabeza y la alejó con la mano. Maya se sintió humillada. Sabía que tenía que contarle a su jefe lo que había sucedido antes de que lo hiciera el cliente.
Cuando se lo contó, el jefe fue comprensivo al principio. Pero cuando explicó que se había orinado encima mientras atendía a un cliente, perdió la paciencia.
"Como comprenderás, Maya, no puedo permitir ese tipo de comportamiento en mi café", dijo apenado. "No me queda más opción que despedirte, lo siento".
Maya entró en pánico. ¿Cómo iba a sobrevivir ahora? Pero al mismo tiempo se sintió aliviada, ¡ya no tenía que lidiar con una vejiga llena!
Por suerte, a las pocas semanas pudo encontrar un trabajo como secretaria en una oficina del centro de la ciudad.
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El aguante Maya
Ficción General¡Hola! Aquí os traigo la historia de Maya, una mujer mexicana de 23 años que desde los 17 le encanta aguantar su orina durante largos períodos de tiempo. Disfruta sintiendo cómo su vejiga se llena y las ganas de orinar se vuelven cada vez más intens...