Eran las 20:07 de aquel día de Junio, se acercaba ya la puesta de sol y yo caminaba pensativa hacia mi casa.
Llevaba mi usual vestuario, mis baqueros pitillos, una camiseta blanca con unos dibujos muy monos y mis queridas converse blancas.
Mis orejas estaban ocupadas por unos cascos los cuales hicieron que no me diera cuenta de que una moto giraba la esquina en el mismo instante que yo iba a cruzar. Fue un chico, el cual no podía ver muy bien a causa de su ropa oscura y su casco negro, quién frenó en seco y evitó que pasara la noche en el hospital.
Cuando vi tal frenazo, me asusté y rápidamente me quité los cascos de las orejas, había faltado poco!
El misterioso chico, había bajado de la moto y me preguntaba si estaba bien sin que le hubiera dado tiempo a quitarse el casco.
