Capítulo 10

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Viernes, 26 de febrero

Estaban sentadas en la sala de estar de Roseanne. Cansadas. Jennie miró su reloj.
Eran casi las once de la noche, y ellas habían estado en pie desde las cinco de la mañana. Llevaban casi 20 horas levantadas. Miró la cara de la mujer que había enfrente de ella, la cual daba un sorbo de su vaso de leche.

Roseanne pasó un plato de galletas a Jennie. Suspiró y extendió una pierna sobre la mesa de café. La chimenea estaba encendida, pero Roseanne no creía que las llamas fueran las responsables de las sombras que apreciaba bajo los ojos de Jennie. Había sido un día duro y ella misma estaba que no se tenía en pie.

—¿Cansada? —preguntó retóricamente.

Jennie la miró como si estuviera loca, pero contestó la pregunta de todos modos.

—Dios, sí. Estoy muerta —la escritora miró su vaso de leche sin ganas. No había bebido leche desde que era una niña. ¿Cuál era la obsesión de Jihyo con este líquido? Cuando ellas entraron en la sala, la chica les dio un vaso de leche a cada una y acto seguido se fue a la cama sin pronunciar palabra. Era muy rara.

—No sé cómo haces esto cada día. Y no sé cómo puedo seguirte —dijo la
escritora— No estoy segura de cómo vamos a sobrevivir cuatro años —cogió un par de galletas Oreo y las puso en sus piernas, sin importarle un pepino que estas mancharan su falda de color crema. Para eso inventó Dios el lavado en seco. Le devolvió el plato a Roseanne.

—De hecho, hoy fue un poco más duro de lo normal, y lo sabes. El pequeño
ataque del Secretario de Defensa fue inesperado, y eso trastocó totalmente mi agenda...

—Ese hombre —Jennie abrió una Oreo chupando la crema y quitándola con los dientes— Es un idiota.

Roseanne asintió, metiendo su galleta en la leche hasta que quedó bien empapada.

—Me odia.

—Entonces es más idiota de lo que pensaba. ¿Por qué te odia? —Jennie gimió un poco mientras bebía su leche. ¡Estaba buena!

—Por que sí —Roseanne metió rápidamente la galleta mojada en su boca— Y... Estas son sus palabras no las mías —Roseanne imitó el profundo acento de Boston— Es más falso que un billete de tres dólares.

—¿Toda esa basura de hoy era porque eres lesbiana?

La mujer alta resopló.

—Muchas personas me odian porque soy lesbiana —dio un trago de leche y una diabólica sonrisa cruzó sus labios, causando que la leche se saliera de la boca. Roseanne se inclinó un poco y susurró en tono de conspiración— Quiero que el Tesoro Federal imprima billetes de tres dólares solo para joderle

Jennie estalló en carcajadas y sólo fue capaz de evitar regar a Roseanne de los
trozos de galleta que salían disparados de su boca, colocándose la mano delante. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

—No deberías querer empezar con algo tan drástico. Quizás podrías empezar con algo un poco más pequeño. Por ejemplo, con sellos para coleccionar de Roseanne Park en un fondo arcoíris... Yo me compraría hasta el álbum —después la cara de Jennie se volvió seria— ¿Por qué tener un miembro del gabinete que te odia? —miró envidiosamente los pies descalzos de Roseanne.

Roseanne, notándolo, movió alegremente los dedos de los pies.

—Quítatelos. Ah, y ya que lo has dicho, tienes que estar muerto para que pongan tu cara en un sello. No le voy a dar esa satisfacción.

𝑺𝒆ñ𝒐𝒓𝒂 𝑷𝒓𝒆𝒔𝒊𝒅𝒆𝒏𝒕𝒂 - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora