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-La felicidad es una bendición, pero generalmente es también una conquista.
-Paulo cuelho.
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Sabía que eran ellos, sabía que aquellas criaturas no eran más que mis propios demonios, esas miradas eran iguales a las de aquella noche.
Me atormentaban, desde esa sombría noche había tenido que cargar con mis penas por lo que me resta de vida.
Pero yo tenía un propósito, yo los dominaría, estarían a mis pies, tendré el control absoluto sobre ellos.
Sería fuerte, inalcanzable.
Sabía muy bien que esto pasaría, pero es el primer pasó, tenía que hacerlo, sabía que ellos me atormentarían, pero mi objetivo en este momento era está ciudad.
La ciudad de la sangre, la ciudad de los caballeros, ese era mi objetivo principal por ahora, el primer pasó al control total, a la verdad.
- La ciudad de Welberh.
-Si, me encontraba desplomada entre las frías y solitarias calles de Welberh.
-En donde por una razón ilógica, las sombras salían por el día, si, a la vista de todos, con esas sonrisas hipócritas capaces de engañar a los pobres inocentes, aunque algunos eran tan convencionales que podían engañar asta a la propia oscuridad.
Las sombras salían a relucir a plena luz del día, con sus máscaras bien puestas, sin una pisca de remordimiento y cargando con su propia oscuridad.
Su oscuridad, no representaba más que las súplicas de aquellas víctimas, su dolor, su arrepentimiento, su vulnerabilidad. Y parece increíble, pero mientras más grande es las sonrisas, más inmensa es la oscuridad que esconden detrás de ella.
Quien lo diría, Welberh, una pequeña ciudad "tranquila" y silenciosa, envuelta en un gran secreto.
