Capítulo IV.

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Me mire por enésima vez en el espejo, asegurándome que el uniforme escolar estuviera bien acomodado. No me gustaba tener que usar un uniforme, pero supongo que las reglas en Francia son otras. Cuando estuve segura de tener todo en su lugar salí de la habitación y baje las escaleras hasta llegar a la pequeña estancia. Podía sentir mi estómago hecho un nudo por los nervios. No me sentía lista para regresar a la escuela, mucho menos si tenía que hacerlo en otro país en donde ni siquiera se hablaba mi idioma. Mi frances era torpe, y estaba segura que mi acento era vergonzoso; no es como si en casa lo hubiese practicado mucho, no tenía la necesidad. En la estancia se encontraba Aurélie con una sonrisa pintada en el rostro para recibirme, le devolví el gesto, pero con menos efusividad.

-Buenos días, cariño.

-Buen día, Aurélie -Pasee la mirada por la estancia, buscando a Matthieu. No lo encontré.

Llevaba tres semanas viviendo con los Chevalier, y en todo ese tiempo no logré ningún avance con Matt. Nuestra relación era estática, por no decir nula. Raramente lo veía en casa, ya que el chico pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación jugando algún juego online. Ni siquiera comía con nosotros. Aurélie me hizo saber que no tenía nada que ver conmigo, dijo que él siempre solía comer solo. Lo único que yo me preguntaba era: ¿qué clase de adolescente es Matthieu? Parecía no querer interactuar con nadie, ni con su propia madre. Suspiré y dejé caer mi trasero en un pequeño sofá junto a las escaleras. Me esperaba un año muy largo en Francia.

-Matthieu no debe tardar, no te preocupes -comentó Aurélie mientras rebuscaba algo en su bolso-. Siempre hace lo mismo, parece que disfruta llegando tarde a clase.

Estaba apunto de contestar, pero unos pasos provenientes de las escaleras me hicieron callar. De inmediato me puse de pie y acomode correctamente mi falda, mientras miraba nerviosamente hacia las escaleras. Matthieu apareció, vistiendo el mismo uniforme que yo, pero de manera más desenfadada, como si no le preocupase su apariencia. Su negro cabello lucía despeinado y le caía sobre los ojos y la nuca. Desee lucir tan despreocupada como él, más natural y confiada.

Le sonreí. Él desvió la mirada.

Inspire profundo y apreté los puños. Aurélie no se cansaba de repetir que el comportamiento de Matthieu no era algo personal o en mi contra, pero no podía evitar sentirlo así. La manera en que me evadía era digna de una persona que no soporta a otra. En ese momento, más que nunca, quise regresar a casa. Extrañaba excesivamente a mis amigos, ese grupo de personas a los que sonreía y me devolvían el gesto sin pensar. Me sentía tan vacía y sola, muy lejos de todo lo que conocía y quería. Contaba los días para mi cumpleaños número 18, esos días que me separaban de mi hogar. Suspiré. Observe por el rabillo del ojo a Matt, que jugaba nerviosamente con un hilo suelto de su blazer.

-Es mejor que se vayan si quieren llegar a tiempo -ordenó Aurélie, dejando su bolso de lado-. Me gustaría poder llevarlos, en especial por ser tu primer día, Charlie...

-Descuida, no es ningún problema ir en autobús -Sonreí para restarle importancia al asunto.

-Bien, ¿nos vamos? -intervino Matt sin ver a nadie en específico.

Y esa fue la primera vez, en semanas, que escuche su voz.


[...]


Caminábamos a paso lento por la acera, sin decir palabra. El silencio entre nosotros era tan denso que podía cortar el aire. De vez en cuando lo observaba por el rabillo del ojo y pude notar que mordía su labio inferior de manera excesiva. Quería decirle algo, lo que fuese, pero por mi cansada cabeza no pasaba ni la menor idea. Decidí olvidar el hecho de que a mi lado caminaba un primo que parecía querer ignorar mi existencia y me dedique a observar el río de tranquilas aguas que corría a nuestro lado.

The passing of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora