Capítulo V.

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Sentados lado a lado el viaje en autobús parecía una tortura. Ninguno de los dos decíamos palabra y el silencio que nos envolvía era pesado e incómodo. De tanto en tanto echaba miraditas en su dirección, encontrandolo mordiendo sus uñas hasta casi arrancarlas de sus dedos o raspando una vieja herida que tenía sobre el dorso de la mano. Además siempre tenía la mirada perdida, como si su mente estuviese viajando por lugares desconocidos e inalcanzables para cualquier humano normal. ¿Cómo podría iniciar una conversación con alguien así? Matthieu parecía ser imposible.

Aparté la vista de la ventana y volví a mirarlo, esperando encontrar a una persona diferente. Pero lo único que encontré fue al mismo chico de aspecto ansioso y poco sociable que tenía por primo. No me di cuenta que lo estaba mirando fijamente hasta que él se giró a verme un tanto nervioso, preguntándose tal vez porque era que lo miraba tanto. Fue la primera vez que pude detallar su rostro con claridad y pude notar los enormes ojos verdes que parecían absorber tu alma. ¿Cómo no los había notado antes? Habría jurado que los tenía azules, al igual que el resto de su familia. Pero los de él eran mucho más bonitos, tan profundos y tan verdes que casi parecían irreales.

-¿S-sucede a-algo? -preguntó con nerviosismo.

Inmediatamente quise que la tierra se abriera en dos y me tragara, pero decidí no dejar que mi vergüenza ganará y aproveché la oportunidad para iniciar una conversación.

-Que bonitos ojos tienes -solté sin pensarlo.

Me arrepentí de inmediato de haber dicho lo que dije, porque sólo logré que Matthieu enrojeciera más que un tomate y comenzará a balbucear un gracias de manera penosa. Le sonreí para tranquilizarlo y decidí que cambiar de tema era lo mejor.

-¿Conoces a Cécile? -pregunté tratando de sonar casual.

No es como si me interesara mucho, pero fue lo único que encontré que teníamos en común. Además podría hacer de cupido y juntar a ese par, aunque imaginar a Matthieu de novio con cualquier chica era algo gracioso.

-¿A q-quien?

-Cécile -dije con obviedad-, la chica rubia que estaba conmigo a la hora de salida.

-No. B-bueno, si... en realidad no.

-¿Cómo es eso? -pregunte divertida.

-I-iba en mi clase, p-pero perdió un año, no la c-conocí muy bien.

Pues ella parece conocerte muy bien, pensé con diversión. Él desvió la cabeza, dando por finalizada nuestra precaria conversación. Me desinfle como un globo ante su evasiva, pero lo supe disimular muy bien. El resto del trayecto fue completo silencio, hasta que llegamos a casa y él subió corriendo por las escaleras a encerrarse en su habitación y jugar su estúpido juego online. Me dejé caer en el sofá agotada por mi primer día de actividades escolares y también un tanto molesta por la actitud distante del menor de los Chevalier. Con un movimiento mecánico saque mi teléfono móvil del bolsillo de mi blazer y me dispuse a enviar un mensaje a Lindsay.

"ES IMPOSIBLE. Lo juro Linds, he tratado de todo, me rindo".

Deje el móvil sobre mis piernas y pasee la mirada por los estantes que contenían fotografías familiares. Los Chevalier eran tan perfectos que daban miedo, todos rubios con enormes ojos azules y bien presentables. Una familia tan bonita no podía ser algo bueno. Claro que había algo que desentonaba en cada fotografía familiar, una mata de cabello negro revuelto, una piel pálida y unos grandes ojos verde intenso. Matthieu me daba cierto aire de familiaridad, pero no podía recordar de quien. Mis pensamientos fueron alejados por el sonido estrepitoso que emitió mi teléfono móvil. Lo elevé a la altura de mi rostro y leí el mensaje de Lindsay que decía:

The passing of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora