Capítulo II.

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Lindsay estrechaba mi mano con fuerza mientras sollozábamos en silencio. Nos encontrábamos en el aeropuerto, sentadas en una de las tantas bancas metálicas. Aurélie nos observaba desde lejos, temiendo que de un momento a otro fuese a salir corriendo.  En cuestión de minutos me marchaba, y la sensación de tristeza era tan fuerte que me hacía doler el pecho. Las despedidas no me gustaban, es por eso que no avise a ninguno de mis amigos, a excepción de Lindsay, quien es mi mejor amiga desde preescolar y con la que he compartido miles de momentos. No podía irme sin despedirme de ella, sin decirle que la extrañaría y que nunca podría encontrar a otra persona tan especial.  

 

—Sólo un año, Charlie —me miró con ojos esperanzadores, tratando de animarme—, en doce meses cumples los 18 años, entonces podrás volver.

 

—No entiendo porque se empeña en llevarme con ella —refuté con enojo—, podría haberme quedado aquí, a tus padres no les hubiera molestado.

 

—Pero tu tía es tu tutora legal, tu madre lo dejó por escrito, no hay nada que podamos hacer para evitarlo —su expresión era suave pero al mismo tiempo impasible. De las dos, siempre fue Lindsay la más centrada, la que nunca perdía la cabeza y la que se encargaba de hacerme entrar en razón— ¡En un año mis padres estarán encantados de recibirte! Pero por el momento no tienes otra opción que ir a vivir con tu tía.

 

—¡Ni siquiera los conozco, Lindsay! Los he visto sólo una vez y eso fue hace muchísimo tiempo, cuando tenía apenas cinco años. ¿Qué tal si son unos locos homicidas?

 

—¡No exageres, Charlie! Además no puede ser tan malo, ¡Te vas a Francia! Seguramente habrá muchos chicos guapos —hizo un movimiento de cejas coqueto—, míralo por el lado amable.

 

—Me importa un carajo los chicos guapos, yo sólo quiero estar aquí, mis padres están aquí —terminé la oración en un susurro.

 

Lindsay, a pesar de ser una de las personas más empáticas de todo el mundo, no supo qué decir en ese momento. ¿Quién iba a visitar la tumba de mis padres? ¿Quién se encargaría de llevarles flores? No quería abandonarlos, y eso era por lo que más me dolía dejar Scranton, Pennsylvania.

 

Mi amiga lo único que hizo fue darme un abrazo tan fuerte que casi me sacó por completo el aire, pero en ese momento no me importo en lo absoluto. No iba a volver a verla hasta dentro de mucho tiempo, por lo que le permitiría cualquier cosa que quisiera hacer conmigo. Al ser hija única, veía a Lindsay como mi hermana, y para mí no había más familia que mis padres, y ella. Aurélie, su esposo y sus hijos no era más que unos extraños para mí, ni siquiera los conocía en fotografías. Sólo tenía el recuerdo de haberlos visto cuando éramos niños, y así como yo no soy la misma, ellos tampoco deben serlo.

 

Aurélie se acercó a nosotros, mirándonos con cierta tristeza. Quise borrar esa expresión de un golpe, pero era algo que jamás haría. A pesar de que sentía que la odiaba, y que la culpaba por tener que abandonar Scranton, jamás haría algo tan salvaje como liarme a golpes con una persona. Aún era una chica de 17 años criada de manera convencionalista y religiosa, donde las palabrotas y las peleas a golpes eran dignas de la gente más ruin. Aparté la vista y limpié un par de lágrimas que resbalaban por mis mejillas.

The passing of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora