Day 2: Family.

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Es bien sabido que la gastronomía italiana es una de las más maravillosas del mundo y que su gente se siente orgullosa de ella. La cocina forma parte de la cultura a un nivel tan importante que la mayoría de la población sabía cocinar al menos uno de sus platillos tradicionales.

Normalmente era tarea de las abuelas y las madres italianas enseñar a sus hijos los secretos de su cocina desde que estos eran muy pequeños. Desde muy temprana edad, los niños son invitados a la cocina para que poco a poco se familiaricen y aprendan de manera natural.

Los italianos se enorgullecían de dos cosas: Su gastronomía y su familia. El cocinar era un arte sagrado, pues unía ambas cosas.

Giorno Giovanna no era italiano, pero había vivido la mayor parte de su vida en Italia y disfrutaba de sus manjares, mas no era capaz de cocinar la mayoría de ellos, ya que durante su infancia le faltó un elemento muy importante: Una familia.

El chico tuvo una madre biológica, pero ésta nunca se preocupó por él, ni siquiera le interesaba verificar que estuviera bien alimentado y ella misma era incapaz de cocinar muchas de las delicias de aquel país. Tuvo también un padrastro, un hombre italiano que fue la razón por la que llegó a aquel país, pero le importaba tan poco como a su madre, así que nunca tuvo la intensión o el detalle de tratar de enseñarle algo.

Por supuesto que información como esa permanecía como un secreto a conocimiento público. Nadie necesitaba saber algo como eso, sin embargo cuando sus amigos se enteraron de que no sabía cocinar, decidieron no quedarse de brazos cruzados.

— ¡Por fin llegan! ¡Se demoraron demasiado! — Reclamó Trish, pues llevaban más de una hora esperando al resto.

— Lo siento, Fugo insistía en regatear en cada lugar que parábamos — Dijo Mista, adentrándose a la cocina con una bolsa de papel de la que sobresalía una barra de pan.

— Simplemente me niego a pagar más del precio correcto — Se explicó Fugo, llevando consigo otra bolsa.

— ¡Eso da igual! ¡Ya no tenemos que preocuparnos por el dinero! — Se quejó Mista, algo rencoroso por haberse tardado tanto.

— ¿Trajeron todo lo de la lista? — Cuestionó Trish comenzando a revisar todo el contenido de ambas bolsas.

Giorno observaba a sus amigos en silencio, esperando sentado en una de las cuatro sillas de madera de aquella pequeña y pintoresca casa. Siendo el chico tan analítico que era, podía darse cuenta de lo importante que era todo el asunto para sus amigos y lo serio que se estaban tomando todo.

— Me parece que no estabas preparado para lo que venía cuando mencionaste lo de cocinar — Dijo una voz a su lado, perteneciente al único miembro capaz de estar sobre la mesa.

Giorno miró al fantasma que fungía como su consejero y no pudo más que darle la razón.

Ya había pasado un año desde que el joven asumió el cargo de jefe de la mafia y hasta el momento las cosas marchaban positivamente. Mientras él llevaba el liderazgo tenía a Mista a su lado como su guardaespaldas y su tercero al mando, mientras que el fantasma dentro de la tortuga cumplía el papel de su consejero, también estaba Fugo siendo el asistente y secretario cuyo trabajo era supervisar todos los informes de las ganancias y las exportaciones.

El camino hasta allí fue largo, pero se las arreglaron para transitarlo firmes y sin doblegarse. Ahora se encontraban visitando a Trish, quien después de todo lo vivido con su padre deseaba alejarse de la mafia lo más que fuese posible, estableciéndose en Capri, pues la isla le había cautivado en el corto tiempo que estuvo allí en el pasado, sin mencionar que le tenía un cariño especial al ser el lugar donde los conoció.

GioMis Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora