𝓛𝓪 𝓡𝓮𝓲𝓷𝓪 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓻𝓾𝓲𝓭𝓪 𝓭𝓮 𝓐𝓽𝓵𝓪𝓷𝓽𝓲𝓼

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SPOILER ALERT

Este capítulo no tiene que ver con los anteriores, es un capítulo alterno que también tiene que ver con la historia de Ash, pero contiene escenas de eventos futuros que proceden al libro La Reina de Atlantis. Toma lugar unos cinco años después de que este libro acaba.

Si decides proseguir, lees bajo tu propio riesgo de spoilearte pero feo la historia de Ash. Pero como mi pasión es spoilear gente pues decidan y tortúrense ustedes en su decisión de leer o no leer.


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El llanto desgarrado de una niña la despertó, pero no le asombró. Pasaba todas las semanas, y en ocasiones a diario.

Se sentó en su cama, con el pelo y la cabeza revuelta. Miró alrededor del cuarto, buscando a la pequeña que lloraba. Como de costumbre, la encontró en un rincón de la habitación, con la cabeza hundida entre las piernas; sus sollozos escapaban de sus labios bañados en lágrimas, y su ojos hinchados por el llanto y los golpes no podían estar más empapados y con una mirada más descorazonadora.

Ash soltó un suspiro cansado. Por fin, luego de casi una semana sin poder dormir a causa de su insomnio, había logrado conciliar el sueño, y esto sucedía: la visita de su yo pequeña.

No le sorprendía, en verdad. En realidad, siempre pasaba, prácticamente a diario. La mayoría de los días se veía a sí misma todo el tiempo, casi como si fuera su eterna acompañante; a veces corriendo por los pasillos, otras arrinconada en la sala del trono. Sin embargo, a todo momento estaba en su habitación, jugando con su pequeña langosta de peluche o leyendo un libro, sumida en un mundo de fantasía irreal para escapar del suyo propio, que más de fantasía parecía hecho de pesadillas.

En pocas ocasiones, se aparecía durante las noches, como en ese momento, y lo cual Ash odiaba, ya que eran las peores visitas. Eran tan horribles y le traían tantos recuerdos y visiones escalofriantes que a veces terminaba tremendamente enferma, vomitando, con una fiebre de 40° y la nariz sangrándole.

Detestaba esas visitas, pero, al ver que aunque parpadeara repetidas veces su yo pequeña no desaparecía, supo que no podría evitar la sesión de tortura visual.

Se acercó al borde de su cama y, meditándolo mucho, se puso en pie. Apenas hacerlo, se tambaleó terriblemente, tanto que tuvo que apoyarse de una pared. Las vueltas que le estaba dando la cabeza se estaban trasladando a su estómago, y las piernas le temblaban tanto que parecía que tenía un terremoto dentro de ellas.

Ese día, había decidido soltar el tridente, luego de casi un mes con él en mano; sabía de antemano que le afectaría, pero tampoco pensó que tanto. Si incluso más temprano, cuando lo soltó por orden de Meredith, quedó inconsciente por aproximadamente cuatro horas, y, cuando despertó y se vio al espejo, creyó que había muerto de la palidez cadavérica y fantasmal que cubría su rostro y ojos.

Y ahora el tridente le seguía cobrando su exceso de uso con su debilidad.

Como pudo, caminó hasta la niña, y se quedó parada a su lado, viéndola sollozar. Con voz cansada, habló:

-¿Qué sucedió esta vez? -le preguntó casi automáticamente, ya acostumbrada a preguntarle eso siempre que aparecía llorando.

Asherah soltó un hipo antes de responder, sorbiéndose la nariz.

-Me...me golpeó... -lloriqueó la pequeña, atrayendo las piernas a su pecho, abrazándolas. -Pa...papá me golpeó.

Ash la miró fijamente. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas, y, a pesar de la oscuridad del cuarto, podía ver manchas de sangre en su nariz y en su golpeada boca. El sufrimiento estaba estampado en sus ojos, en una mirada rota y destruida.

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⏰ Última actualización: Apr 19, 2023 ⏰

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𝑳𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝑨𝒕𝒍𝒂𝒏𝒕𝒊𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora