𝟐. 𝑬𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂𝒓𝒆𝒔

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Ash había esperado encontrarse con la típica discusión entre humanos piratas y sirenas de todas las semanas, esas que, como mucho, llegaban a amenazas de confrontamientos. Pero parecía que esta vez las amenazas se habían cumplido. 

Cuando llegó al puerto, se halló con una batalla campal que se desarrollaba violentamente frente a sus ojos castaños.

El muelle estaba asediado por humanos que les arrojaban furiosamente lanzas, flechas, dagas y redes al gran grupo de sirenas que les rodeaban e intentaban hundirles para llevárselos a las profundidades y hacerles...bueno, lo que siempre le habían dicho a Ash que le harían si no se marchaba de Atlantis: devorarlos vivos, de adentro hacia afuera, y freír sus órganos para hacer salsas con estos.

Ya algunas sirenas yacían atrapadas en redes, agitando con fuerza sus colas, intentando liberarse, y unos cuantos humanos estaban tendidos en el suelo, con heridas sangrantes y cortes de garras afiladas. Unas garras que Ash y su piel conocían muy bien.

-¡¿Por qué diablos no viniste a buscarme antes si era tan grave?! -le replicó a Iris, al tiempo que desenvainaba su espada de plata y subía al muelle.

-¡No estaba así de mal cuando fui a buscarte! -repuso ella, desenfundando sus dagas y siguiéndola. Ambas se unieron a la batalla. -¡Además quién te manda a desaparecerte! ¡Si no te hubieras escondido en tu barco te hubiera encontrado mucho más rápido!

Ash quería seguir reclamando, pero la sirena que en ese momento la tomó del tobillo la interrumpió.

Antes de que la chica siquiera pudiera reaccionar correctamente o zafarse, la condenada sirena jaló de su pierna, haciéndola caer de espaldas, causando que se golpeara en la cabeza, aturdiéndola el tiempo suficiente como para poder seguirla jalando, con intenciones de llevársela al fondo del mar, probablemente a un restaurante de Atlantis, para cocinarla y comérsela gustosamente.

"Hoy no, maldita" pensó Ash cuando, a punto de caer del muelle, se aferró con fuerza al borde de este, salvándose de ser hundida en el mar.

Pero la sirena no se quedaba atrás; jalaba con tanta fuerza la pierna de Ash que parecía que se la iba a desprender del cuerpo. No pudo evitar soltar un gemido de dolor; sus piernas eran su debilidad por...cierta discapacidad que tenía, y que luego conoceremos. A pesar de que sentía que le estaban desgarrando la pierna, no quería hacerle daño a la sirena para poder soltarse y salvarse; sí, podía sonar algo estúpido, pero era la princesa de Atlantis, técnicamente la reina, y esa sirena era una de sus súbditos, y la reina NO podía, definitivamente, herir a uno de los integrantes de su reino. Ni en un millón de años.

Pero aquella diabla marina, a cada segundo que pasaba, sólo le daba más ganas a Ash de golpearla. Sobre todo con lo que hizo a continuación.

Como Ash no cedía a sus esfuerzos por hundirla, la sirena decidió recurrir a medios...un poco más violentos. Ignorando las sacudidas y esfuerzos que la muchacha hacía por liberar su pierna, la sirena abrió ampliamente sus fauces, enseñando sus largos afilados y punzantes colmillos sedientos de sangre, para luego clavar los mismos en la pantorrilla de Ash.

La chica soltó un grito, mientras sentía cómo los dientes caninos de esa maldita sirena se hundían en su piel.

Su grito logró llamar la atención de Iris, que ya exhibía un corte delgado y sangrante a lo largo de su mejilla, producto de haber estado ayudando a otro pirata a zafarse de las garras de una sirena. Se acercó a Ash de inmediato, arrodillándose frente a ella, tendiéndole una mano.

-¡Ash! -gritó, al tiempo que la muchacha aceptaba su mano. -¡¿Qué demonios haces?! ¡Suéltate, dale una patada, algo! -le chillaba Iris, desesperada.

𝑳𝒂 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝑨𝒕𝒍𝒂𝒏𝒕𝒊𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora