6. El Monstruo

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Tras una semana, el día de la presentación llegó. Así que cuando Slughorn pasó por nuestra mesa, procuré mantener la calma mientras Malfoy y yo intercambiábamos miradas de desconfianza. Nuestra tarea era clara: demostrar que podíamos trabajar juntos, pero la tensión flotaba en el aire como una poción mal preparada.

—Bien, chicos, el momento de la verdad ha llegado. —Slughorn sonrió, aunque su mirada expresaba cierta aprensión. Estaba al tanto de nuestras disputas constantes—. Comencemos con la presentación de Lupin y Malfoy.

Mi nombre resonó en el aula mientras me ponía de pie junto a Draco. Evité su mirada y me concentré en explicar la primera parte de nuestra elaborada poción. Sin embargo, a medida que hablaba, sentía la punzada de sus correcciones sarcásticas.

—Espera, Lupin, eso no está bien. —Interrumpió Malfoy con un tono de fastidio—. Estas arruinando todo.

Mi paciencia se deslizaba como ingredientes mal medidos. Traté de ignorarlo y continué, pero las risas contenidas de algunos compañeros de clase me hicieron sentir la presión.

—Y ahora, la parte de Malfoy, el experto—anuncié, ofreciéndole el turno con una mirada desafiante.

Draco se puso de pie con arrogancia, señalando cada supuesto error que encontraba en mi explicación. La atmósfera se volvía más tensa con cada palabra.

Draco se puso de pie con arrogancia, señalando cada supuesto error que encontraba en mi explicación. La atmósfera se volvía más tensa con cada palabra.

—Siento el papelón, profesor—exclamó Malfoy, con fingida preocupación—. Parece que la habilidad de mi compañera para las pociones es tan deficiente como su cerebro.

Mi cara se tornó roja. Fruncí las cejas enojada. Era un idiota. No podía tragar sus insultos ni para una presentación, y a la larga me terminaría perjudicándome también.

—¿De verdad piensas que tus comentarios mejorarán las cosas, Malfoy?—le susurré.

—Solo demuestro que al menos uno de los dos no es un total incompetente—me respondió en el mismo tono—. Aquí, por ejemplo—dijo ahora en voz alta, señalando al caldero—¿Cómo puedes confundir la escarabajina plateada con la dorada? Cualquiera con dos dedos de frente podría ver la diferencia.

—¿No sería más productivo si simplemente corriges lo que crees que está mal, en lugar de tratar de ridiculizarme frente a toda la clase?—le sostuve la mirada, no dejándome intimidar.

—Y ahora, la forma en que agitaste la varita... —ignoró mi sugerencia—¿Realmente piensas que mezclará estos ingredientes? Estás arruinando mi reputación.

—¡Oh, claro!—crucé los brazos—Porque tu reputación es lo único que te importa, ¿verdad? No todos tenemos la suerte de ser la estrella de los Malfoy.

—No es suerte, Lupin, es mérito. Algo que, claramente, te falta.

La tensión creció, y los murmullos de la clase se intensificaron mientras Draco continuaba señalando cada presunto error con gestos exagerados. Por mi parte, a pesar de sentir profunda molesta, mantenía la compostura, resistiendo el impulso de estallar. La atmósfera estaba cargada de odio, y el enfrentamiento amenazaba con llegar a su punto de ebullición.

—¡Ya es suficiente! —Slughorn intervino, visiblemente frustrado—. Esto es un desastre. Ambos, a sus asientos.

Mientras regresábamos a nuestras sillas, las miradas de la clase se alternaban entre la diversión y la incomodidad. La vergüenza se apoderaba de mí, pero aún no estaba dispuesta a dejar que Draco saliera impune.

—Tú y tus comentarios solo empeoraron las cosas, Malfoy—le espeté apenas sonó la campana—. Si querías demostrar que podíamos trabajar juntos, fallaste miserablemente.

Draco me fulminó con la mirada mientras guardaba sus libros en el morral. El resto de la clase empezaba a salir tras Slughorn y, pronto, quedamos solo nosotros en el salón.

Mi rostro hirvió de la ira cuando él no replicó nada.

—¿Te quedaste sin palabras?—inflé el pecho ofensiva—¿No tienes problema para discutir frente a todos, pero cara a cara si?—lo miré altanera—. Harry no se equivocaba, eres un cobarde.

En el instante en el que esas palabras escaparon de mis labios, Malfoy sacó la varita del bolsillo de su túnica. Al siguiente segundo, me tenía acorralada, con la punta de su varita clavada en mi cuello, amenazando en lanzar la peor de las maldiciones.

—¡No sabes nada sobre mi, asquerosa impura!—de repente, se encontraba enfurecido. Supe que había tocado una fibre sensible, y no me podía sentir más orgullosa de ello.

Se que debería haberme esforzado para mejorar nuestra relación, acercarme a él para llevar el plan a cabo. Pero lo detestaba tanto que esos minutos de satisfacción, en los que lo hacía perder el control y emborracharse de la rabia, lo valían todo.

—¿Tu crees?—inquirí elevando una ceja, una sonrisa ladina asomando mis labios—. Porque tengo el presentimiento de que eres tal y como pienso. Un cobarde, un amante de las apariencias porque temes que la gente descubra lo que eres realmente—lo empuje por los hombros, lejos de mi—. Un niño mimado, vacío por dentro, sin nada bueno para ofrecerle al mundo.

Sus mejillas se tiñeron de un escarlata furioso. Agitó su varita y, en simultáneo, gritó:—¡Stupefy!

De repente, salí disparada contra la pared, como si una gran fuerza me hubiese arrojado hacia ella. Sentí mi cuerpo chocar violentamente con un estante de las mazmorras, brindando golpes que seguro dejarían alguna marca.

Antes de que pudiese reaccionar, Malfoy se acercó hacia mí y se agachó para quedar a mi altura. Tomó fuertemente mi barbilla y me obligó a mirarlo fijo a los ojos.

—Eres una salvaje, Lupin—espetó en un susurro rabioso—. Al igual que tu padre. Un asqueroso hombre lobo, criada por un completo monstruo—rió sarcástico mientras sentía mis tripas retorcerse de la indignación. Él podía insultarme frente a todos, hechizarme, molestarme por años. Pero con mi familia, en especial mi padre, no iba a meterse—. No me sorprende la abominación en la que te convertiste. La manzana no cae lejos del árbol ¿No lo crees, Lupin?

Un impulso se apoderó de mí y no pude contenerlo. Alcé el brazo y mi mano se estampó fuerte en su mejilla, dándole una dolorosa bofetada que resonó por el salón.

—¡¿Cómo te atreves a hablar de familias, Draco Malfoy?!¡Tu familia es la peor mierda del mundo mágico!—grité furiosa, fuera de mis cabales mientras me ponía de pie—¡Y él único monstruo aquí eres tú!¡Un estúpido cobarde con el futuro escrito!¡¿No te has dado cuenta que ya ni siquiera las serpientes de tus amigos te aprecian?!¡Estas solo!

Supe que había cruzado la línea cuando retrocedió, sorprendido por lo que le había dicho. El rostro de Malfoy se transformó en una mueca de dolor, como si mi comentario hubiese tocado un nervio.

Y esperé que me gritara, que me insultara, que me maldeciera.

Sin embargo, simplemente agachó la cabeza y se alejó de mi, saliendo por la puerta del salón a quien sabe donde. Solitario y en silencio. Dejándome completamente anonadada.

PROYECTO GRYFFERIN, draco malfoy (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora