04

1K 85 53
                                    

Desconocía cuánto tiempo había pasado desde que había llegado a ese cuarto enfermizo, pero estaba seguro de que llevaba ahí por lo menos 2 meses; la herida ya había cicatrizado completamente aunque pensó que tardaría más, y las dosis de medicamentos se habían reducido de manera dramática, considerando que antes llegaba a tomar hasta 35 pastillas al día.

No había visto al noruego desde que se rió en su cara, y lo agradecía mucho. Estaba más tranquilo desde entonces, estando solo y sin nadie que lo molestara; no tenía que trabajar tampoco, solo comía, tomaba agua y dormía.

Podía acostumbrarse a eso.

Aunque debía admitir que la pasó mal los primeros días a causa del síndrome de abstinencia, ahora ya no sentía el impulso de tomar a cada hora. Y a pesar de todos los químicos que tomaba, se sentía.. Mejor. Más sano. Más feliz.

Disfrutaba rodando por el suelo acolchonado de su cuarto, con los "ojos" cerrados para evitar ver el blanco, ese color que tanto detestaba porque no veía ningún otro más que en sus ropas. También le agradaba eso, despertar y estar limpio, con ropa recién lavada y azul.

—Pareces un cerdo revolcándose en su lodo.

Se paró con agilidad e hizo el ademán de sacar un arma, olvidando que ya no tenía ninguna. Se sintió tan idiota que prefirió guardar sus manos en los bolsillos, mirando desconfiado al desconocido.

—¿Y tú quién eres, cejas de oruga?

—Vengo a escoltarte con el doctor.

—No estoy enfermo, gracias. Ahora vete.

—Parece que el líder no exageró con su actitud mierda.

Cinco hombres más entraron a la habitación y se posicionaron detrás de Paul, listos para recibir órdenes.

—Si no te comportas te sedarán.

—Oblígame.

Los soldados seguían esperando alguna indicación de parte de su superior, el cuál veía atento a los gestos del británico antes de saber que hacer.

Con el paso de unos cuántos minutos de un silencio incómodo, finalmente se acercó a él y le ofreció su mano.

—Soy Paul.

—¿Y?

—¿Tú eres?

Con extrañeza lo miró, mientras sacaba su palma del bolsillo, todavía inseguro en sí dársela. Cuando mencionó su actitud creyó que Tord le había dicho todo lo que hbaía pasado entre ellos, pero con esa pregunta suponía que, tal vez, solo era un lacayo más.

—..Thomas.

—Así se llama mi primo, que coincidencia.

En un saludo firme y desequilibrado emocionalmente se conocieron, ambos mirándose con detalle para tener una mejor idea de quién era el contrario.

—Perdona lo que dije al principio, Thomas. Pero de verdad necesitamos llevarte con el médico; son órdenes directas. Sería desagradable para mí y para tí que lo hiciéramos por la fuerza, ¿no crees?

—Ah.. Supongo.

Tal vez su expresión era difícil de leer por su marcada indiferencia y molestia, sin embargo, toda la situación le parecía surreal. Era un soldado de la Armada Roja, ¿no se suponía que buscará usar la violencia en cada situación posible?

No discutió más acerca de su petición, solo se armó un camino entre el séquito de ayudantes que llevaba Paul, esperando delante de la puerta de cristal a que la abrieran y se fueran.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora