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Por fin, después de aproximadamente 8 meses, volvía a sentir que tal vez estaba a tiempo de componer su vida.

El ambiente había mejorado en un grado considerable desde que peleaba menos con el noruego. Si bien era cierto que no lo había perdonado y aún sentía asco de solo verlo, se había vuelto más tolerable; además, era parte de su plan, por lo que tenía que resistir incluso cuando no estaba de humor.

Desayunos con él, ir a entrenamientos para los novatos, pasear por jardines privados de la Armada, e incluso poder ver series de las cuales no sabía nada desde su captura; tenía más privilegios ahora, pasando de ser el rehén del líder rojo a un "verdadero prometido" .

Ya ni siquiera dormía con esas esposas futuristas, sino que hace dos semanas, se las habían retirado. Cada que despertaba era capaz de dar vueltas por la habitación, estirarse, e incluso asomarse a ver lo bellas que se habían puesto las flores del exterior; si bien su vientre era un estorbo por su crecimiento en el último mes, podía manejarlo, además que necesitaba fingir tranquilidad con el asunto.

Acurrucado en una sábana con una novela entre sus manos, Tom se dedicaba a leer "Anna Karenina", una historia que le parecía más trágica que su propia vida, por lo que le ayudaba a sentirse menos miserable. Eso hasta que, por fin, logró ver el momento exacto en que entró el nórdico, quien parecía cansado y alegre a partes iguales.

—No tienes buena cara.

—¿En qué sentido lo dices?

—Ambos.

—Ja, ja. Que chistoso Tom— Hizo claro su sarcasmo, recostándose a lado del británico mientras retiraba su gorro de capitán. —No estoy de humor.

—Ya me dí cuenta, genio.

—¿Y tú? Despertaste mejor que ayer, escupías fuego.

—No he podido dormir bien.

—¿Es por el bebé?

—Ah— Intentaba no hacer muecas al oír esa palabra, pues él lo definiría más como parásito. —Sí, el bebé.

—Supongo que es normal, estás por cumplir los 5 meses.

—¿Ha pasado tanto?

—Parece que sí.

Una sonrisa boba se plasmó en el gesto exhausto de Tord, quien fantaseaba con conocer a ese pequeño ser albergado dentro de Tom; se preguntaba a quién se parecería más, que habilidades tendría, incluso el humor de quién heredaría. Por otra parte, el de visor estaba nervioso al ver cada vez más cerca el día del parto, intentando calmarse con la idea de que no sería él quien lo criara.

—¿Has pensado en algún nombre?

—Creí que esa decisión era tuya— Cerró el libro después de poner el separador, dejándolo a un lado para prestar atención a la conversación. —Es tú hijo, a fin de cuentas.

—Nuestro, querrás decir.

—¿Ah?— No pudo contener su confusión, que pareció ennegrecer el semblante del nórdico.

—Thomas, es NUESTRO hijo. En inicio dije que era mío porque estabas muy inconforme, además que, la verdad, no te veía como un buen ejemplo a seguir— Retiró su parche, el calor de la primavera a veces lo agobiaba. —Pero te he visto más.. Resignado a la idea, por decirlo de alguna manera.

—Oh, eso..

—Dime si me equivoqué, ¿lo quieres, si o no?

Su respuesta podría reducir o aumentar sus libertades, dejándole así la tarea de escoger cuidadosamente. El tiempo era más preciado que el oro en esos momentos, y una vez eligiera su postura, no podría revocarla más adelante.

𝑰𝒏𝒄𝒖𝒃𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝟕𝑯𝟎𝑴𝟒𝟓.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora