Capítulo II

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Oh dioses, habían pasado exactamente dos meses desde que conoció a la hermosa chica, su nombre era Emma Campbell.

Su hermosa amiga Emma, o Em como empezó a llamarla con cariño.

Habían entablado una hermosa amistad en poco tiempo, viéndose en la universidad y compartiendo varias asignaturas, hasta salían a comer o simplemente a caminar hasta donde los pies quisieran llevarlos.

El azabache se volvía un manojo de nervios cerca de la más baja, aunque se impedía a si mismo mostrarse tan débil frente a una chica.

Su futura chica si el tiempo y el destino lo seguían amando.

Ambos jóvenes sentían el nacimiento de ese tonto y cliché sentimiento que siempre se daba el lujo de aparecer cuando menos te lo esperas.

Que molesto.

El tiempo les caía encima y corría a su lado, haciendo pasar días, semanas y meses.

Este divertido imbécil, junto con el destino, decidieron que los corazones de ambos se aceleraran cuando se tenían cerca, que sus rostros mostraran sus hermosos sonrojos cuando se tocaban por equivocación o cuando se veían.

– Aysel...

El nombrado reprimió un jadeo de satisfacción al escuchar su nombre salir de los hermosos belfos contrarios.

– ¿Si, Em? – Preguntó con calma dejando su celular de lado.

– Caminemos.

Dice con una sonrisa nerviosa, acción que enamoró más al azabache. Éste, asintió mientras se levantaba junto con la chica de aquella mesa de una moderna cafetería.

Al salir del lugar cruzaron a un parque amplio, en el cual se encontraban pocas personas gracias a lo tarde que era.

Caminaron lentamente, y tan pegados que sus brazos se rozaban por momentos.

El ocaso daba su mejor espectáculo en el cielo, dando un ambiente más ameno entre los dos enamorados.

La chica se detuvo al lado de un farol, mirando al relojero que estaba a unos metros de ellos.

– ¿Qué piensas sobre el tiempo, Aysel? – Pregunta mirándolo cálidamente.

El susodicho soltó un suspiro reprimiendo su creciente molestia al escuchar un tic tac de algún reloj del pequeño ventorrillo.

– Es un idiota... se lleva personas que amamos, se va velozmente cuando queremos que se detenga, y se detiene cuando no queremos que lo haga – Responde mientras miraba los hermosos colores del cielo.

– Entonces, si sabes que se va corriendo ¿Por qué aún no das el primero paso con nosotros? – Pregunta colocándose frente a frente a él, mirándolo con un fuerte rubor en los mofletes.

Si.

Su corazón le bombeó tan fuerte que hasta su cabeza lo sintió. Las clichés mariposas estaban haciendo una competencia de vuelo en su estómago y su rostro se puso tan colorado que ya parecía pintura.

Abrió su boca para responder, pero la volvió a cerrar al no encontrar palabras con las cuales defenderse.

– El tiempo me llevará si no te apuras, grandulón.

Dijo Emma para tomar las manos del más alto con su corazón latiendo rápidamente.

– Sé mi pareja, Aysel. Paremos el tiempo entre nosotros y duremos toda una vida de diversión, amor y pasión, cariño mío – Dice apretando sus manos unidas.

¿Qué sentía? Sentía que iba a morir en ese preciso instante. Las manos de Emma se sentían tan encajadas en las suyas, que quería mantenerlas entrelazadas hasta que la parca fuera por ellos.

Asumiendo que era un hombre con gran fortaleza y para nada poseedor de la palabra vergüenza, tiró con delicadeza de la castaña hasta que su respiración llegó a acariciar su cuello.

Agachando un poco su cabeza, logró tocar los belfos contrarios con los suyos, y una explosión de emociones comenzó dentro de ambos.

Sus labios empezaron a moverse, con lentitud y un poco de timidez, acariciándose y grabando la suavidad de cada uno.

Y ahí, en el ocaso del aquel día, dos corazones se juntaron y empezaron a danzar en la misma sintonía, junto con un tic tac de un reloj a unos metros de ellos.

< Tiempo, albérganos dentro tuyo por toda una eternidad. Ve tan lentos con nosotros que hasta las mismas tortugas nos pasen 10 veces por el lado, hasta el punto de querer ayudarnos a caminar. Solo por esta vez, solo por nosotros, no seas un ladrón y déjanos disfrutar del otro hasta que los años se acaben >

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