Que Emma olvidara a algunas personas —Incluyéndolo— redujo considerablemente su tiempo de vida.
Ahora contaba con menos de un año y medio.
La noticia fue un jugo amargo que bajar, como cada cosa que hacía Em por culpa de su demencia.
Intentó ser amigo de su esposa nuevamente, pero todo fue en vano. La mujer se sentía incomoda con su presencia, y esto lo destrozaba completamente.
No se rendiría, iba por lo menos a sacarle una pequeña sonrisa.
Había comprado un pequeño ramo de flores en una floristería en la otra esquina del hospital, sabía que a su chica le gustaban esos detalles, con o sin memoria.
Empezó a tararear una pequeña canción, moviendo su cabeza de un lado a otro con parsimonia.
Paró su andar casi llegando al pasillo donde se situaba la habitación de Emma por culpa de una alarma que olvidó desactivar.
Bufó en molestia sacando su aparato celular y apagándolo, queriendo volver a su andar, más, su tic tac empezó a sonar fuerte y rápidamente en su cabeza.
– Maldición, nunca había sonado así de insistente – Se quejó mordiendo sus labios.
Era como si el reloj estuviera dando su último tic tac.
Entonces, abrió sus ojos asustado por lo que su cabeza había pensado, empezando a trotar hacia la habitación de su amada.
Un gemido lastimero escapó de su boca al ver a su suegra y cuñado llorando en el pasillo, mientras que unos enfermeros entraban corriendo a la habitación.
– Ays... – Su suegra no pudo terminar de formular su nombre, el llanto que la embargó era más fuerte.
El azabache soltó el ramo de flores para correr hacia la puerta recién cerrada, mirando por la pequeña ventanilla como trataban de reanimar el corazón de Emma.
El aire empezó a faltarle y el tic tac se hacía cada vez más molesto, era como una aguja siendo clavada repetidamente en su cerebro.
Entonces lo vio. Vio en segunda fila como la mano de su esposa caía sin fuerzas a la camilla. Como sus ojos quedaban en blanco mirando a la nada y sintió como el tic tac se detuvo bruscamente.
Era más que claro lo que acababa de pasar.
– No... no... n-no – Sus ojos se empañaron de pronto junto con su resequedad en la garganta.
Su cuerpo comenzó a temblar mientras secos jadeos salían de su boca. No podía estar quieto, estaba ansioso y había comenzado a hiperventilar por la falta de aire.
Y sin poder controlarlo, el llanto más desgarrador se escuchó.
Sus manos apretaban su azabache cabellera con fuerza mientras era sostenido por su lloroso cuñado.
Su corazón dolía como nunca lo había hecho y sus fuerzas se debilitaron rápidamente, solo siendo un cuerpo pesado en los brazos de un hombre treintañero y una anciana igual de rotos.
'– No odies tanto tu tic tac, amor. Solo piensa que aparece cuando yo estoy contigo y así lo vas a amar.'
Ahora no lo escuchaba.
Ni siquiera el zumbe del sonido llegaba a sus oídos.
Y eso le dolía más.
No sabe cómo, pero de un momento a otro se encontraba siendo sedado por unos enfermeros y su vista se volvió borrosa hasta que ya no veía nada.
...
¿Acaso podía superar su muerte?
Maldición, primero castrado que superar que el amor de su vida se marchó sin recordarlo.
Los días siguientes a la muerte de Emma fueron catastróficos para el viudo azabache. Paraba como una magdalena las 24 horas del día, literalmente las 24 horas del día.
No podía conciliar el sueño. No podía si quiera cerrar sus ojos si no era para llorar abrazando la almohada en la cual su esposa dormía.
Cuidaba a su hijo mientras lloraba. Su hijo lloraba y él lloraba. Su hijo comía y él lloraba.
Su llanto fue cesando con el pasar de las semanas, aún le dolía la perdida, pero tenía que continuar con su vida por el bien de su pequeño hijo.
Sorbió su nariz mientras le colocaba su manta de cars por encima de su pequeño cuerpo para luego acariciarle su cabecita dejando un beso tembloroso en su sien.
Su cuerpo quedó de piedra cuando iba a apagar la luz de la habitación de su hijo.
Lo escuchó.
Acababa de escuchar el tic tac una vez más. No estaba loco, o tal vez sí, pero lo estaba escuchando justo en ese momento.
Su corazón empezó a palpitar desenfrenadamente cuando sintió una calidez abrazarle junto con el suave tic tac de ese reloj que llevaba tiempo sin escuchar.
'– Si lo escuchas, entonces estoy contigo, cariño.'
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Tempo
RomanceEllos eran felices, pero el tiempo quería divertirse jugando a su alrededor siendo una sanguijuela infernal y cero empática. Historia corta totalmente de mi autoría Iniciada: 21/04/23 Finalizada: 21/04/23