Capítulo 14. De vuelta a prisión

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Sin dejarme terminar de hablar, me pega con tanta fuerza en la cara que tiene que apretar su mano contra su pecho para aguantar el dolor que ella misma también se había causado al golpearme. Temblaba de la rabia, nunca había visto a mi abuela tan enloquecida, admito que sentí miedo.

-Siempre supe, desde el día que naciste que ibas a ser la vergüenza de la familia, una ramera despreciable y todo por el padre que te dio la estúpida de mi hija-

-Señora, el odio también es pecado, no querrá que su Dios se enoje con usted, ¿verdad?- intervenía Flor.

Si ya admiraba a mi amiga, ahora la admiraba más, se había enfrentado a mi mayor miedo y utilizando la religión en contra de mi abuela, si no fuera por el miedo y el dolor en mi mejilla me reiría.

-Te vas a dirigir tú a mí y hablando de Dios, solo hay que verte y se sabe de dónde has salido- miraba con desprecio a Flor pero no sé acercaba a ella.

Luego mi abuela se volvió a dirigir a mí.

-Te vas a venir conmigo para expiar tus pecados y estar lejos de esta mujerzuela-

Me aterrorizaba estar lejos de Flor pero ella respondió de inmediato.

-Yo también tengo que ir, tengo que expiar mis pecados también- decía mientras ponía una media sonrisa.

-¿Tú?- se reía como una loca -Contigo tendríamos que utilizar métodos muy antiguos y dolorosos para expiar tus pecados, mejor vete a donde vayan las mujeres como tú-

-¿Está dando la espalda a alguien que quiere ser creyente y buena cristiana? ¿Y encima embarazada? ¿Qué dirá la prensa que usted tanto utiliza para hablar de su secta sobre esto?-

Mi abuela vuelve a temblar de ira, por un momento pienso que se va a abalanzar sobre Flor pero respira hondo.

-Me llevaré a las dos-

Hasta no escuchar eso, no vuelvo a respirar con normalidad hasta que miro a mi madre que durante toda la conversación estaba en el sofá con un ataque de ansiedad. Voy a su dirección pero al intentar tocarla, me rechaza. Ese rechazo me dolió hasta calar mis huesos. Su marido se la lleva a la habitación, al volver me mira y susurra.

-He deseado todo este tiempo que estés muerta-

Lo miro totalmente desconcertada, sus palabras después del rechazo de mi madre no me dolían en absoluto, solo me extrañaban.

-Tu madre entro en desesperación y entrego a mi hija a esa mujer, solo si morías podía recuperarla, cuando volviste lo di todo por perdido pero ahora, con tus actos solo puedo agradecerte y pedirte perdón, cuando desapareciste revisando tu habitación encontre las cartas donde cuentas lo que te pasó con la familia de tu madre cuando eras pequeña, entre en pánico pensando que eso podía estar pasando la a Lucía pero no podía decirle nada a tu madre porque podía atentar contra su propia vida. Después de todo lo que he leído eres capaz de sacrificar pasar por todo eso para salvar a tu hermana-

-Ella fue mi motivación para salir de donde estaba antes, volverá a ser mi motivación para salir de está-

-Ojalá que sea así y seas feliz, no conozco a nadie que con tan poca edad haya sufrido tanto y callado tanto para no herir a los demás-

-Cuida de Lucía y de mamá, no dejes que nadie le haga daño-

-Pedí un traslado a otro país-

-Me alegra mucho escuchar eso- digo entre lágrimas -que Lucía sonría mucho y haga muchos amigos-

Dándose la vuelta para marcharse, se gira.

-No te mueras, Zakia-

Me despido de Lucía dándole tantos besos y abrazos como me es posible, ella juega a morderme y siento que puedo morir de ternura. Le presento a Flor y se hacen amigas de inmediato, se quedan jugando mientras me despido de mamá. Voy a su cuarto y ella no se gira a mirarme.

Tienes que confesarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora