Epílogo: Hasta el fin del mundo.

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Epílogo: Hasta el fin del mundo.

∗ ⋅Jessica⋅ ∗

—No puedo creer que ya este caminando, ni siquiera a cumplido el año aún.

Ada sonríe mientras la toma en brazos un segundo antes de que Lily caiga al suelo.

Dios, yo quisiera verme así después de dos embarazos.

—Aún no logro convencer a Mason sobre el preescolar.

—Estoy de acuerdo, esa cosa es el diablo. Lily no necesita ir con un montón de niños que solo saben llorar y ensuciar el pañal.

—¿Qué no es eso lo que hacen los niños?— me pregunta mientras se sienta en su elegante mecedora blanca para arrullar a Lily.

Si le tomara una foto ahora mismo sería la portada de la revista para "mamás ricas y siempre arregladas"

—No, a los dos años Lily no solo sabrá ir al baño si no que tendrá su propio imperio y dominará el mundo.— respondo pasándole la mantita blanca de Lily.

—Creo que prefiero dejarle lo de dominar al mundo a su hermano mayor.— me responde y no hay manera de que cubra la tristeza que llena su voz pese a que intenta sonar bromista.

Error mio. No debí tocar un tema espinoso.

—Hablé con él, ¿sabes?— me dice de pronto.

—¿Con Aron?

Ella asiente con la cabeza.

─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

∗ ⋅Ada⋅ ∗

Un año antes.

Aparco el auto a unos metros lejos de él. Mason me dijo que lo había traído a este hospital después de dispararle.

Mason llegó al hospital donde di a luz a Lily con las manos manchadas de sangre, la sangre de su propio hijo. Se las lavó como si quisiera arrancarse el pedazo de piel. Sacó el arma de su cinturón, le sacó las balas y entonces me la entregó.

—No quiero volver a tocar esto en mi vida— me dijo antes de recibir a Lily de brazos de mi cuñada Nicol. Fue como si estuviera entregando las armas a cambio de su hija.

Mis ojos se llenaron de lagrimas mientras el peso frió de la que siempre fue la pistola de Mason pasaba a mis manos.

Pero lo que ocurrió con Aron no me dejó en paz. El hecho de que Mason se hubiese visto obligado a dispararle a su propio hijo para salvar a Jessica es un pensamiento que no me deja en paz. Mi hijo ha hecho cosas terribles por poder y mi sesgo como madre se lo ha permitido.

No puedo aguantarlo más tiempo.

Bajo del auto y Aron y sus hombres me notan al instante. Él les hace un gesto para que no se muevan y él camina los pasos que nos separan acortando mi camino. Antes de que él tenga tiempo de decir algo le propicio una cachetada tan fuerte que pierde el equilibrio y se agarra a mi auto para no caer.

Él no se mueve, con el rostro aun inclinado a un lado se queda quieto. La ira hierve dentro de mi mientras mi mano cosquillea por el golpe. Un silencio largo y doloroso se extiende en la calle desierta junto al almacén. Sus gente, fiel a sus indicaciones, se mantiene quieta esperando ordenes.

¿Será capaz de ordenar que lastimen a su madre?

A estar alturas realmente no lo se.

—Las mujeres no somos moneda de cambio, si te vuelves a meter con una mujer inocente en el futuro no me quedaré quieta. Menos si es alguien a quien aprecio. Eres mi hijo pero eso no significa que te secundaré para siempre.

Propiedad de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora