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Ese día KyungSoo deseaba más que nunca que todo el asunto de su boda finalizara pronto, pues llevaba toda la mañana probándose trajes de novio, uno más ridículo y tortuoso que el anterior.

Parecía que su cuñada se quería vengar del lamentable asunto del cubo de pintura obligándolo a embutirse en trajes en los que ni siquiera podía caminar. Por el contrario, su suegra le elegía trajes de lo más pomposos que eran el doble de grandes que el y lo hacían torpe y lento, ya que al andar arrasaba con todo lo que hubiera a su alrededor.

—¿No te gusta éste, querido? —preguntó Anette emocionada.

—Le queda fantástico, mamá —comentó con una pérfida sonrisa su malévola cuñada.

KyungSoo se miró una vez más al espejo y rogó porque la imagen que contemplaba ante el no fuera cierta, pero al abrir nuevamente los ojos su reflejo no desapareció: el vestido de novio por la parte superior era perfecto, se ajustaba a su figura como un guante, era de corte palabra de honor y tenía unas pequeñas mangas con hermosos adornos a los lados.

Hasta ahí todo estupendo. Pero el pantalón era tremendamente abultado e incómodo, como las faldas de las princesas de las películas del siglo XVII, o incluso más exagerado, todo llena de encajes y bordados.

«¡Tierra, trágame!», pidió KyungSoo frente al espejo mientras sus futuras parientas políticas planeaban cómo meterlo en la iglesia con ese traje.

—No sé, aún no me he decidido —dudaba KyungSoo.

—¡Pero si has visto más de veinte vestidos! —protestó ruidosamente Alice.

«Sí —pensó KyungSoo—, cada uno más feo e incómodo que el anterior.»

—Eres un poco indeciso, ¿verdad? —señaló Anette como si fuera un gran defecto.

«Seguro que me hubiera decidido si me hubierais dejado elegir a mí, en lugar de traerme todas las monstruosidades que encontrabais por el camino. Podéis ser todo lo sofisticadas que queráis, pero tenéis el gusto en el culo», pensó KyungSoo, aunque finalmente dijo:

—Creo que este estilo no va conmigo.

—Bueno, no te preocupes: mamá y yo elegiremos algunos trajes más. Después de todo, nosotras entendemos más de moda que tú —señaló altanera Alice.

—Tal vez yo debería mirar alguno para ver si...

—¡Quita, quita! ¡Tú relájate mientras nosotras elegimos el traje de tu gran día! —profirió Anette alejándose decidida, seguida de cerca por la arpía de su hija.

En el momento en el que KyungSoo se quedó al fin solo en el vestidor, se bajó torpemente del estrado y buscó en su bolso el teléfono móvil para llamar una vez más a su torturador, que hacía semanas que no cogía el teléfono.

Mientras esperaba nuevamente que saltara su contestador, se entretuvo deleitándose con la copa de champán que la exclusiva tienda del pueblo les había ofrecido para amenizar la elección del traje.

—Al habla JongIn, ¿qué puedo hacer por ti, ricitos? —contestó una alegre voz.

KyungSoo se tragó rápidamente el champán de una sola vez y se dispuso a gritar toda y cada una de sus quejas al estúpido de JongIn Kim.

—¡He estado semanas intentando contactar contigo! ¿Dónde demonios te habías metido y qué narices has hecho con mi anillo de compromiso?

—Si no me localizabas en el móvil, siempre podrías haber venido a mi casa, ya sabes donde vivo.

— ¡Ni loco pongo un pie en tu casa! Conociéndote hubiera acabado en tu cama.

—Pues ahora que lo dices...

MPSA_KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora