Capitulo 1

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La traducción literal del inglés al español de la expresión "Dead End"es que no hay salida. No existe el camino tras aquella señal y terminade forma abrupta. En los mejores casos un edificio, un parque. Pero laconclusión es que si sigues caminando por donde indica el cartel, no vasa encontrar salida. Y en el momento en el que Séfora se dio cuenta quesu vida la llevó hasta un camino donde no había salida alguna, dondetampoco tendría la alternativa de poder cambiar de rumbo porque yano podía dar más pasos.


A penas iba a cumplir los dieciocho años cuando al fin supo quéquería hacer con su vida: nada.


Estaba deprimida en un rincón de su habitación mirando elcalendario, viendo los días tachados que habían pasado y los quequedaban para el dibujo de una tarta de cumpleaños. Suspiróprofundamente abrazando sus rodillas, escuchando a su abuela discutirpor teléfono con alguna compañía de agua, gas o electricidad. Los díasse habían vuelto monótonos desde que había terminado el instituto:discutir con sus abuelos porque no quería ir a la universidad, discutirporque no querían hablar de sus padres y del accidente, discutir porqueestaba encerrada siempre en su habitación y no tenía vida social.


Había vivido con ellos toda su vida, desde que tenía uso de razón.Según le dijeron, sus padres habían tenido un accidente de cocheviajando hacia el sur de vacaciones solos, dejado a la pequeña Séforade 3 años con ellos para que le cuidaran y jamás volvieron. Por másque preguntara por ellos, por más que rogara por ver sus fotos jamás lecontaban nada. Odiaban a su padre porque había llevado a su adoradahija por un camino angosto. Eso fue lo único que dijo su abuelo alrespecto.


Y algo tenía claro con respecto a su padre: era de origen asiático.Porque cada vez que le miraban en casa sentían ese asco por suascendencia, por parecerse a él, por tener sus ojos, su pelo. Por no habersacado nada de su madre.


Una vez, cuando era pequeña, una vecina se acercó y le dijo quetenía la sonrisa tan radiante como su madre, así que con emoción fuea su abuela a decírselo. Estaba tan ilusionada porque alguien hubieravisto algo más que la raza de su padre en ella, pero se llevó un bofetónde su parte y una mirada de desprecio.


Miró su armario abierto, con la ropa justa para poder sobrevivircomo adolescente en el instituto y respiró profundamente. Se le habíapasado por la cabeza irse de esa casa, pero no conocía nada ni anadie fuera de ellos, su madre era su única hija y ellos eran su únicafamilia en España. Al menos eso es lo que habían dejado claro en cadaconversación cuando salía el tema.


A pesar del trato, era consciente que a su manera la querían, quealgo de aprecio le tenían ya que le habían estado criando casi dieciocho años,no le había faltado de nada: tenía un ordenador donde estudiar, interneten casa y además un móvil. No era el último modelo del mercado, perole servía para ser ignorada por sus compañeros de clase.


Se apreté las rodillas al pecho sentada en la cama y apoyada enla pared, aún mirando el calendario cuando su abuelo irrumpió en eldormitorio sin llamar a la puerta, abriendo de golpe para mirarla con elceño ligeramente fruncido.
– Oye escucha – sus cejas casi se juntaron, eran muy oscuras conalgunas vetas blancas de las canas – Voy a darte algo que... bueno,tonterías de tu padre.


Sin decir más dejó un sobre sobre la mesa de su escritorio ycon las mismas se marchó. Le impactó que nombrara a su padre, asíque rápidamente se puso en pie y agarró el sobre entre las manostemblorosas. En el sobre ponía su nombre, su nombre escrito por supadre, era su letra.

Dead EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora