Capítulo 8

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Jongtae acababa de marcharse y Séfora fue directa a la ventana para abrirla y dejar que el aire entrara. Tenía en la cabeza muchas cosas que había estado repasando y necesitaba despejar su cabeza de tanta información. De pronto un sobre entró por la ventana de forma furtiva.
No se había fijado qué era aquello que había intentado atacarla, así que se puso en guardia mirando a todos lados para ver si veía a alguien, pero el lugar estaba desierto, exceptuando algunos viandantes que iban a toda prisa a sus destinos sin percatarse en la chica que estaba en la ventana. Miró el papel y lo vio arrugado, así que pensó que sería una nota hacia ella de Keiken, pero no se esperaba ver el nombre de Yonghwa escrito a un lado.
Se quedó leyendo aquella carta y comprendió lo que había ocurrido aquella mañana en la que una señora iba en la búsqueda del chico. Cerró la ventana mientras comprendía las palabras que en la carta decían y se mordió el labio inferior al comprender que había crecido solo y sentía algo de rencor por su familia de sangre, por eso había adoptado una nueva familia en su vida.
Se quedó mirando la foto que había dentro del sobre y suspiró profundamente al ver el gran parecido que había entre Yonghwa y ese chico, no podían negar que eran hermanos. Pero había algo en el brillo de sus ojos que los diferenciaban. El muchacho de la foto tenía una mirada inocente, no había perdido a penas nada en su vida y parecía que todo era mucho más fácil, sin embargo para Yonghwa, el haber crecido donde lo hizo, le había cambiado la vida al completo. No podría decir que a mal, pero si que era una vida dura.
Tomó el teléfono entre los dedos y apuntó la información de contacto del chico, no sabía como podría hacerlo, pero haría lo posible por que ambos chicos tuvieran contacto. Aunque tendría que empezar por Yonghwa, sabía que si la carta había volado hasta su ventana es que no quería saber nada de su hermano.
Los días pasaban.
Mientras entrenaba, iba a reuniones aburridas y seguía entrenando duramente se enviaba mensajes con Yongsun, el hermano menor de Yonghwa. Al principio había sido muy raro para ambos, ella le había contado que le conocía porque trabajaban juntos, pero tampoco quería dar muchos detalles privados de su vida y trabajo, así que trataba de mantener un poco de distancia en ese aspecto.
Pero sin darse cuenta comenzaron a entablar conversaciones ajenas a Yonghwa y más personales el uno con el otro. Séfora se dio cuenta que ese chico estaba empezando a ser su vía de escape de esa vida tan dura que le habían obligado a vivir.
Tras un día agotador de entrenamiento con las espadas de bambú, Taeku decidió que ya estaba preparada para practicar con katanas reales, así que tomó un par de ellas y estiró el brazo para entregarle el arma. Ella lo cogió con miedo.
-- Bien, ha llegado tu momento -- Esbozó una sonrisa de lado y dando bastante miedo. Se puso en posición de ataque -- A practicar todo lo que te enseñado.
-- Ni de coña -- La katana pesaba entre sus manos mucho más que las de bambú que había estado usando. Además, que estaban afiladas -- Vamos a acabar muy mal.
-- Esa es la idea -- Se encogió de hombros y asestó el primer golpe.
El rápido movimiento de Taeku y la lenta reacción de Séfora provocó que le hiciera un pequeño corte en la manga de la camiseta ancha que ella llevaba puesta. Abrió mucho los ojos mirándole sorprendida, no esperaba que fuera a atacar de aquella manera. En respuesta Taeku sonrió de lado y movió las cejas en gesto divertido.
Séfora agarró la katana con ambas manos, se mentalizó y atacó de la misma forma que él lo había hecho, pero a pesar de tantas semanas de prácticas con aquella arma letal en sus manos le costaba moverse, y se notaba que Taeku tenía mucha más experiencia ya que sus movimientos eran más limpios y ágiles para esquivar los torpes golpes de ella.
Estaban en el dojo que Mishima poseía unas calles más abajo de su residencia, así que unas horas por la mañana temprano lo tenían reservado tan solo para ellos, para que Séfora pudiera centrarse, sin otras personas que pudieran distraer o juzgar.
Tras una hora de rápidos y ágiles movimientos por parte de Taeku Séfora alzó la mano agachando la cabeza, completamente agotada, entumecida y sudando. Respiró entrecortadamente mientras trataba de serenarse y echó la cabeza hacia atrás soltando un leve grito. Le dolían los pequeños y superficiales cortes que le había hecho a causa de mezclarse con el sudor.
-- Taeku -- Murmuró tomando aliento -- No puedo más, vamos a descansar.
-- Lo has hecho muy bien -- Dejó la katana con cuidado sobre el suelo y sonrió dándole una suave palmada en el hombro -- Te has defendido muy bien, aunque no me has atacado.
-- Pesan como condenadas -- ALzó la katana que tenía entre las manos y la envainó con cuidado -- Y ha sido la primera vez, por favor, no me pidas más.
-- Tae me ha dicho que te haga una pregunta -- Soltó Taeku de pronto -- Sef, ¿cuántas reuniones hemos tenido hasta ahora?
-- ¿Y tenías que llamarme así? -- Golpeó su pecho con la mano abierta. Le miró molesta y resopló cuando él se encogió de hombros -- En fin... habré tenido unas -- Contó con los dedos -- Ocho reuniones en total, ¿por qué lo dice?
-- Las personas con las que te has reunido son las que mandan en sus respectivos grupos -- Recogió las katanas con cuidado y las dejó en su lugar -- Una vez los has conocido es momento que conozcas todo de ellos, Sanghun nos ha mandado unos archivos, Tae los tiene en casa, así que vamos.
Marcharon a casa y tras una ducha reconfortante y un ibuprofeno para el dolor de cuerpo se quedó pensando en todas las personas que había visto o conocido en cada una de las reuniones. Por ahora todos le parecían el prototipo de hombre que era Mishima, nada destacable de ellos. Aunque había un hombre que sí captó su atención.
Tenía pasados los treinta pero no era tan mayor como los otros. Tenía el pelo teñido de rubio y en cada reunión llevaba unas gafas de pasta negras con cristal amarillo puestas como una diadema para recoger su pelo y que no le molestara en la cara. También se había presentado con una camisa bien abrochada negra básica, pero en la espalda tenía un dragón bordado de color rojo. Su nombre era Woohyuk y algo en su intuición le decía que era un hombre peligroso.
Una vez estaba vestida y arreglada para la reunión con Tae, este se presentó abriendo la puerta sin llamar, cargado con un montón de papeles que dejó sobre la mesa del salón. Soltó un suspiro y se sacudió ambas manos sonriendo satisfecho por el cuidado de aquellos papeles.
-- Esta información es importante que la tengas. Sanghun me la ha mandado, es todo lo que tienes que saber de los distintos grupos de los barrios de Tokyo y lugares importantes. Las bandas más relevantes -- Apoyó la mano sobre el montón de papeles -- Nombre, familia, datos más necesarios de todos los miembros de la banda, una forma de mantenerlos controlados.
-- ¿Y solo es Sanghun quien tiene esta información? -- Preguntó extrañada pensando en Ten Shio, Mishima y Junho.
-- Si -- Asintió de forma rotunda -- Y ahora nosotros. Bueno, ahora tú.
-- Vaya -- Se acercó y ojeó por encima la primera carpeta que había en el montón de papeles -- Quiero que los cinco forméis parte de mí.
-- ¿Perdona? -- Tae se puso nervioso y se echó hacia atrás.
-- Ay, qué mal ha quedado cuando lo he dicho en voz alta, lo siento -- Se tapó ligeramente la cara con la mano muy avergonzada cuando cayó en cuenta de lo que había dicho. Ella quería contar con los cinco chicos como si fueran una extensión de ella, así que respiró hondo y volvió a explicarlo -- Me gustaría que para el resto de personas os vean a vosotros como si fuera yo misma. A mi mismo nivel.
-- Ahá... - Siguió con gesto extraño.
-- Eres tontísimo Tae -- Golpeó su brazo y ambos se echaron a reír -- Nadie estará nunca más por encima de vosotros en este mundo.
-- Eso es muy bonito, Sef, pero...
-- Séfora -- Alzó un dedo señalándolo con amenaza -- Mi nombre es Séfora.
-- Pero eso no podrá pasar hasta que estés oficialmente al mando, y será en dos años -- Ignoró su advertencia y sonrió con mucha calma.
-- Llegará, ese momento va a llegar y quien me lleve la contraria se las verá conmigo y mis puños -- Elevó ambos puños frente a su rostro y Tae sonrió con cierto aire de ternura -- Hablo muy en serio... - Bajó los brazos y miró los papeles -- Voy a estudiarlos muy bien.
-- Confío en que lo harás.
En cuanto Tae se marchó por la puerta tal y como vino, Séfora se acomodó en la mesa y se quedó mirando aquella cantidad de papeles que contenía una valiosa información. Pero antes de empezar a leer se levantó a la cocina a por algo de queso y un refresco ya que le había dado el hambre y, mientras tomaba aquello empezó a leer.
De primeras tenía a un grupo llamado Yamagu. Su líder llevaba poco tiempo al mando por culpa del fallecimiento del anterior, así que se estaba familiarizando con toda la política, había llegado al "poder" tras una lucha interna, lucha literal, se dieron de puñetazos para ver quién se quedaba con la corona. Se decía que era el grupo más numeroso y antiguo de la ciudad, controlaba muchos barrios importantes de Tokyo y eran bastante peligrosos.
A su vez había información sobre sus familias, sus negocios y los temas más importantes que trataban como banda. Hablaban de quienes eran sus rivales y cómo amenazarles. Todo estaba bien detallado.
Y así fue leyendo varias: Inaka, Crows y unas cuantas que le costó que se quedara con sus nombres. Pero una en especial me llamó la atención. Red Dragons.
Era una banda con solo tres miembros. Hasta ahora, la más pequeña tenía unos 500 hombres más unos cuantos cientos afiliados. Pero que una banda se considerara como tal con solo tres hombres en sus filas le sorprendió.
El líder era Woohyuk, aquel hombre que le había llamado la atención, y tenía treinta y ocho años. No tenía familia política ni tampoco directa. Lo que le sorprendió fue que su contacto más directo era Sanghun, por no decir su único contacto. Tendría a este grupo vigilado de cerca tan solo por la curiosidad que despertaban en ella la poca información que había.
No hablaba de los otros dos miembros en detalle, tan solo estaban escritos sus nombres y el número de teléfono al lado. Seunho y Jaewon. La curiosidad le invadió e hizo una video llamada con Taeku.
-- ¿Qué pasa? -- Llevaba un sándwich en la mano y la boca la tenía algo llena de comida.
-- ¿Conoces a los Red Dragons? -- Preguntó directamente colocando el móvil sobre la mesa para tener las manos libres y poder ver los papeles -- Woohyuk se llama el líder.
-- Si, los conozco, a los tres -- Asintió y se limpió la boca sentándose en el sofá, mirándola serio desde la pantalla - ¿Qué pone sobre ellos en los papeles?
-- Nada -- Negó mientras los seguía mirando -- Solo los nombres de ellos y luego que su único contacto es Sanghun.
-- Ellos son una liga especial -- Se quedó pensando mientras se pasaba la mano por la frente -- Como explicarlo...
-- Como nosotros pero para Sanghun -- Hyungmin asomó la cabeza en la pantalla -- Su escuadrón especial.
-- No les llames escuadrón especial, que tienes ¿cinco años? -- Taeku negó con la cabeza.
-- Ellos no suponen una amenaza -- Continuó ignorando el comentario de Taeku -- No tienes que preocuparte de nada.
-- Pero me llama la atención que estén puestos en equivalencia con las otras bandas -- Dijo mientras enseñaba todos los papeles, de pronto Taeku empezó a hacer gestos de los bajar a la mesa. Le hizo caso - ¿Son peligrosos para mí?
-- Si y no -- Dijo Taeku tranquilo -- No te preocupes de más por ellos, ya los conocerás. Todo a su tiempo.
La forma tranquila de hablar de Taeku hacía que Séfora se relajara y perdiera toda preocupación sobre aquellos tres integrantes de los Red Dragons. Hizo memoria de la pequeña reunión que había tenido con Woohyuk y meditó en como se comportó. A pesar de tener un rostro serio se notaba que era amigable con ella, respetó mucho más su puesto a la par que Sanghun, mucho más que algunos de los otros líderes de bandas. Aún así le intimidaba que respondiera directamente con el abogado.
Colgó la llamada y se acomodó en la silla en la que estaba, pero una sombra a su espalda hizo que se le pusiera el vello de punta, se giró con rapidez y fue a la cocina. Agarró una pala de cocinar de madera con fuerza en la mano y sigilosa fue al dormitorio, donde había visto aquella silueta.
Asomó ligeramente la cabeza dentro del dormitorio en guardia, preparada para atacar en cuanto pillara al intruso, pero una voz masculina la sorprendió al otro lado de donde estaba asomada.
-- No eres nada silenciosa, princesita -- Keiken estaba apoyado en la pared. Ella se giró para amenazarle con lo que llevaba en la mano, pero él la ignoró y se echó directamente en la cama -- Es tan cómoda como la recordaba. Un momento, ¿piensas atacarme con un palo?
-- Si -- Frunció el ceño mirando su mano y alzó el palo. Él se echó a reír -- Deja de entrar aquí de esa manera, ¿cómo lo haces?
-- Si te lo dijera no sería una sorpresa -- Se incorporó y se puso en pie. Llevaba la ropa oscura como siempre, se le veían todos los tatuajes, pero el pelo lo tenía algo húmedo y sobre la cara -- Necesito algo que tienes y me lo vas a dar por las buenas.
-- Si claro, y si quieres en una bandeja de plata -- Resopló negando y se puso en la puerta que daba directa al salón, suponiendo a lo que se refería.
-- No te voy a decir que no si me insistes tanto -- Su sonrisa fue amenazadora y ella sintió el peligro.
-- Ni de broma, fuera de mi casa -- Señaló la ventana abierta por donde imaginaba que habría entrado. Aunque lo que le extrañó fuese que entrase con facilidad teniendo seguridad en cada rincón -- No voy a darte nada.
-- Bueno -- Sacó del bolsillo una pequeña navaja y comenzó a jugar con ella entre los dedos con una agilidad sorprendente. Tenía cicatrices en los dedos pero dudaba que fuera de jugar de esa manera, aunque con esa agilidad bien podría haber sido por ello -- Iré por las malas.
-- No voy a ponértelo fácil -- Se puso en la misma postura que había tomado esa misma mañana con la katana, solo que ahora tenía una pala de cocina en la mano.
Hubo un momento de tensión entre los dos. Unos segundos valiosos en los que Séfora analizó la posición del cuerpo de Keiken. Él no estaba con la misma postura que Taeku había estado esa mañana, parecía entusiasmado de verla en guardia. Keiken fue el primero en atacar. No fue a ningún punto vital para matarla, pero si intentó intimidarla para que se apartara de la puerta y así poder entrar al salón, pero para su sorpresa ella no se achantó y le golpeó con el palo en el brazo.
Se le escapó una risa sádica cuando ella le había golpeado y se pasó la lengua por los labios. Hizo el amago de atacarla de la misma manera, pero reculó haciendo que ella pasara por delante de él, para así poder estar dentro del salón, pero no contó con la nueva agilidad adquirida de Séfora, quien agarró la camiseta de él dando un fuerte tirón para sí misma y saltar para de nuevo bloquear que llegara a la mesa del salón.
Parecía molesto, así que giró la navaja en la mano para golpear con el mango de esta el costado de la chica, cuando esta se dobló de dolor y soltó un grito asestó otro golpe, preparandose para darle con la parte afilada en el pecho. No quería matarla, pero se había calentado de más al ver como ella estaba respondiendo.
Séfora se fijó en el movimiento que había hecho con la mano y, a pesar del dolor que tenía en las costillas alzó los brazos en cruz para protegerse de la navaja, la cual cortó su antebrazo dejando una línea de sangre en el suelo. Se echó hacia atrás y abrió los brazos de nuevo para proteger con todo su cuerpo la mesa donde estaban los papeles.
Estaba respirando con fuerza cuando de pronto se escuchó un jaleo en el piso superior y Keiken alzó la cabeza maldiciendo entre mil palabrotas por lo bajo al escuchar ruido en la escalera.
-- Los cotillas -- Volvió la mirada hacia Séfora y guardó el cuchillo caminando hacia atrás sin apartar la mirada de sus ojos -- Has mejorado mucho, tienes buenos reflejos. Taeku es buen entrenador -- Se acercó al dormitorio y se llevó el índice y el dedo corazón a la frente para despedirse de ella -- Nos volveremos a ver.
Se perdió de su vista y soltó un fuerte suspiro llevándose la mano al costado, le saldría un buen cardenal donde él le había golpeado. No pasó ni treinta segundos cuando la puerta se abrió de golpe y los cinco muchachos entraron jadeantes al piso mirándola asustados.

Dead EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora