Capítulo 5

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Los chicos iban en el coche hablando del tamaño y el lujo que tenía la casa, en el barrio donde se encontraba y lo a gusto que iban a estar en aquel nuevo lugar. Séfora por el contrario estaba medio dormida sin darse cuenta del trayecto que estaba haciendo la furgoneta.
La casa por fuera se veía sencilla, tenía una puerta de garaje, la puerta de entrada y estaba en la orilla de la carretera. Pero cuando ella se bajó del coche se pudo dar cuenta que aquella calle no era una cualquiera como podía ser a las afueras de Madrid. La furgoneta aparcó dentro del espacioso garaje y todos se bajaron de esta mirando a todos lados. Subieron por una escalera de mármol hasta llegar a la primera planta, que la escalera seguía subiendo, pero frente a ellos encontraron una puerta sencilla de madera oscura que estaba abierta, dejando ver un pequeño apartamento. Taeku se acercó a Séfora y le entregó una tarjeta.
-- Esta es la casa del servicio, pero se ha habilitado para que tú vivas aquí. Según me han explicado es para que puedas tener tu propia intimidad. Las casas están conectadas con el ascensor y esta escalera pero básicamente son dos viviendas independientes -- Dijo mientras la miraba serio -- Eso no quiere decir que vayamos a dejarte hacer lo que quieras.
-- Me lo suponía... -- Tomó la tarjeta con la mano poniendo un gesto de molestia y suspiró cansada.
-- Nosotros tendremos los otros dos pisos porque somos más, solo tiene dos dormitorios así que vamos a estar apiñados -- Miró a los demás que estaban resignados. Parecía que habían estado viviendo toda su vida juntos y que estaban acostumbrados -- Ve a descansar, a darte un baño, lo que necesites.
-- No lo dudes -- Agarró la tarjeta y sin despedirse entró al piso.
Cerró la puerta a su espalda y se apoyó en esta soltando un profundo suspiro, mirando el apartamento. Frente a ella tenía un sofá amplio que estaba frente al televisor y un mueble moderno, al lado una mesa de salón para comer algo grande con unas sillas y por el pasillo veía una cocina abierta, y al final de todo estaba el dormitorio. Miró por los armarios de la cocina y se fijó que estaba completamente equipada con comida, la nevera llena y el cuarto de baño con todo lo necesario para vivir.
Fue al dormitorio y al entrar vio a un lado la cama y al otro un escritorio vacío. Tenía cuatro ventanales grandes y dos hermosos armarios para meter la poca ropa que tenía. En medio de la habitación estaba la única maleta que había llevado consigo. Ordenó la ropa y tras dejarlo todo listo se fue al baño, se desnudó y se dio una ducha de agua caliente para relajar el cuerpo.
Estaba bastante nerviosa con todo lo que se le venía encima, pero trataba de controlar aquel nudo que se le había formado en el estómago pensando en que realmente no estaba sola para afrontar todo aquello.
No tardó en quedarse dormida sobre la cama tras ponerse el pijama. No era muy tarde, pero el jet lag le pesaba en los ojos y no lo pudo evitar, se acomodó de tal manera que sin cenar se quedó dormida.
La primera semana le dejaron descansar, habituarse al nuevo horario, ya que habían muchas horas de diferencia de un continente a otro y tanto el cuerpo como la mente tenían que hacerse con esa nueva costumbre. Séfora tenía que admitir que estar allí sola en aquel apartamento pequeño le había dado la privacidad que nunca había tenido. Como no tenía que salir de casa, no vio a los chicos durante tres días enteros, que se lo pasó viendo animes y series.
Pero las vacaciones de los chicos acabó pronto y al cuarto día Taeku se presentó llamando a su puerta, comenzando así con más clases de japonés más avanzado para poder dialogar en las reuniones importantes con líderes de bandas pequeñas y además a firmar y preparar contratos. Se estaba poniendo seria la cosa y ella tenía que ser consiente de todo ello.
-- Séfora -- Taeku soltó un suspiro en el momento del descanso y se reclinó hacia atrás en la silla, mirándola a los ojos -- Esto, donde te has metido obligada, es muy serio -- Ella le devolvió la mirada seria, casi pudo ver en él un gesto de preocupación que no había visto siquiera cuando vivía con sus abuelos -- Es un mundo muy negro y peligroso.
Sin apartar la mirada de la chica sacó de la espalda una pistola negra mate y la dejó sobre la mesa, estaba descargada.
-- Esto es lo que somos -- Murmuró con pesadez -- Estamos entrenados para matar si hace falta -- Se guardó de nuevo el arma en el pantalón y se acomodó en la silla -- Ahora mismo vivimos para protegerte.
Hubo un momento bastante largo de silencio entre ambos. No era incómodo, pero ella tenía en mente las palabras de él, y él trataba de adivinar sus pensamientos sin apartar los ojos de su rostro, que había desviado la mirada hacia donde hacía tan solo un momento había estado el arma.
-- No voy a negar que tengo miedo -- Dijo algo nerviosa -- Me asusta mucho lo que puede llegar a pasar.
-- Es normal -- Taeku asintió mirando los papeles sobre la mesa. En estos había información detallada que ella tenía que conocer de la empresa.
-- Directamente es una asociación criminal -- Dijo mientras pasaba las manos por los papeles -- Tengo que controlar contrabando de armas, drogas por las calles, comprar a la policía, vigilar que todo lo que se haga está bajo mi aprobación -- Traguó saliva -- Amenazar con los que no cumplen los cupos y si es necesario mancharme las manos de sangre -- Taeku asintió con la cabeza a sus palabras y volvieron a mirarse -- Ten Shio y los otros dos hombres, Takada Mishima y Junho -- Notó como al nombrar al último Taeku se puso algo tenso -- Son el consejo de "sabios".
-- No diría eso exactamente -- Se movió incomodo sobre la silla -- Cada uno representa un país. Los tres son los cabecillas de la organización que tu abuelo tenía cogido por los huevos por algo que yo desconozco y no sé si te lo harán saber cuándo vayas a hablar con el abogado.
-- Ese abogado podría ser el que les tenga cogido de los huevos si quisiera -- Ella se quedó pensando, jugando con el lápiz que tenía entre los dedos. Era cierto que ese abogado podía encargarse de todo sin necesitarla a ella.
-- No -- Negó con la cabeza rápidamente -- No funciona exactamente así este mundo. Pero lo irás conociendo poco a poco. Ahora mismo está siendo todo un camino de rosas, pero se irá poniendo peor. Mi entrenamiento fue bastante duro con respecto a los demás por culpa de mi padre que... bueno, esperaba algo de mí que no pude darle y...
Se puso muy tenso, apretó los puños sobre la mesa y frunció el ceño. Se quedó en silencio y no volvió a decir nada más al respecto de ese tema. Al cabo de un momento se puso en pie y se despidió de Séfora alegando que ya era hora de descansar. Ella no opuso resistencia y vio como el chico se marchaba por la puerta. Sabía que había tocado un tema delicado para él y tampoco quería presionarle para que hablara de algo que no quería sacar.
Cuando estuvo sola, respiró profundamente y sacó una carpeta de cartón marrón donde estaba la información de las tres familias más importantes, los tres hombres que había visto nada más pisar tierras niponas.
Ten Shio era original de Taiwan, pero a base de luchas y guerras en el territorio de China y Filipinas había conseguido tener el poder de esa zona, controlaba el mercado negro, el tráfico de cosas ilegales y nocivas para el cuerpo. No parecía estar casado, pero se suponía que tenía varios hijos no reconocidos esparcidos por varias ciudades, escondidos.
Takada Mishima era japonés, sin lugar a dudas. Poseía el control de muchas bandas yakuzas en las ciudades más importantes de Japón y no era nada discreto. Se había postulado para las elecciones a presidente un par de veces y no había ganado por poco. Estaba casado y tenía dos hijos adolescentes, a quienes mantenía alejados de toda esa porquería.
Por último y no menos importante estaba Kim Junho. Ese hombre controlaba la península de Corea al completo. Norte y sur, o al menos eso ponía en los papeles. El norte era un lugar demasiado complejo para poder manejarlo gracias a la dictadura, pero tenía a hombres trabajando para él por allí. Era viudo, hacía tiempo que su esposa había muerto de una enfermedad y tenía dos hijos en paradero desconocido.
Conforme iba leyendo los papeles que le habían dejado los chicos, no veía nada fuera de lo normal, nada le llamaba la atención de la forma en la que había comentado Taeku que podría tenerlos agarrados por los huevos para que hicieran todo lo que quisiese su abuelo o ese abogado. Conforme iba pasando las páginas se topó con un número de teléfono y el nombre de Sanghun subrayado en amarillo y le llamó la atención. ¿Sería él el abogado? O tal vez era solo una marioneta más de aque juego de cuerdas que manejaban.
Un ruido en el dormitorio la sacó de sus pensamientos y la lectura, se puso en pie y se extrañó, ya que la única entrada al apartamento estaba delante de ella. Caminó despacio hacia la habitación y creyendo que sorprendería al intruso fue muy lenta.
-- Eres escandalosa -- Una voz aburrida y seria se escuchó al otro lado de la puerta. Alarmada la abrió con rapidez y vio a Keiken sentado sobre la cama -- Llevo un buen rato aquí esperando, decidí hacer ruido a ver si me hacías caso y no te escuchaba llegar, pero no, te escuché.
Miró a Séfora con gesto de decepción y ladeó la cabeza mientras mantenía la mirada puesta en los ojos de la chica. Ella seguía con pose defensiva y él ni se inmutaba, vistiendo el mismo estilo de ropa que anteriormente ya le había visto vestir. Llevaba una pistola en la mano, la cual la tenía apoyada sobre la cama, dejando que ella fuese consciente del arma.
-- Como has entrado -- Dijo alzando los puños frente a su rostro con el ceño fruncido y los labios apretados -- Todo está bien vigilado.
-- Ya estás viendo que no -- Palmeó la cama a su lado con la mano que tenía libre y esbozó su sonrisa aburrida -- Ven, siéntate -- Séfora negó con la cabeza -- Bueno, como quieras -- Se acomodó cruzando una pierna sobre la otra, mirándola serio -- Vengo a darte un consejo: vete de aquí.
-- ¿Qué? -- Mantuvo la postura a la defensa pero le miró sorprendida de que le dijera aquello.
-- Si, te he estado observando un tiempo y veo que no has sido criada para este mundo -- Movió una mano en círculos delante de su cara, dando a entender a lo que se refería -- Eres como una princesa en un castillo abandonado lleno de espinas -- La miró al completo y se sintió aún más incómoda.
-- No me gustan estos encuentros... que puedas ser tan escurridizo, que te puedas colar en mi casa para...
-- Espera -- Alzó la mano y se quedó callada cuando la cortó con rostro mucho más duro, sin su sonrisa -- Solo decirte que antes de ser tú casa, esto fue mío -- Señaló al suelo -- Si, sorpresa. Ese hombre no es mi padre, por Dios no, no podría criar a dos hijos tan estupendos con ese cerebro de mono que tiene -- Keiken esbozó una pequeña sonrisa alzando un solo lado de su boca -- Hay personas mejores capacitadas que tú para estar en este puesto.
-- ¿Cómo tú? -- Preguntó con una sonrisa al escucharle.
-- No, gracias, no quiero esta mierda -- Se puso en pie y se acercó a ella. Retrocedió varios pasos -- Voy a ir por las buenas, princesita, vete a casa. Olvida este mundo, ve con... no sé, un hombre que trabaje en algo sencillo y vivid felices. Haz lo que hagan las mujeres españolas en casa y vete de aquí.
Conforme él iba diciendo todo aquello Séfora sentía que le clavaban un puñal en el pecho, ya que esa persona que tenía delante era la posible causante de que ya no le quedara nada en este mundo. Apretó los puños con fuerza y bajó los brazos a ambos lados de su cuerpo.
-- No te creas que esto es porque eres una mujer -- La señaló al ver su reacción sin saber por qué se había molestado -- Pero parece que llevas tacones de cristal y eso aquí no pega.
-- No sabes nada de mi -- Por primera vez dio un paso hacia él y pudo ver en su rostro algo parecido a diversión -- No me conoces, no sabes mi pasado y lo que llevo a la espalda.
-- Sé más de lo que te piensas. Solo te estoy avisando, princesita, no te enfades conmigo si luego esto no es como Taeku te lo había pintado y es mucho peor.
-- Vete de aquí. Esta es mi casa ahora mismo -- Se encaró hacia él, que se puso en pie. Era mucho más alto que ella -- Pronto tendré el poder de pisarte y largarte de mi vida y este lugar.
-- Ah, que divertido -- Por primera vez desde que se conocieron vio una sonrisa sincera en su rostro -- Entonces me lo voy a pasar muy bien contigo.
Se inclinó y fue a la ventana, saltando de ella antes de que Séfora pudiera decir o hacer algo. Se acercó a la ventana y la cerró buscando al hombre con la mirada, no había rastro de él, como si hubiese sido un fantasma.
Salió de la habitación, luego del apartamento y subió las escaleras bien ofuscada, golpeó la puerta que estaba cerrada con el puño y esperó a que un sorprendido Junnosuke le abriera la puerta. No dijo nada, simplemente entró y comenzó a dar vueltas por el salón.
-- ¿Qué ocurre? -- Junnosuke la miró muy sorprendido mientras daba esas vueltas.
-- Keiken ha venido a mi casa -- Dijo ella mirando sus ojos. El chico se alarmó -- No ha pasado nada, pero estoy cansada de esas visitas incómodas y quiero hacer algo al respecto.
-- ¿Qué te ha dicho? -- Junnosuke se puso serio. Escuchó atento lo que había pasado con Keiken momentos antes y realmente se enfadó. Séfora no había visto anteriormente tan molesto a Junnosuke después de nombrar a Keiken -- Vamos a tener que subir la vigilancia de esta casa, meter a más gente, apostar personas en cada puerta y lado de la casa, no se puede repetir algo así. Séfora, básicamente te ha amenazado.
-- Si, eso de que pueda entrar con tanta calma no me gusta -- Le dio un escalofrío -- Quiero aprender a manejar armas de fuego. Quiero ser más fuerte.
-- Lo vas a ser -- Dijo Junnosuke asintiendo -- Y no volverá a entrar en el edificio.
Después de aquella visita inesperada subieron la seguridad del edificio y cada entrada, cada ventana y en cada rincón. Era imposible salir al balcón sin que hubiese alguien vigilándola. Aquella noche los cinco chicos tuvieron una seria reunión en el salón.
-- Keiken conoce cada rincón de este edificio -- Dijo Taeku mientras tenía un vaso de un líquido ambarino moviéndose de una mano a otra -- Tenemos que estar más alerta.
-- Eso es cierto -- Junnosuke estaba de pie al lado de las escaleras -- Ambos crecimos en esta casa y teníamos muchos rincones secretos.
-- Pues ya sabes lo que tienes que hacer -- Taeku afirmó y el más joven simplemente asintió con la cabeza subiendo las escaleras.
-- ¿Tendríamos que dormir alguno con ella? -- Jongtae se quedó pensativo y cruzó los brazos sobre su pecho.
-- No, necesita intimidad -- Hyungmin suspiró y los otros asintieron -- Además, las puertas internas están abiertas, podemos acceder a ambos apartamentos sin problema.
-- Intensificaré el entrenamiento -- Taeku se bebió el contenido del vaso y lo puso a lavar -- Vamos a descansar, lo necesitamos.
Las reuniones eran cada día, duraban bastantes horas, muchas veces era ella quien tenía que viajar por toda la ciudad de Tokio y moverse por cada rincón para conocer a las diferentes cabezas de familia, y ya estaban programando las diferentes reuniones que tenía que tener con las familias que vivían fuera de Japón.
El vestuario de la chica había cambiado. Había pasado de ser una adolescente limitada con lo poco que le daban su abuela y ropa prácticamente regalada por los vecinos; a ser una rica heredera, aunque ella no tuviese dinero a su nombre todavía, con una ropa clásica para aparentar más edad de la que tenía.
A veces le costaba sentirse ella misma cuando se miraba al espejo o veía algún reflejo de ella en los cristales. Debía de acostumbrarse a esa nueva vida porque desde ese momento solo iba a subir y subir de estatus, según le habían explicado.

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