IV

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Despertó muy temprano por la mañana luego de ese sueño extraño. No tuvo muchas ganas de seguir pensando al respecto, así que tomó el celular de la mesa de noche. Revisó algunas noticias, sus cuentas en las redes sociales, y cuando su cabeza se encontraba distraída, decidió levantarse. El día estaba claro, y entraba la luz del sol a través de las cortinas del dormitorio. Acomodó la cama, desayunó ligeramente, y luego de coordinar con John la compra de algunos productos frescos para el restaurante, tomó su bicicleta para hacer su rutina de ejercicio diaria en el Central Park.

    Mientras pedaleaba a un buen ritmo, Liam contemplaba el paisaje que el parque le presentaba. Predominaba diferentes matices del amarillo y marrón debido al follaje de los distintos árboles y arbustos que allí había. A lo lejos podía ver el estanque principal que parecía un gran espejo. Pocos paseantes andaban un sábado a esas horas. El silencio y la calma reinaba en el lugar, y sin embargo la música en sus auriculares acompañaba su andar. Su pensamiento vagaba de una idea a otra sin conexión alguna. Se quedó mirando a un perro peludo que jugaba con su amo. Esa imagen le causó una cierta satisfacción inexplicable. Últimamente se sentía sosegado y en un extraño equilibrio. Tal vez trabajar en equipo con John era la causa. Para él resultó ser más fácil de lo que nunca hubiese imaginado y las labores estaban bien divididas: él se encargaba exclusivamente del funcionamiento de la cocina, mientras que su socio de la parte administrativa de Cinnamon. Esto le permitía a Liam tener un poco más de tiempo para sí mismo, y disfrutar de actividades como ejercitarse en su bicicleta cada mañana. Pensó de nuevo en su vida antes del viaje a París, su jornada laboral solía ser de diez a doce horas diarias. A veces más. Cocinar en un restaurante altamente premiado y reconocido de Nueva York significaba dormir pocas horas al día y pasar gran parte de su tiempo estresado. Las exigencias siempre fueron extremas, y nunca faltaba el maltrato y la competencia entre colegas. Por otro lado, los altos objetivos que Liam perseguía en su carrera, le hacían sentir la urgencia de salir de allí. Para él la comida estaba relacionada al disfrute, por lo tanto, entendía que el ambiente en torno a los fogones debía reflejar el amor por la gastronomía y no el sufrimiento causado por la exigencia. Entonces, cuando John lo invitó a formar parte de su proyecto, Liam tuvo la oportunidad de poner en práctica su visión de trabajo y llevar a las cocinas, con evidente éxito, su filosofía: la perfección está en el placer.

    Su pensamiento continuó rodando. Ahora tenía tiempo libre... quizá podría ser bueno intentar restablecer sus vínculos sociales. Podría llamar a sus amigos que había dejado... No, tal vez no sea una buena idea. Seguramente todos sigan manteniendo la vida que llevaban antes y no quería volver a eso. Tal vez podía invitar alguna vez a alguien a salir, y entablar algo serio. La mujer de anoche, seguro hubiese... detuvo repentinamente la marcha y su pensamiento. Frotó suavemente la cara con sus manos. No quería perder el foco. El tiempo libre que había conquistado era para descansar y poder cargar energías para enfocarse en sus metas, no para dedicárselo a alguien.

    Se bajó de la bicicleta y se sentó en una banca. Tomó agua e intentó despejar la cabeza.

Tiempo después de haber regresado de su salida, y pasado ya el mediodía, sonó su teléfono celular cuando estaba saliendo de su apartamento, rumbo al restaurante. Por la hora, pensó que podría ser John pidiendo algún encargo de último momento, pero se encontró con un número desconocido en la pantalla. Entró nuevamente y cerró la puerta del apartamento. Atendió. Del otro lado del teléfono, la voz de una mujer preguntaba por él.

—Mucho gusto. Mi nombre es Sarah Mckenzie, editora ejecutiva de Broadway Magazine —Liam respondió al saludo cordialmente. —Me comunico con usted porque en este último tiempo, hemos estado recibiendo comentarios positivos de su restaurante, a menudo señalado como un lugar que combina platos deliciosos, un buen ambiente y precios accesibles para el servicio que ofrecen. Cinnamon se está transformando en el nuevo lugar preferido de muchos neoyorquinos; incluso, permítame confesarle, que lo es de muchos empleados de esta compañía también. Por este motivo es que estamos interesados en dedicar uno de los artículos principales del número que saldrá el próximo mes, a usted y su trabajo en el restaurante.

    Liam no esperaba semejante propuesta. Poder salir como protagonista en un artículo principal de una de las revistas de actualidad, tal vez la más importante de Nueva York, era un inmenso halago. Una oportunidad que no podría desperdiciar para mostrar su trabajo y seguir creciendo en su carrera, a pesar de no sentirse para nada cómodo con la exposición mediática.

—Agradezco mucho sus palabras y su oferta señora Mckenzie. Cuente conmigo.

—Excelente. En el correr de la tarde, le enviaremos un correo electrónico, ultimando detalles. No queremos que sea una simple entrevista. Estamos buscando profundizar en el mundo de la gastronomía visibilizando a aquellos que están por detrás de cada plato. Ver la otra cara de la vida de un chef, si es que está de acuerdo.

    Continuaron hablando sobre la nota. A partir del lunes, Liam recibiría a un periodista y un fotógrafo de Broadway Magazine. Por lo que comprendió, este equipo lo visitaría en distintos momentos de su jornada a lo largo de la semana. De esta manera, no sólo estarían presentes en la cocina del restaurante durante el horario de servicio de Cinnamon, sino que también lo acompañarían en la apertura y cierre del local. Irían con él al mercado, verían cómo se organiza un pequeño restaurante en ascenso, incluso compartirían con él alguna de sus tan preciadas horas de descanso.

Terminó la llamada. Miró el reloj. Si no salía inmediatamente, iba a llegar tarde para el primer turno del restaurante. Salió de su apartamento directo al estacionamiento. Subió a su auto y condujo de forma ágil y rápida por las calles de la ciudad. Desde allí llamó por altavoz a John para explicar su demora, y de paso, le hizo un adelanto de la nueva noticia. Logró escuchar una exclamación de celebración de parte de su socio. Era algo tan bueno para él como para la fama de Cinnamon.

    Lo detuvo un semáforo. Estaba a pocas manzanas del restaurante, y mientras esperaba el cambio de luz, detuvo su mirada en el edificio que estaba cruzando la calle, y que hasta entonces había pasado desapercibido. Eran las oficinas de Broadway Magazine. Otra vez la idea de sentirse expuesto volvió a su mente. Pensó en su mayor objetivo. Realmente quería llegar a ser un consultor gastronómico de éxito y recorrer el mundo trabajando con los más grandes de la Alta Cocina; pero para eso, primero debía ser un chef de renombre y eso no alcanzaba con saber cocinar muy bien. El reconocimiento público y la exposición eran dos ingredientes fundamentales en el platillo del éxito. La luz cambió, dio una última mirada al edificio que se erguía desde la esquina. Sin dejar de pensar en ello, movió la palanca de cambio, y continuó su viaje rumbo a una jornada intensa de trabajo. 

Solo Una Pizca De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora