Capítulo 18

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Exhaló un suspiro al ver el mensaje de Simón y miró el enorme edificio de su universidad donde me dijo que estaba siendo tutor de varias clases de derecho, aun no entiendo muy bien que estoy haciendo aquí, se supone que me tiene caer mal porque ese hombre está enamorado de Anastasia y que cierta parte de mí me hacía sentir insegura de su amistad, pero confiaba tanto en mi bella que jamás le quise prohibir nada porque ella siempre fue sincera con sus sentimientos.

Varios jóvenes estudiantes entran y salen por las enormes puertas de la universidad, espero varios minutos hasta que por fin veo su cabellera rubia y noto que viene caminando de espalda que de seguro va a chocar con alguien y me fijo en su compañera que me hace sonreír porque es Farah. «¡Qué sorpresa!»Pienso.

Los observo y veo como ella se ve molesta por lo que sea que le está diciendo Simón y cuando sale de la universidad se topa conmigo donde sonrió aún más porque según me había dicho Farah no toleraba a Simón y lo encontraba egocéntrico e imbécil.

—Hola Farah—saludo con un tono de voz de diversión que la toma por sorpresa—. ¿Cómo has estado?

—Hola, Diego, bien, ¿y tú? ¿Qué hace aquí? —Preguntó con curiosidad.

—Estaba esperando a Simón—contesto con una sonrisa y ella pone los ojos en blanco al escuchar su nombre—. Ya veo que se conocen mejor.

Él suelta una risa divertida y me da unas palmadas en la espalda en forma de saludo y niego con la cabeza.

—Hola, Diego, yo también estoy bien gracias por preguntar y solo le venía diciendo a Farah que pusiera atención a clase porque se viene un examen algo complicado—explica con diversión y guiñando un ojo a ella.

Ella hace una mueca y le da un empujón a Simón que lo hace tambalear. Niego con la cabeza porque algo me dice que estos dos están sintiendo una atracción el uno por el otro.

—Bueno, me voy, adiós Diego—dijo Farah con una sonrisa e intenta pasar, pero él bloquea su paso—. Te puedes quitar del camino, Simón.

—Claro, pero no me vas a dar mi beso de despedida—dijo de forma presuntuosa que me hizo reír porque es un imbécil—. No te enojes, colibrí.

—Ya veo que se llevan de maravilla—bromeo con diversión—. ¿Quieres que te lleve, Farah?

Ella dejó de fulminar con la mirada a Simón para mirarme a mí y él puso su mano en mi hombro donde la apartó rápidamente lo que hizo soltar una pequeña carcajada.

—Bueno, Diego.

—¡Genial! —Exclamo con entusiasmo—. Vamos porque tengo a otro chico rubio molesto en mi coche que es un peligro.

Simón comenzó a caminar a mi lado, pero sentí que me faltaba una persona a mi lado, miró por encima de mi hombro y vi como Farah se había dado la vuelta y la llamó para que se detuviera.

—Estás yendo a la dirección equivocada, Farah—comento con diversión cuando la tuve de nuevo de frente—. ¿Qué pasa? —pregunto y ella mira por encima de mi hombro—. Vamos dímelo, se supone que somos amigos.

Ella seguía mirando por encima de mi hombro y supe de inmediato que algo estaba haciendo Simón para hacer enojar a Farah y miró por encima de mi hombro y él simplemente sonrió.

—Me cae mal. Es un tipo insoportable y me enferma estar más tiempo con él, es un imbécil, Diego, que no te das cuenta, ¿cómo puedes ser amigo de ese egocéntrico y estúpido? Mejor me voy sola.

Me pasó una mano por la cara porque sabía que Simón podía llegar a ser un gran imbécil, por lo que me contó, Anastasia, con las mujeres y no lo juzgo porque yo también fui un imbécil con muchas mujeres.

Hermosa DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora