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Sentía esa horrible sensación recorrer su cabeza, como un puñado de diferentes emociones acumuladas en su interior que quemaba como una llama ardiente.
Entre ellas y la más desesperante, el remordimiento.
Con el paso de las horas, decidió no salir de la habitación en todo el día, Elvis tampoco había entrado, ni siquiera había tocado la puerta. Parecían ser dos extraños que no sabían que estaban en la misma casa.
Siempre estaban juntos en casa, sus voces eran la melodía de cada día que emanaban las paredes de Graceland, pero después de la pelea todo se volvió silencio, demasiado callado, tenso.
La castaña pensó en todo lo que había dicho allá afuera. Su día había empezado regular, y escalo hasta lo más atroz y sus emociones simplemente se pusieron al límite, la adrenalina en su sangre provocada por la rabia y humillación.
Todo se junto y sacó lo peor de sí misma.
Recordaba sus palabras y gritos como flashbacks borrosos, todo ocurrió hace algunas horas nada más, pero se sentía como si hubiera estado la vida entera encerrada en la habitación, sin comer, sin beber nada, solo ahí, pensando.
Al caer la noche, al cabo de las diez abrió con sigilo la puerta de la habitación evitando hacer el mínimo ruido, asomó un poco su cabeza mirando a ambos lados del pasillo, todo estaba oscuro y silencioso, sin señales de vida.
Sintió pena, no estaba segura de que hacer para arreglar las cosas, era la primera vez que discutía con su pareja de tal manera. No era su culpa, tampoco de ella, pero tarde o temprano debía ocurrir este tipo de cosas.
Era normal, todas las parejas discuten. Pero no creía en lo absoluto que por los motivos en su circunstancia.
Había dejado atrás el saco rojo de su uniforme y los tacones, camino lentamente fuera de su cueva sintiendo la fría cerámica tocar sus pies entre las medias panties, atravesó el pasillo con cuidado hasta llegar a las escaleras.
Asomó la vista y vió más soledad y oscuridad, tomó la barandilla y dió pasos silenciosos, llegando a la mitad del camino se agachó y sujeto los soportes dorados de la barandilla, percibiendo a la distancia ruidos vagos y estáticos.
Entre la oscuridad en la planta baja, vió el jarrón con las flores que le había dado a Elvis hace varios días, a su perspectiva. Se veían apagadas, tristes.
Se mordió el labio inferior con tristeza, prometiéndose cuidarlas mejor, no quería dejarlas morir.
Continuó su camino mirando ambas salas a su alrededor vacías, el sonido de su respiración era lo único medianamente audible en todo el lugar, era aterrador.
