Capítulo 01

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—Los hombres son el azote del universo. Digo que los alineemos a todos a lo largo de la carretera y luego les pasemos por encima con grandes camiones. —Ging hizo una pausa mientras sus claros ojos azules se ensanchaban ante un nuevo pensamiento. — No, espera. ¡Apisonadoras! Sí, vamos a apisonarlos a todos hasta que no sean nada más que fangosas manchas mojadas sobre el camino.

Arqueando una ceja por el rencor, Chimon Wachirawit alzó la vista de su escritorio para ver a su compañera de trabajo Ging Areeya agarrar el borde de la pared tostada del compartimiento de Chimon. Los grandes ojos de la morena destellaban frenéticos y Ging tenía la mirada de una mujer a un paso del borde.

—¿Problemas con tu novio otra vez, eh, Ging?

—En realidad, es mi hermano menor quien me ha irritado, pero ya que tocaste el tema de mi novio, sigue mi consejo: Sé la viuda negra. Encuentra a un tipo, diviértete con él, entonces destrípalo por la mañana antes de que él pueda jactarse de ello con sus amigos.

—Bien —dijo Chimon estirando la palabra. —Creo que alguien necesita un descanso.

—Alguien necesita dos meses de vacaciones en Bahamas sin su novio al lado —. Los ojos de Ging se animaron. —Oooh, hey, un campamento sexual. Sí. Eso es. ¡Tenemos que comenzar un campamento sexual dónde se pueda decir a vuestros mariditos que están yendo a una clínica de adelgazamiento y en vez de una dieta de campamento militar con dietistas nazis, van a la playa y tienen hombres calientes para tratarlas como dioses!

Chimon se rió.

—No, en serio. Nosotros seríamos ricos.

Chimon se rió con más ganas.

—Tu mejor vuelves a trabajar antes de que Lord-Rey- del-Mal-Humor te pesque aquí otra vez.

—Sí, lo sé. Ves, eso prueba mi punto. Habría que disparar a todos los hombres.

Chimon todavía se reía mientras Ging volvía a su escritorio. Dos segundos más tarde, Ging estaba de vuelta, atisbando por encima de la pared del compartimiento otra vez.

—Hey, ¿todavía tienes esas pesadillas?

El humor de Chimon se desvaneció mientras recordaba la pesadilla horrenda que había tenido la noche pasada, donde había estado arrinconado en una cueva oscura por una fuerza no vista que parecía querer alimentarse de su terror. Durante las tres últimas semanas apenas había pegado un ojo. Su agotamiento era tal que hasta estaba teniendo mareos.

—Sí —dijo Chimon.

—¿La medicina, que te dio el doctor, ayuda?

—No. En realidad, creo que hizo peores los sueños.

—Oh, vaya, lo siento.

Chimon también. Había esperado al menos poder dormir bien una noche. Pero no parecía posible.

La puerta de su jefe se abrió.

Ging esquivó a su rotundo, militante jefe cuando dejaba su oficina con enfado y se dirigía hacia la cafetera con su taza extra grande de café en la mano. Oh, sí, como si el hombre necesitara más cafeína para sumar a su irritabilidad nerviosa.

Chimon suspiró mientras John llenaba su taza a rebosar y sus pensamientos volvieron a sus pesadillas.

Francamente, no sabía que más hacer con ellas. Eran tan extrañas, y cada noche los sueños parecían empeorar. Al paso que iba, calculaba que estaría loco de atar hacia finales de mes.

Frotándose los ojos, centró su atención en la pantalla de su ordenador. Tenía que terminar su informe de mercadeo para el viernes, pero todo lo que realmente quería hacer, era dormir.

C) PerthChimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora