La congregación que no puede tocarle

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No siempre fue así, como otras personas han asegurado. Fue un niño que recibió un daño sentimental considerable, vio a su abuelo morir a causa del cigarrillo y terminó emulándolo, pero lo que realmente hizo que cambiara tan drásticamente fueron sus elecciones amorosas. Julio era primo de una amiga, así lo conocí, tenía algo raro pero normal, era difícil decir qué sería él en unos dos o tres años.

Era un chico de doce sin nada especial, eso decía su rostro y sus palabras. Agobiado por el acné, por una mente escondida y por el querer agradarle a las mujeres, Julio Carvajal, el "pre-Custer", incluso el "pre-Klasburg", era más del montón de una forma tan extraña...tenía la raza de alguien diferente pero seguía en el pozo de la normalidad por amar ser completamente humano y por su fe ciega en todo el mundo. A medida que pasaba el tiempo podía notar cómo estaba debatiéndose entre la explosión de su ser y la normalidad que se le había otorgado en un principio, de forma metafórica, tenía la pastilla azul de la normalidad y la roja de la magnificencia. Una serie de eventos que jamás le pregunté hizo que él eligiese la roja, creado así a Bjorg Klasburg, el escritor que empezó la obra de su actual seudónimo: Oliver Custer. Recuerdo haber leído No Soy Esclavo de un Dios que no Existe cuando éste ya estaba listo, ya a eso de finales del 2013, me gustó, sentí algo único sin nombre todavía, recordé sus besos que quizá no eran los mejores en la época, pero sí tenían autenticidad.

A Bjorg Klasburg lo encontraba más apuesto mental y físicamente que Julio Carvajal, no por la cuestión de la madurez en variados ámbitos, era algo más, era la llamada "creatividad". Nos vimos varias veces antes de que yo leyese su primer libro, era un juego, ambos lo sabíamos, lo habíamos pactado. Le esperé apenas salí del colegio, hablaba un rato mientras él llegó, vestía una camisa simple negra, se veía más delgado y pálido que antes, hacía más de un año que no lo veía. Me saludó con un beso en la mejilla y sonrió, no era Julio Carvajal, él habría temblado un poco, era una pequeña máquina con piel con la cual quería tener sexo hasta perder el conocimiento.

Se podía hablar con él mejor que antes, su mano con la mía, y eso que no me gustaban ese tipo de cosas, había magia o algo similar en cada palabra que pronunciaba, no era dulce ni grotesco lo que decía, él es menor que yo por un año, pero sin embargo hacía ver que tenía miles de años existiendo y que yo tan solo un par. Bjorg Klasburg era el tipo de hombre que había querido en mi vida, tampoco es que era perfecto, porque en sus ojos veía una locura sin precedentes, quizás él me impulsó de algún modo a estudiar psicología.

Pero nada es eterno, él se fue y no le critico por ello, todos nos vamos. Siempre estuvimos cerca de algún modo gracias a las redes, nunca fue lo mismo, por supuesto.

Estaba tan centrada en vivir las cosas que mis padres me habían prohibido que no noté nada, los "placeres", los abusos, los errores, todo ese conjunto de cosas que hacen al adolescente eso, un adolescente, para luego evolucionar en un adulto...con notar hago referencia a que no me di cuenta en qué se convirtió Bjorg Klasburg, aunque tampoco es que tenía la obligación, lo quiero, porque es fascinante y entretenido, pero nunca he hecho ni haré nada con él o por él por deber, porque así le expreso mis sentimientos a él y a otras personas.

Bjorg Klasburg fue una persona - dudo mucho que exista como antes, Oliver Custer domina todo - intrigante en una buena expresión, pero errática internamente, probablemente él mismo se castigaba por placer o por hacerlo meramente...guapo, pero no demasiado. Disfruté mucho de sus besos y de su compañía sin deber o sin contrato alguno, leí algunas cosas gracias a su situación creativa excesiva, le agradezco por haber llegado a mí, no demasiado por irse sin decir nada, pero reitero, no contrato, no preocupación, no deber, deber fuera de mí.

No negaré que no me pregunté si había hecho antes eso de irse sin decir nada, luego se lo pregunté, pero por lo pronto debo hablar acerca de Oliver Custer.

Oliver Custer es la persona más cercana a un psicópata que conozco, Bjorg era una máquina, Oliver es humanamente inhumano, puedes sentir la pasión en sus besos y en sus manos rodeándote, te hace sentir un montón de cosas propias de un humano, sabe actuar de una manera tan...es encantador, no necesita volverse algo para agradar, como lo hizo Julio en un principio, Oliver es todo.

La primera vez que lo vi ni siquiera pudimos hablar, yo iba con mis cosas de la universidad, vuelta un caos, iba tarde para completar, lo divisé de lejos, su cabellera estaba más larga que antes, más pálido y delgado que nunca, tenía que ser él, conocía esos labios. Me tropecé con alguien y casi me caigo por prestarle atención a quien en ese momento confundí con Bjorg Klasburg, pero no, era Oliver Custer, el gran Custer. Como era de suponerse, cada quien continuó con su vida, aunque le avisé luego que lo había visto, no sentía lo mismo que antes...era algo mejor: Oliver Custer me estaba hipnotizando de una manera tan directa que me hacía gemir como antes, sólo con palabras...me estaba volviendo loca.

Lo hicimos sin control, cuando podíamos, cuando no también. Me volvía loca con sus análisis de la vida, de la muerte, de temas tabú y de temas no tan ocultos, en misceláneos, era un hombre completo, no la mejor persona, pero sí fantástico, en su cabeza podía escribir miles de cosas mientras me cogía, pero precisamente ése era su peor defecto: todos éramos simples gusanos en comparación a él, en su mente, claro está. Él no se creía la gran cosa, pero se quería, su mente se creía extremadamente superior, aunque no lo dijera mientras me contaba cuán genial era poder escribir en la depresión que de vez en cuando no me dejaba quererlo. Era egoísta porque todos se lo habíamos enseñado, él era el resultado de una singular vida de obstáculos que incluso él había colocado para superarse o en un acto común de estupidez humana. Oliver Custer terminó gustándome más que Bjorg Klasburg porque siempre estaba allí, no se iba nunca, me ahorcaba para regresarme luego de estar ebria, me contaba qué había pensado para escribir, lo sentía mejor cuando estábamos juntos, incluso ebrios, era una relación que no lo era.

Oliver Custer no es el gran Custer completamente, siempre será el universo comprimido que uno quiera ver.


El gran CusterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora