Yo le conozco como Julio Carvajal principalmente, así me dijo que se llamaba. Lo había visto antes por ahí, rondando, junto con otros seres, él tenía una mirada tan única que supuse que había vivido cosas terribles o que su mente era particular, acerté, pero nunca me interesó demasiado, siempre fue casual verle fumando un cigarrillo, riéndose con algunos compañeros o leyendo en la plaza techada junto con otro puñado de estudiantes. Yo tenía un año más que él en la universidad, tenía la raza, parecía ser un universitario desde hacía muchísimo tiempo, por su actitud analítica, por cómo hablaba, le había escuchado. Teníamos un amigo en común, más nunca nos presentaron. Ese amigo en común sí me presentó indirectamente a otro amigo, que lo conocía, a Julio Carvajal.
Resulta ser que una vez, un viernes, que me quedaba hasta tarde fumando, riendo y explotando los recursos universitarios. Los vi, a Julio y a otro ser, subiendo una rampa abrazados, otra persona venía sola delante. Ellos estaban borrachos, o al menos algo. Dos de ellos, en los cuales estaba incluido él, tenían el cabello largo, la brisa pegaba algo fuerte, el sol de igual manera, reían muchísimo, sí, estaban bajo los efectos del alcohol. Seguí mi travesía, puesto que como dije, él nunca me interesó más allá. Volví a cafetín, en donde unos chicos, menores que yo, jugaban en una consola Mortal Kombat, Julio y su amigo estaban allí, Julio con otra chica de la misma edad que yo, su amigo recostado y casi muerto por "culpa" del alcohol. Me senté con él y nos reímos de su estado, también hablamos de cosas académicas, pertinentes al país y ese tipo de cosas de las cuales uno no puede escapar de debatir en casi cualquier contexto o lugar.
De pronto él llegó, meneando su cabello, no, se meneaba por la brisa de las 4, en sus ojos veía lo mismo pero con un grado de alcohol más, él no estaba mal como su amigo, él tenía memoria y consciencia, se sentó con su consola portátil y le echaba broma al otro. Le pregunté si tenía un cigarrillo, me dio seguidamente y me lo fumé despacio por la cuestión del ahorro. Seguíamos hablando, llegó una amiga mía, el tópico político-social-económico de Venezuela estaba en el escalón más alto. Julio decía cosas sueltas, aisladas, que me daban risa, su humor era agradablemente crudo. Fuimos a comer al cabo de unos minutos, su amigo, Oswald, no caminaba recto, errante sería la palabra correcta, nos reíamos de ello. Oswald fue al baño por décima vez, Julio, mi amiga y yo continuamos. Comimos pasta, albóndigas y ensalada, junto con un jugo que parecía cerveza, no me molestó.
Cuando me di cuenta Julio Carvajal estaba lejos, con Oswald y otros dos amigos, lejanos de todo, igual que yo, así fue mi primer encuentro en donde conversé con Julio Carvajal, llegando a la conclusión de que él no era común en ningún sentido. Pasaron unas dos o tres semanas después de ello, en esos días lo vi como antes, por ahí, vagando sin rumbo, junto con Oswald, a quien sí saludaba nunca supe por qué, quizás porque Oswald era más simple que él, que Julio.
Otro viernes fue cuando lo vi, con un cigarrillo en la boca en cafetín, yo recién llegaba. Fue allí donde ocurrió nuestro segundo encuentro con conversación incluida. Hablamos un buen rato de la vida, así, de la nada, él era así, de ese tipo de personas, dijo que bebería en la playa cercana de la universidad, le pregunté qué licores tenía, ron y una "sub-bebida", que es una combinación de una bebida mayor con algo que puede ser artificial o no, eso, en mi diccionario de alcohol. Yo era la única mujer cuando nos hallábamos bajando la rampa, él se había colocado una camiseta sin mangas, veía sus diversos lunares y algunos rasguños, a lo que respondió con "mi gata me los hace de vez en cuando", con una sonrisa que fue acompañada por una mirada tan fuerte como el tequila.
Fue a comprar el hielo con unos amigos, yo terminaba el cigarrillo en la sombra. A su regreso dijo que otra chica vendría, que era algo más que una amiga para uno de los integrantes del "clan", dijo a mi oreja. La fulana llegó, otra niña, no me importó porque lo que iba a hacer era beber, nada del otro mundo. Fuimos hacia unas piedras alejadas del sol, bebíamos y reíamos, nos hacíamos preguntas que se consideran "aleatorias", tabús, poco comunes y similares. Oswald, que también estaba, respondía de una forma interesante, él sabía de qué hablaba y qué era la vida en parte, los otros tres no tanto, eran más risas que pensamientos lógicos, pero no dije eso porque estaba bebiendo gratis. Por su parte, Julio, apodado Oliver Custer, tenía dolor, tristeza, locura, insanidad, cansancio y cosas aparte, que eran buenas, como la felicidad, la estabilidad...él era un cúmulo de cosas, era una biblia, no sabía qué o a quién veía entre el humo de su cigarrillo, el que compartíamos, de hecho.
Uno de ellos veía doble, lo sabía, lo veía en sus ojos, pero seguimos bebiendo, yo estaba un poco mareada pero no era algo nuevo. La locura tocó mi cabeza, fui a la playa a bañarme, en donde había gente que nos había estado mirando por unas horas, eso no era algo nuevo tampoco, mucho menos importaba. No recordaba hacía cuánto no me bañaba, lo hice con ropa interior, los otros me siguieron, la locura es contagiosa, así sea breve. El chico que estaba con su "más que amiga" poco a poco la fue llevando hacia un lugar apartado de nosotros. Jugábamos con agua porque era divertido recordar los buenos y viejos tiempos que no regresarían jamás. No tenía miedo de que vieran mi cuerpo, tenía un tatuaje de un lobo en el muslo izquierdo y un "atrapasueños" en mi espalda, en toda la mitad de la misma. Tenía ropa interior negra, como casi siempre, era más barata. Oliver, ya podía decirle así por lo que había visto y experimentado con él, que era poco, estaba sin franela, me había dicho minutos antes que pesaba 57 kilos, lo noté en su cuerpo esquelético, sin mucho músculo, pálido y con miles de lunares, me echaba a reír, pero de una manera sana, porque yo pesaba 50 y medía apenas 1,54 m, cuando él medía 1,71 m., al momento era chistoso, ahora mismo no. La gente se empezaba a marchar porque ya era algo tarde, las cuatro y veinticinco de la tarde, sólo quedábamos nosotros, el grupo que había bajado a beber conmigo y un borracho independiente. Seguíamos en la playa viendo, muy trilladamente, el cielo y el horizonte que parecía no tener fin, no por la borrachera. Le pregunté varias veces por qué era así de complejo y en ese momento fue cuando me respondió algo que jamás olvidaré.
- Es que no es que yo sea complejo, es que puedo ser muchísimas cosas, como todos, si me lo propongo, claro. El alcance es ilimitado puesto que mis alas metafóricas me hacen volar tan alto...pero justo ahora parece ser que me quemo como Ícaro...no es que haya encontrado un límite, es que no quiero volar más alto porque al fin y al cabo sigo siendo un humano.
Recuerdo haberlo insultado por esas hermosas y tristes palabras entre tragos. A nuestro alrededor los dos "amigos" yacían casi fornicando, los otros dos sin nada sólo se bebían el licor sobrante, el que no teníamos Julio y yo cerca para consumirlo. Estábamos juntos pero no revueltos, ya no quedaba ningún cigarrillo, intentamos pedir uno a los que estaban bebiendo el vulgar alcohol restante pero nuestra petición fue negada por falta de insumos. No me molestó ni causó ningún tipo de disgusto o arrepentimiento besarlo o que él arrancara mi piel con sus manos, eso sentía cuando recorría mi piel rápidamente con lo que era su lengua y lo que yo recién había probado: sus labios. Sí, sus besos sabían a odio, tristeza y dolor...pero era tan delicioso que quedabas con ganas de más y más. Había escamas por piel, sentían mis muslos encima de los suyos, era un animal a quien besaba por segundos, pero cuando abría los ojos luego del beso o de morderlo seguía siendo el mismo humano fantástico cuyo significado puntual y sin caer en un discurso de la vida y de la muerte no existe. Entre besos terminé interesándome por Julio Carvajal y Oliver Custer, aunque él me dijera con sus besos de pura inhumanidad cálida que todos, incluyendo él, eran marionetas en este mundo de algo completamente mayor que nosotros, no un Dios o algo: la mente. No era necesaria una explicación de ello, sus manos apretando mis caderas me lo decían, él tenía el poder de transmitir todo con un gesto simple, él era la magia más negra y seductora que había querido que me poseyera.
Me clasifico esclava mental de Oliver Custer sin cadenas, porque quiero y puedo estar loca por un hombre tan maravillosamente destructivo y creador que cuando le pregunto algo o cuando me siento sola él busca la manera. Él es romántico de una forma que jamás había experimentado: sonriendo. Su sonrisa es su forma de llorar y de expresar otras emociones, igual que todos, pero esa sonrisa que veía cuando él se levantaba era irrepetible, no porque era para mí, la chica mayor que él a quien había besado con tal intensidad, a quien le había agarrado los pequeños senos suavemente para desgarrarlos, a quien había poseído en la arena sin decir demasiado, haciendo sonidos, gritando...su sonrisa era irrepetible porque jamás volvería a sonreír así, él era un cambio constante.
En nuestro segundo encuentro me volví loca por un hombre que está loco.
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El gran Custer
Non-FictionOliver Custer no es un hombre común, estudiando electrónica y escribiendo un sinfín de cosas en su mente y en físico es común que caiga en la psicopatía, puesto que su estado mental es tan delicado como su estado económico.