Funeral excesivo

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Pude ver los cambios drásticos que ha sufrido. Solía ser un chico de una mirada perdida pero humana, sin embargo, con el paso del tiempo, en clases, se volvió un total desconocido. Llegué a darle clases, era un buen alumno que se centraba en analizar, lo hacía obsesivamente a veces, como dije, era un buen alumno, hacía las cosas que se le pedían porque le gustaba aprender. Llegado a un punto hacía las cosas por perfección nada más, el conocimiento que estaba adquiriendo no le importaba, me llevó a la conclusión de que el bachillerato fue tan solo un satélite en su existencia. Se aburría mientras yo hacía ecuaciones por aquí y por allá, sin apartar su vista de lo que yo hacía o de mis ojos, parecía algo aterrador hasta que hablabas con él, le preguntabas si había entendido y él decía que sí con tanta seguridad que caía en la arrogancia para posteriormente reírse. Me vía detalladamente, pero no sólo a mí, a otros también. Notaba cómo sentía un interés en mí, creía en las similitudes entre él y yo, yo también, era un chico diferente en muchos sentidos, siempre pensé en eso: es sólo un chico diferente con un acceso ilimitado a la información.


Mi idea de Oliver Custer cambió cuando él me invitó a leer su blog luego de que él terminara el primer parcial de matemática, me convenció de que él no sólo era un chico distinto, sino que podía ser peligroso. Tenía a ciertas personas rodeándolo luego de su tercer mes en la universidad, antes estaba escuchando música en soledad o con dos o cuatro personas a su alrededor, se encontraba con más de quince riendo cuando pasé a su lado con mi maletín rojizo, él detuvo el universo unos instantes para clavarme su mirada, me preguntaba con la misma si yo había leído El Hombre sin Rostro, cuando él sabía la verdad, que lo había leído y me había impresionado. Los siguientes días estuvieron sin Oliver Custer rondando por la universidad, la misma se hallaba en paz sin él pero llena de dolor también por los demás jóvenes, hasta que lo vi comiendo una hamburguesa con una camiseta corta en donde se le veía un tatuaje en la nuca, decía "Portal of I", algo que no me preocupó, hasta que me vi viéndolo más de lo necesario, siendo halada a un portal, el de su ser, hallé concordancia allí, su tatuaje tenía sentido una vez lo conocías y lo tocabas, era mágicamente atrayente.

Cesé de verlo porque me lo propuse, él era peligroso, él aceptó tal comportamiento porque no le quedaba de otra...aunque seguía viéndome así clase tras clase, captando cada movimiento que yo hacía sin comentar nada al respecto. Era una tortura, aunque Oliver Custer era atractivo e interesante no sentía nada por él porque yo me había colocado una barrera, bastó leer su blog para ello, porque él era uno de esos seres que uno ansía dentro de sí, no importando si uno llega a ser devastado/a, pero yo ya no era un niña, él era un hombre a pesar de todo, y volvía loca a cualquiera, ya yo había tocado la insanidad, quería paz aunque significara alejarme de esos labios tan claros.

No bastó, él había entendido, yo lo había logrado, pero tenía otras personalidades que se negaban a no probarme. No intentó violarme como creí en un principio cuando se acercó a mí, al menos no a mí, violó mi mente descaradamente. Portaba una dahlia hermosísima, dijo haberla arrancado porque de lo contrario los demás la habrían pisado en su ignorancia de la belleza verdadera, luego se sentó en el escritorio y me alcanzó mi estuche de marcadores, puesto que ya me iba, estábamos solos y eran las seis de la tarde, normalmente a esa hora todos estaban drogándose en el cafetín. Podía escapar de él por medio de la huida, él lo sabía, quería ver qué hacía, quería probarme hasta el fin, no físicamente, sino mentalmente, cuando se interesaba en alguien y tal sentimiento seguía no había nada ni nadie que lo pudiera detener, salvo él mismo. 

Si huía me conservaba a mí misma y no caía en sus redes, si me quedaba lo besaba y me perdía. Era morir sin saber qué era aquello que me envolvía estando cerca de él o morir sabiendo si era placer o un mal entendido sentimental. Dejó la dahlia en el escritorio y se levantó a buscar su bolso, sacó su paquete de cigarrillos y me ofreció uno, sabía que no fumaba, pero el sencillo acto de sus dedos frente a mi rostro era placentero, también sabía eso. Jugó conmigo hasta que me llevó de la mano al baño femenino, más limpio, se aseguró de que no hubiese nadie y me metió a un cubículo rápidamente. Adentro rasgó mi piel con la vista, quitó cuidadosamente mi ropa porque sabía que estaba ansiosa, él también lo estaba pero controlaba mejor eso, mis dientes rechinaban mucho, tapó mi boca y le quité la camisa, para mi sorpresa había un gran tatuaje en su pecho, un dragón color verde que contrastaba con su piel pálida. Toqué su oreja, deslicé mis manos y sentí sus vellos, me besó rudamente, el labial se corrió, mi sostén estaba siendo arrancado por él cuando jalé su cabello, levantó su mirada y sonrió angelicalmente, quise gemir pero rápidamente él me tapó la boca de nuevo, mordí sus dedos. Bajó y lamió mi sexo despacio, metió dedos y luego su pene.

Tenía una orgía, porque no era únicamente Oliver Custer, eran muchos más, en su cabeza eran miles de personas. Era un solo pene pero eran miles de personas. Me cogió el alumno con más potencial que había tenido...con más potencial de ser "alguien". Colocó su dahlia en mi cabello seriamente, acomodó el último suavemente, se estaba tomando su tiempo y yo tenía el corazón en la boca por si entraba alguien, lo corrí del baño pero él me besó tan apasionadamente que mis manos fueron amputadas. Le pedí no volver a hacer aquello, él me pidió clases particulares que rechacé ese día y que a la semana siguiente terminé dándole, pero no pasó nada más allá de discusiones conceptuales que ambos disfrutamos.

Siempre él estará al acecho, no se cansó de mí ni yo de él, somos lo que no necesitamos ni queremos, por eso podemos ser amigos aunque de vez en cuando se me pierda un beso en sus labios.


El gran CusterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora