XVI. Quid Pro Quo

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Que la luna sea testigo de mi locura, las estrellas cómplices de mi tortura y tú mi amor, la causa de mi triste escritura

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Que la luna sea testigo de mi locura, las estrellas cómplices de mi tortura y tú mi amor, la causa de mi triste escritura.


Neblina diurna saludaba agradable las afueras de la institución mientras el sol de otoño a penas salía a relucir.

Profesores llegaban, salones eran limpiados una última vez y Charlotte no tardaba en ponerse el nuevo uniforme diseñado por su padre: blusa blanca, falda negra, un elegante lazo por corbata, un saquillo con la insignia de Nevermore y zapatos de charol.

Su padre no aguantaba el chillón color azulino entonces cambió en cuanto pudo el uniforme y ella estaba a gusto con el resultado.

Desde lo alto en su ventana apreciaba pocos estudiantes llegar con recelo. Nunca se había sentido a gusto con las personas, aunque lo disimulaba bien con buenos modales y evitando hablar con alguien si no era necesario; el tiempo era valioso así que no lo gastaría con cualquiera, menos con adolescentes tontos.

Entre los recién llegados la familiar presencia del Sheriff apareció con intenciones de entrar mientras Charlotte lo seguía con la mirada. A penas era el primer día, ¿qué problemas podría haber? Aún así ese mal presentimiento desde hace días que no se iba, y aumentaba cada vez más.

El sonido del llamado a su puerta la distrajo. "Adelante" escuchó el muchacho para ingresar.

— Cada día más hechizado de tu belleza — halagó en saludo acercándose a ella.

Tyler la atrajo a su rostro para besarla mientras sentía los dedos de su novia acariciar sus cabellos y las manos del alto chico se deslizaban afectuosas hasta parar en su cintura aprisionándola contra su cuerpo.

Sus lábios se devoraban en una erótica danza peleando por saber quien era la presa mientras la falta de aire se hacía notar.

— ¿No han desayunado? Se ve que tienen hambre y no de comida.

La voz de la tercer persona recién llegada ocasionó que el castaño se separe con ligera pena, no esperaba público.

— ¿No sabes tocar Dorian? — espetó ella rodando sus pupilas.

— La puerta estaba abierta — excusó restándole importancia al enojo de su hermanita.

El lúgubre chico admiró con sonrisa ladina a su cuñado señalando su propia boca en señal de "limpiate eso". Tyler tenía varias manchas rojizas producto del labial carmesí de su adicctivo personal, que intentó limpiarse de inmediato.

— Deja de molestarlo Dorian — advirtió arreglándose su color de boca distintivo —. ¿Qué no tienes nada más que hacer?

— Nada mejor que molestar a este solecito y a mi tormentosa hermanita. Además, ¿qué más quieres que haga? El desayuno se servirá cuando lleguen todos y ni de chiste iré al patio principal solo — finalizó despota cruzado de brazos.

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⏰ Última actualización: May 01, 2023 ⏰

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