3 HACIA ATLANTA

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El jet privado es enorme, y Namjoon me señala para que me embarque antes que él. Me recogió en mi casa hace menos de una hora, y se ve elegante en un traje tipo Hombres de Negro.
Me dirijo por las escaleras y me doy cuenta que en realidad puedes caber de pie en el interior del avión, como en un avión grande. Sin embargo,
ningún avión comercial en el que alguna vez he estado ha tenido una
fracción del lujo dentro de éste. Gamuza, cuero, madera de caoba, adornos de oro, y pantallas de última generación adornan el interior. Es todo una colección de extravagancia este juguete grande, asombroso y rico.

Los asientos están dispuestos en secciones que se asemejan a
pequeñas salas de estar, y en esta primera sección hay cuatro asientos de piel de marfil, más grande que un asiento de primera clase. Contienen un sonriente Yoongi, quien está de pie para saludarme, así como los otros dos miembros del personal de Jungkook, su entrenador personal, Lupe, un hombre de unos cuarenta años y calvo, y Diane, a quien reconozco como la mujer que me entregó los boletos.
-Encantado de conocerlo, joven Park -dice el entrenador Lupe, con una especie de mueca en el rostro que de alguna manera figuro es su expresión natural.
Sacudo su mano. -Igualmente, señor.
-Oh, bah. Llámame Entrenador. Todo el mundo lo hace.
-Bueno, hola de nuevo -dice Diane, su agarre suave y apacible-. Soy Diane, la chef, nutricionista y entrega boletos.
Me río. -Es un placer conocerte, Diane.

El aire alrededor de ellos es en realidad muy despejado y real, y una punzada de emoción revolotea a través de mí con la idea de pertenecer a un equipo nuevo. En verdad, lo que me haría sumamente feliz y satisfecho como profesional es que a partir de ahora, cuando Jungkook pelee en un ring, fluirá como un lazo con la fuerza de una docena de bueyes, y me encanta saber que estoy trabajando con otras personas especializadas cuyos objetivos están a la par.
-Jimin. -Namjoon señala a la parte trasera del avión, y por el pasillo
largo alfombrado, pasando otra sección de otros cuatro asientos y más allá una gran pantalla de televisión y una enorme barra de madera artesonada, y un banco de cuero que se parece mucho a un sofá. Y allí, en medio, con su pelo oscuro inclinado mientras escucha sus auriculares, está Jungkook. Una torre de más de un metro ochenta de testosterona.

Un calor inesperado dispara directamente en mi torrente sanguíneo a la primera vista de él durante el día. Lleva una camiseta negra que se aferra a sus músculos y unos vaqueros desgastados de cintura baja, y su ridículamente cincelado cuerpo lleva todo a la perfección mientras holgazanea en el amplio banco de cuero marrón en el otro extremo.
Mi corazón me da un golpe salvaje, porque se ve tan increíblemente
sexy como siempre, y deseo no haberlo notado automáticamente. Supongo que no se puede ocultar algo tan descaradamente sexual como él.
-Él quiere que vayas allí -me dice Nam. Y no puedo dejar de notar
que casi suena como una disculpa.
Tragando la humedad en mi boca, me dirijo con inquietud por el pasillo del avión cuando levanta la mirada, sus ojos atrapando los míos.

Creo que los veo destellar, pero no leo nada en su expresión mientras me
mira fijamente acercarme.
Su mirada me pone tan nervioso que siento el cosquilleo, una vez más, justo en mi centro.
Es el hombre más fuerte que he visto alguna vez, en toda mi vida, y estoy bastante familiarizado con el tema para saber que conectado en mis
genes y ADN hay un deseo natural de descendientes sanos, y con ello viene un impulso desesperado que sólo lo llena el apareamiento con quien
considero es el macho principal de mi especie.

Nunca en mi vida había conocido a un Alfa que provocara mis locos instintos de apareamiento como él. Mi sexualidad arde con su cercanía. Es irreal. Esta reacción. Esta atracción. Nunca lo creería si Tae lo estuviera explicando para mí y no lo sintiera como un caldero burbujeante debajo de mi piel.
¿Cómo voy a deshacerme de esto?
Sus labios se levantan levemente, como si se divirtiera de una broma
privada, se quita los auriculares cuando me paro a un brazo de distancia de él. La música rock se escucha en medio del silencio, y de repente apaga el iPod. Señala a su derecha, y tomo asiento, ferozmente tratando de bloquear su efecto en mí.

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