Parte Única

1.9K 197 11
                                    


La mente de Kaveh en aquellos instantes estaba como su escritorio: Desordenada. Llena de papeles pintarrajeados y arrugados. Alrededor de los codos que clavaba sobre la mesa. También por el suelo. Algunas bolas de papel habían alcanzado prácticamente el salón de su casa. Clavó sus uñas en una de ellas con fuerza, dándole una forma irregular, y la lanzó hacia atrás.


Sus ojos hinchados y rojizos combinaban con el color de sus iris, así como el de su nariz, ahora sonrojada. No sabía cuántas horas llevaba llorando. En realidad, no sabía qué hora de la madrugada era. El bloqueo artístico había consumido todo su tiempo y emociones.


¿Qué sería de un arquitecto que no podía dibujar nada? ¿Acaso ese era el fin de su carrera? Llevaba semanas desechando ideas y las fechas límites de sus clientes estaban cada vez más a la vuelta de la esquina. Estaba convencido de que no lo lograría. Y de la mano, iba la destrucción propia de su autoestima.


Un suspiro se escapó de sus labios con unas últimas lágrimas. Mañana sería un nuevo día. En aquellos momentos, no podía más. El cansancio y la exhaustividad se apoderaba de sus sentidos. Quizás contribuía el regusto distante a alcohol de sus papilas gustativas.


Se levantó de la silla y arrastró los pies hasta fuera del despacho. Una vez apagó la luz, caminó a hurtadillas hasta su cama.


O, al menos, pensó que era su cama. Eran prácticamente iguales y Kaveh no tenía ganas de ponerse a diferenciarlas en la penumbra. Su visión borrosa y dolor de cabeza pulsátil contribuyeron a ello como si se tratara de una excusa.


A lo mejor había sido su cuerpo jugándole una mala pasada, sacando a relucir sus verdaderas necesidades: Consuelo. Pero Alhaitham no solía ofrecérselo, solo una dosis de realidad. Entonces, ¿por qué había acabado tumbado a su lado?


Cuando Kaveh vio que estaba despierto, frunció los labios. En aquellos instantes, sentía que merecería cualquier reprimenda que estuviera dispuesto a echarle en cara.


Ahora que se fijaba mejor, ni siquiera tenía puesto sus cascos canceladores de ruido. Ese hecho lo llenó de frustración. Sus ojos verdosos los miraban somnolientos y neutrales. Juzgándolo, de eso estaba seguro.


—Adelante, ríete de mí. O mejor, echa pestes de las carreras artísticas ahora que me has escuchado seguramente mientras estaba gimoteando con mis proyectos fallidos.


Alhaitham no se rio. Tampoco echó pestes de inmediato. En su lugar, dejó escapar un largo suspiro de sus labios antes de rodearlo con sus fuertes brazos. Kaveh frunció el ceño y sintió cómo su labio inferior temblaba. Sus ojos volvieron a aguarse cuando descansó la cabeza sobre su pecho y lo abrazó él mismo en condiciones.


—Te he escuchado solo porque mis cascos han dejado de funcionar, tengo que repararlos —explicó solemne, reposando su cabeza sobre la suya—. He escuchado, junto a tus gruñidos, y visto varias bolas de papel siendo estampadas y tiradas en diferentes sitios. También, normalmente, sueles quedarte trabajando hasta dormirte. Es, cuanto menos, inusual que hayas venido aquí por cuenta propia. ¿Tienes otra vez un bloqueo creativo, Kaveh?


—Sí, lo tengo —masculló de inmediato, arrastrando sus palabras—, soy un arquitecto con un bloqueo artístico, ergo no soy nada. Dibujar es lo único que tengo que hacer y no soy capaz siquiera de eso. Tengo cinco malditos encargos que entregar para antes del domingo y no he sido capaz de terminar ni siquiera uno de ellos. Es patético.

Bloqueo de ArtistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora