El conejito x el torito

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Nada más hermoso que las playas de Río de Janeiro para Aldebarán, amaba el país donde había nacido hacía varios años pero sobre todo amaba las bellas y enormes playas de Río.

Aldebarán se desperezó en su silla playera y tomó un trago de la piña colada que tenía en una mesita a su lado. "Esto es vida, pensó" y se tomó otro sorbo de la bebida que sirvió para aplacar un poco el calor.

En su cabeza no existía ni el Santuario ni el Templo de Tauro ya que Saori le había dado veinte días, veinte maravillosos días de vacaciones. Tampoco existían los caballeros del Santuario ni los de Bronce, hasta que al mirar hacía la playa notó como de las cálidas aguas del océano salía un jovencito peliverde con los cabellos empapados y gotas de agua deslizándose por su cuerpo pequeño pero firme. Se quedó estático al reconocer al Santo de Bronce, Shun de Andrómeda.

Se incorporó y lo miró con más detalle, el joven estaba solo y llevaba un short de baño de color verde oscuro. ¿Acaso Shun también está de vacaciones?

Pero Aldebarán también se vio sorprendido al ser pescado en su observación, cuando los ojos de Andrómeda se posaron en los suyos y le sostuvieron la mirada.

-¡Aldebarán! - Shun gritó su nombre y comenzó a acercarse con una hermosa sonrisa en su rostro.

El caballero dorado lo observó acercarse a su silla y lo esperó con una sonrisa.

-Hola, Shun. ¿Qué haces por aquí?

-Me divierto unos días. ¿Tú? - Shun le sonrió abiertamente y ante el asombro de Aldebarán le pidió una piña colada a un mozo que pasaba.

-Saori me dio unos días de vacaciones.

-Que bueno. A mí también - Shun tomó un trago de la bebida y emitió un suspiro de satisfacción.

-¿Tus compañeros?

-Quedaron en Japón.

-¿Estás solo?

-Si. Solito. ¿Te molesta si me siento aquí? - Shun indicó una silla vacía al lado de Aldebarán

-Por supuesto que no.

-Gracias.

Shun se sentó y se acomodó cómodamente estirándose en la silla. Aldebarán miró de reojo el cuerpo del jovencito, pálido como la nieve pese al sol intenso aunque se notaban algunas zonas sonrosadas.

-¿Qué sucede? - preguntó Shun al ver la mirada de Aldebarán

-Te estás quemando - contestó incómodo por haber sido pescado.

-Si, un poco. Ya vuelvo.

Shun se levantó y desapareció durante unos minutos antes de regresar con un bolso de playa del que extrajo un pequeño frasco.

-¿Me pasas bronceador? - pidió Shun con una sonrisa.

-¿Qué? Ah, claro.

Aldebarán tomó el frasco y lo abrió mientras Shun se colocaba de espaldas para que el Tauro pudiera pasarle bronceador. Las manos ásperas de Aldebarán se movieron con cuidado por la espalda del jovencito, sin que el caballero dorado pudiera evitar sorprenderse por la suavidad y la tersura de esa piel que parecía porcelana. Comenzó a deslizar sus manos bajando de los hombros hasta llegar casi al inicio del bañador verde, haciendo penetrar la crema por el cuerpo del chiquillo que cada tanto emitía breves risas.

-Me das cosquillas - fue el único comentario del peliverde

Aldebarán sonrió también, mientras su mente comenzaba a delirar y a imaginarse las cosas que podría hacer con ese pequeño caballero que parecía ser bastante cosquilloso. Se reprendió mentalmente, él era heterosexual, si señor, uno de los pocos caballeros dorados que tenía interés por las mujeres aunque muchas no le prestaran atención, no podía imaginarse cosas con ese chiquillo. Pero si era precioso, y su piel era tan delicada, tan suave y su rostro tenía una belleza que muchas mujeres envidiarían insistió su mente jugándole una mala pasada.

Shun de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora