El conejito x el virgiano

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Han pasado un par de meses desde que Hades ha sido derrotado. Los doce caballeros dorados han sido revividos y ahora ocupan su lugar en las doce casas del Santuario.

En alguno de los templos, específicamente en Leo, Virgo, Libra, Sagitario y Acuario hay aprendices entrenando para poder en el futuro desempeñarse como caballeros de oro: Ikki, Shun, Shiryu, Seiya y Hyoga en ese orden.

Todo está bastante normal en el Santuario y en sus integrantes, excepto por una personita. Shun no logra perdonarse lo que le hizo a sus amigos bajo la influencia de Hades y tampoco el daño que le hizo a su hermano y a Saori. Su carácter habitualmente alegre se ha vuelto apagado y sus ojos reflejan tristeza, lo que arranca gestos de desesperación de todos sus amigos.

Shaka consideró necesario que Shun dedicara mucho tiempo a la meditación para que encontrara la paz y el perdón que le hacían falta a su espíritu, por lo que el entrenamiento físico en sí mismo no había comenzado.

Los días se suceden entre meditaciones cada vez más profundas por parte de Shun, ante satisfacción de su maestro. Día tras día se sientan debajo de los árboles del cuarto gemelo del Templo de Virgo y se dedican a la meditación.

Shaka abre sus ojos con lentitud para observar la meditación de Shun. Él quería que el pequeño peliverde lograra la paz de espíritu y por eso vigilaba atentamente su meditación... ¡Mentira! La verdad que incluso Shaka se negaba a confesarse a si mismo es que desde que Shun estaba en su Templo no podía concentrarse en su meditación.

¿Por qué? Porque era imposible meditar y unirse con Buda cuando delante suyo tenía un ángel bajado de los cielos... la viva imagen de la perfección. Al principio le restó importancia al asunto, diciéndose que seguramente Buda quería que él se preocupara por Shun y después por él mismo.

Después pasó al sentimiento de culpa, cómo se atrevía a abandonar a Buda por un chiquillo unos cuantos años más joven que él... Buda jamás se lo perdonaría. Esas veces intentaba con mucha más fuerza concentrarse y meditar para terminar abriendo sus ojos y observando a un concentradísimo peliverde.

Después le llegó el turno de la indeferencia... Buda no se iba a enojar porque él anduviera distraído y porque no meditara por unos días. Si durante años y años había meditado a rajatabla y sin dejarse abstraer por pensamientos impuros.

Finalmente le llegó la etapa de resignación, todo estaba dicho. Mientras Shun fuera su discípulo no iba a poder meditar con tranquilidad y se resignó a aprovechar sus pocos minutos de concentración para meditar y el resto de las horas que pasaban en el cuarto gemelo las pasaba mirando a Shun.

El peliverde sí lograba concentrarse en la meditación y cada vez podía permanecer más tiempo en ese estado de abstracción que acercaba a Buda y a la paz suprema. Shaka solía observar hasta aprenderse de memoria todos los rasgos del jovencito aprovechando esa concentración.

Comenzaba analizando los suaves y sedosos cabellos verdes que Shun cuidaba a diario y que solía atarse durante las meditaciones para que no le estorbaran. Este detalle le molestaba a veces porque el cabello de Shun cayendo naturalmente sobre los frágiles hombros le encantaba y más cuando algunos mechones tapaban parte de ese rostro perfecto... en un gesto altamente seductor pero inconciente.

Después continuaba con los perfectos ojos que se cerraban para entrar en trance, pero él podía recordar como si los estuviera viendo los bellos matices verdes de sus ojos tan inocentes, hermosos y limpios. Si bien ahora tenían un deje de tristeza estaba seguro de que Shun lograría perdonarse a sí mismo y que esa tristeza daría paso a la felicidad y a la alegría innatas en él.

Después de analizar esos ojos continuaba con el resto de la delicada cara de Shun... sus perfectos labios que podían esbozar la sonrisa más perfecta o tomar el matiz de la seriedad absoluta como cuando se encontraba meditando. No podía dejar de imaginarse el sabor de esos labios que estaba convencido serían dulces, húmedos y frescos. Las mejillas que solían ruborizarse a menudo para adquirir un hermoso tono sonrojado y finalmente la nariz perfecta como todo en ese rostro angelical.

Shun de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora