3. Excursión a por la pelota

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El Bosque Abandonado estaba demasiado oscuro, y las chicas se asustaron un poco. Pero ninguna dijo nada ni salió corriendo. En parte para no parecer más cobardicas que las demás, que tampoco decían nada por el mismo motivo.

Además, como habían dejado las bicis al lado de la valla de Poblete, no les quedó más remedio que seguir andando. Andar molaba. Pero un rato. Y ellas llevaban ya más de media hora dando vueltas en círculos por los alrededores de los hierbajos, y sin encontrar la dichosa pelota.

-¿Y si se ha quedado en la copa de algún árbol? - Carla se agarró a uno de los troncos con las dos manos. Y cuando intentó poner los dos pies, se escurrió y se cayó al suelo de culo, pinchándose con las ramas y llenándose la ropa de hojas secas.

Celia empezó a reírse por la caída de su amiga. Al principio, Carla puso cara de malas pulgas, pero pronto la cambió por una sonrisa interesante, al ver que no era la única que se iba a llevar un buen susto. Y es que, de repente, Celia pegó un salto, espantada. Y esta vez fueron Carla y Malena las que soltaron unas sonoras carcajadas.

-¡¡¡Bicho, bicho, un bicho!!!

Celia siguió gritando y dando saltos sobre sí misma, mirándose la camiseta y palpándose nerviosa la espalda. En un momento dado, se dio la vuelta y vio detrás de ella a Malena con un par de ramitas en la mano, que seguramente habían sido las culpables de las cosquillas que había sentido hace un segundo.

-¡No tiene gracia! -Se cruzó de brazos y agachó la cabeza. -Quiero irme de aquí.

-No te enfades Celia, que era una broma.

-La verdad es que yo también creo que deberíamos irnos. - Añadió Carla, quitándose de encima la última hoja pegada de su cazadora. - Total, veníamos a por la pelota y no está. Además, igual con todo lo que he practicado ya me dejan entrar en el equipo. No soy tan mala encestando, ¿no?

Celia y Malena se miran entre ellas, incómodas, sin saber que responder a su amiga.

-Carla, hoy nos han ganado tres niños de seis años. Así que, si encontramos la pelota y sigues practicando un poco más, mejor que mejor. - Advirtió Malena.

Carla suspiró con resignación.

-Vale, tienes razón. Pero podíamos volver a casa y coger cuerdas o algo. Estoy segura de que se ha quedado atrapado en alguna rama. - Insistió entonces Carla, intentando barajar todas las opciones que tenían.

-Yo si me voy a casa es para no volver. -Celia les dio la espalda y miró en dirección a Poblete, que parecía una mota oscura desde donde estaban. Le pareció ver algunas luces a lo lejos, y se preguntó si no serían las luces de alguna terraza, o incluso las de su propia casa, donde su madre se habría despertado y estaría muy preocupada por ella.

Pero pronto se dio cuenta de que esa luz no venía de su casa. Ni siquiera venía de Poblete, sino de los matorrales del propio Bosque Abandonado.

-Chicas, ¿veis eso?

-¿El que? - Se giraron las dos a la vez.

Pero el brillo empezó a ser cada vez más fuerte. Celia se puso la mano encima de los ojos a modo de visera y dio unos pasos hacia atrás. Cuando pensaba que no podía ser más insoportable, se dio de bruces con algo frente a ella y cayó al suelo.

Entonces, la luz se difuminó y una figura apareció delante de ellas. Las tres chicas se quedaron mudas, perplejas, exhaustas y todos los adjetivos que indiquen sorpresa que se os ocurran frente a lo que estaban viendo.

Aunque en seguida la sorpresa dio paso a la emoción. Sobre todo en el caso de Malena y Carla, qué empezaron a dar saltitos y a aullar de alegría.

-¡Que guaaaaay! Un unicornio. - Chillaron las dos a la vez. Luego Malena se cruzó de brazos y añadió. - Por fin. Empezaba a pensar que nos íbamos de este bosque sin descubrir nada mágico.

¡Vuela, unicornio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora