Reunión familiar

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Era un día triste para los habitantes del Reino, Jon Arryn, la Mano del rey, había muerto de forma repentina por culpa de una fiebre, el gran maestre Pycell lo constituyó y nadie dudó de su palabra, de todos modo, Jon Arryn era ya un anciano de casi setenta años y nadie esperaba que su vida durara mucho más, nadie excepto una.

La princesa Argella Baratheon no podía evitar pensar que alguien había decidido acabar con la vida de la antigua Mano. A sus veintidós años, la princesa era considerada por muchos como la mujer más bella de los reinos, y no se equivocaban. De figura esbelta y curva, el cabello de la princesa, negro como la boca de un lobo, encajaba perfectamente con sus rasgos nobles y sus ojos azules, que reflejaban la profundidad del mar. Su voz era suave y dulce como una brisa de primavera y ella lo sabía, había perfeccionado sus dones para las tramas políticas desde hacía años, cuando su hermano y ella tuvieron que abandonar la niñez para sobrevivir.

Los dos hermanos mellizos acababan de celebrar su décimo día del nombre y ella pensó que sería divertido explorar los famosos túneles ocultos de la Fortaleza Roja, construidos por orden de Maegor Targaryen, que luego asesinó a todos los que participaron en su construcción para mantener su ubicación oculta para todos, excepto los Targaryen.

"Eres muy lento hermanito, no te quedes atrás" dijo la pequeña Argella mientras se deslizaba entre los pasillos secretos, ocultos en las paredes. "Solo eres tres minutos mayor que yo, y no me llames lento, esto está muy oscuro" le respondió con un quejido su hermano. "Tres minutos me siguen haciendo mayor que tú, además, llevo una lámpara, si está oscuro es porque eres muy lento" le devolvió Argella con tono burlón. Estaba a punto de lanzarle otro insulto cuando un sonido procedente del otro lado de la pared la sorprendió e hizo que se parara en seco, provocando que Orus, que seguía sin ver bien mientras corría por alcanzarla, la golpeara, tirándolos a los dos al suelo . "Shhhh" le dijo a su hermano mientras le tapaba la boca con un dedo. "¿Qué ocu...mmm?" Intenté preguntarle a Orus antes de que le taparan la boca del todo. "Escucha" le susurró a Orus mientras ambos pegaban la oreja a la pared.

"Seis años. Durante seis años me ha humillado a mí y nuestra casa logrando que esos bastardos corran sueltos por la Fortaleza Roja" sonó la voz amargada e iracunda de la Reina Cercei. "¿Y qué quieres que haga? ¿Matarlos? Ser Barristan está siempre con ellos, y cuando no, hay al menos una docena de guardias. Soy bueno matando, pero no tanto como para evitar que alguno de la voz de alarma" le respondió la voz arrogante de ser jaime. "¿Bastardos?" fue la pregunta que le rondaba a los hermanos, habían oído esa palabra antes pero no sabían qué significaba.

"Hay formas más sutiles para matar a un par de niños que la espada. El veneno sería lo ideal, pero sería rastreable y Robert no pararía hasta matar a cualquiera que les tocase un pelo de la cabeza" masculló Cercei, pensando cómo destruir esas molestias que se interpusieron entre su hijo y el Trono.

"Sé en lo que piensas, te lo he dicho, están rodeados de guardias todo el tiempo, ningún asesino llegaría a ellos" le reprendió Jaime.

Los niños no querían escuchar más, estaban aterrorizados y huyeron lo más rápido posible sin saber hacia dónde se dirigían.

Resultó que corrieron más de lo que creían, porque cuando salieron por detrás de una columna móvil, descubrieron que estaban en el Torreón de Maegor, cerca del estudio se su padre.

Malditos sean los Siete Reinos y todos los que lo habitan, y maldito sea Jon Arryn por obligarlo a realizar tanto trabajo, llevaba meses sin ir de cacería mientras se quedara ahí sentado todo el día, firmando edictos y leyes que Jon le preparaba. Se suponía que tenía que leerlos, comprobar que estaban en orden y firmarlos para llegar a las cámaras del consejo, era una tarea tediosa y aburrida.

Hijos del ciervo y la lobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora